La marcha atrás en menos de un día del gobierno nacional en su intención de crear una Subsecretaría de Resiliencia despertó críticas de diferentes sectores. Entre ellos, obviamente, de Juntos por el Cambio. Lo paradójico es que la Ciudad de Buenos Aires cuenta desde el 2017 con un área de «Resiliencia», un término de la política «moderna» tan ambiguo como difícil de concretizar.

«La Estrategia de Resiliencia de la Ciudad promueve políticas para hacer frente la urbanización, la globalización y el cambio climático. Hoy las ciudades tienen desafíos tan diversos como la intensificación del flujo de personas, la gestión de riesgos o la integración social y urbana de barrios populares. A través de esta Estrategia, buscamos construir una ciudad mejor preparada y capaz de anticiparse hoy a los desafíos del futuro con propuestas que mejoren la calidad de vida de todos aquellos que vivimos y transitamos la Ciudad», sostiene el gobierno porteño que tiene un espacio específico dedicado a su concepto de «Buenos Aires Resiliente».

El programa depende de la Dirección General de Intercambio de Gestión (sic), de Jefatura de Gobierno. Cuenta con un presupuesto de 46,9 millones de pesos. No es tan alto para los valores que manejan otras direcciones del Ejecutivo, por lo que gran parte van destinados a sueldos y gastos corrientes, y poco a algunas de las cinco metas grandilocuentes planteadas por el área que dirige David Groisman:

Diversidad, género y convivencia («para promover el pleno desarrollo de las mujeres y la diversidad como un valor identitario»); Innovación, talento y oportunidades («Educación inclusiva de calidad para los empleos del futuro y generación de oportunidades para la innovación y el desarrollo económico»); Ambiente y sustentabilidad («Potenciar la infraestructura verde, energía sustentable y una política integral de residuos urbanos»); Integración social y urbana («Mejorar el acceso a viviendas de calidad, la movilidad sostenible y promover la convivencia y el disfrute del espacio público»), y Seguridad y gestión de riesgos («Preparar a la Ciudad frente a los impactos del cambio climático, construir espacios más seguros y una ciudadanía informada para hacer frente a estos desafíos»).

Además, afirman que incorporan tres ejes transversales «que cruzan a cada uno de los pilares y potencian la mirada a futuro de la Ciudad: Visión metropolitana, Participación ciudadana y Datos y tecnología». Y concluyen: «Resiliencia es adaptar los nuevos retos que se presentan en el siglo XXI y transformarlos en oportunidades de crecimiento y desarrollo para todos los vecinos de la Ciudad.

Un problema de catalogar áreas con términos tan abstractos es que sus metas coinciden con las de otras diferentes secretarías y ministerios. Pero hay otras áreas de Jefatura de Gobierno porteño con esencias difíciles de definir y acciones que se desconocen: hay una de «Diálogo social», otra de «Planificación y Discurso»; otra que es «Buenos Aires Convive» (que se entrecruza con el de Resiliencia).

Desde el gobierno porteño enfatizaron que “Buenos Aires Resiliente es una línea de trabajo del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires con Global Resilient Cities Network (GRCN) para promover el intercambio de buenas prácticas y la cooperación entre ciudades de todo el mundo. En un contexto marcado por eventos naturales extremos cada vez más intensos y frecuentes, las ciudades buscan prepararse mejor para anticipar y mitigar los riesgos”.

«Buenos Aires Resiliente constituye una oportunidad para pensar de forma reflexiva y generar soluciones innovadoras y colectivas que permitan a la Ciudad estar mejor preparada para responder a los impactos agudos, superar tensiones, manejar las problemáticas actuales y enfrentar los desafíos futuros», agregaron.

Previo a ingresar en Ciudad, Groisman trabajó en CIPPEC, el BID y el Banco Mundial. Además, tuvo un cargo en la jefatura de Gabinete de Presidencia entre 2006 y 2008 en gestión de proyectos con las provincias. Su jefe de ese entonces era Alberto Fernández.