Aquel 14 de abril de 2019 fue un día de los más tristes. El dolor, la bronca y la impotencia nos atravesó el cuerpo y el alma cuando nos dijeron “mataron a una compañerita, mataron a Sabina”. No podíamos creerlo, no había forma de entender que alguien pudiera haber sido capaz de cometer semejante atrocidad, que alguien tan perverso se ensañara de tal manera con ella. Era sólo una niña con un montón de sueños por cumplir, con todas las ganas de vivir, de fotografiar la vida y así, como si nada importara, le arrebataron la suya. Se la arrebataron, sí. ¡A Sabina la mataron!

Hay alguien que es responsable y hoy es juzgado y condenado. Hay más responsables de haber truncado sus sueños, de que que no haya podido ver nacer y crecer a su hermanita, que no pudiera seguir alfabetizando a su mamá, que no pudiera jugar en la plaza con otros chicos.

Hay un Estado que sistemáticamente vulnera los derechos de muchas Sabinas. Un Estado al que nunca le importó cómo vivía ella, ni que las calles de su barrio no tuvieran alumbrado público, de haberlo tenido hoy ella estaría con su familia. Aún hoy sigue sin importarle porque nada cambió, no pusieron ni una sola luz. Son los mismos responsables que no se movieron para buscarla esa noche.

Sí estuvieron su familia, sus vecinas y vecinos, quienes la buscaron y encontraron de la peor manera, quienes gritaron su nombre para que se haga justicia. Nunca dejamos de hablar de ella porque no queremos que esto vuelva a pasarle a nadie, porque luchamos para, y hasta, que todo sea como ella lo soñaba.

Pasaron 1265 días para que Roque Adrían Rodríguez fuera condenado. Hoy decimos su nombre porque siempre son los nuestros los que se dicen, nunca los de ellos. Lo decimos y también gritamos que en el barrio Virgen Desatanudos de La Rioja el Estado tiene una deuda enorme y debe cumplirla por Sabina, por todas y todos. Hoy se hizo un poco de justicia pero la lucha sigue y siempre seguiremos hablando de Sabina.