La soledad de la ruta interrumpida sólo por el paisaje fue apenas un falso preámbulo. De cerca, cuando el pueblo que parecía desierto llenaba la plaza, la respuesta llegó como una ola expansiva. Todavía había silencio. De pronto, los parlantes anunciaron el nombre de un chico. No más de ocho años. Avanzó lento, tímido, por la cinta de asfalto. Como podía, sostenía (a los abrazos) a un ganso que colgaba sus patas hasta el suelo. Y se la bancaron. Juntos desfilaron por el centro, mientras recibieron el aplauso como premio. Fue en el pueblo de Campanas (La Rioja), que le debe su nombre a las piedras de la montaña: si se golpea unas con otras, se desprende un sonido a campanada. Era una travesía rutera que nos sumergió en otro mundo poblado con pollitos, gatos, perros hasta caballos, vacas y cabras. Esa jornada el pueblo festejó el Día del Animal. Esta semana, Campanas celebró su aniversario, y se sumó a ese enorme universo de baile, música, color y gastronomía que son las fiestas y festivales argentinos. Ocurren todo el año, pero en verano explotan. Ciudades y pueblos que, con los motivos más variados, encuentran algo para nada menor en estas épocas: la alegría del encuentro.

En territorio riojano es tiempo de harina, agua y albahaca. Es tiempo de Chaya. Es LA FIESTA (con mayúscula) de los riojanos, y en los barrios de la ciudad capital los músicos, que hay muchísimos, abren sus patios donde se baila y festeja desde la mañana hasta, literalmente, el otro día. Una fiesta de culto. La canción “El Camión de Germán” es uno de los himnos. No puede faltar un ramito de albahaca, el brindis, y una bolsita de harina, que es lo que iguala a todos y todas (además de la alegría, claro). En las calles, hoteles, fincas y plazas, es la Chaya. Después, por la noche, proliferan espectáculos con artistas de todos lados. Será Galleguillo el que levante aunque llueva, relampagueé o lo que sea que se le ocurra dar al inmenso cielo riojano.

Strudel gigante, durante la Fiesta que lo homenajea, en el sudoeste bonaerense.

Rutas argentinas hasta el fin

Quizás sea el ansia de celebración después de la pandemia, o simplemente el calor del verano el que anima a estar toda la noche celebrando bajo las estrellas. Pero festejar es humano. Y, aunque los noticieros parezcan decir lo contrario, acá sobran los motivos. Están los siempre publicitados carnavales, pero hay muchas otras fiestas argentinas que se descubren casi al pasar, como cuando en plena travesía por la Ruta Nacional 40 se averió el cárter del vehículo a 3800 metros sobre el nivel del mar, en plena puna jujeña. Precipicio a un lado y montaña al otro. Nada más que nosotros. La tarde que se esconde rápido entre las cimas. Detrás de una curva, el motor de una vieja camioneta con caja cubierta. El conductor alcanza a gritar: “¡Súbanse como puedan que voy sin frenos!”. La caída fue amortizada por bolsas de papa y cebollas. A los quince minutos era de noche. Llegamos al pueblo de Coyaguaima donde en los años ’70, cada fin de semana durante un año, 50 familias hicieron ladrillos de adobe con los que construyeron la escuela. Leo Flores recibía a la gente. Fue el primer abanderado de aquella escuela y luego estudió para enfermero, pero hace de todo, hasta arreglar vehículos. Había fiesta. El aniversario de la escuela coincidía con el 25 de Mayo, y pasó a ser la fiesta del pueblo. Almuerzo comunitario, asado de llama, empanadas y torta gigante, juegos de adobe en la plaza, campeonatos de fútbol con chicos y chicas de toda la región a más de 4000 metros de altura.

Muchos quieren saber qué fiesta conocer. Buenas son todas, porque es alegría y la importancia está en el festejo unido. Y que gracias al festival local, cada ciudad pueda «exportar» una imagen y una historia. Que a su vez le permite recibir a grandes artistas que tocan gratis para la gente, y el pueblo tiene por esos días un dinamismo económico sin igual. Pergamino, por ejemplo, hace el Festival Yupanquino en homenaje a Don Atahualpa, donde  tocó Pedro Aznar. Balcarce, ciudad de Fangio, llevó adelante la Fiesta Nacional del Automovilismo.

Vendimia en Mendoza.

En la Argentina hay más de 3000 fiestas nacionales. Después están las provinciales. En Buenos Aires hay más de 600 eventos populares. Imposible enumerar a todas. Muchas se focalizan en productos gastronómicos típicos de su región. Solo en el verano está la del Tomate en La Plata, la de la frambuesa en Benito Juárez, la de la Carbonada en Saavedra… Gesell ostenta un galardón preciado: la Fiesta del Chocolate. Chocogesell tuvo su primera edición en 1996, se convirtió en un ícono que tiene como protagonistas a los budines y tortas de tradición centroeuropea, los alfajores, los licores y todo tipo de confituras elaboradas a base de cacao.

Pero son las perlitas que brinda el camino las que llenan el corazón. Las hay enormes, famosas y antiguas, como la Fiesta de la Vendimia en Mendoza, tradicional, magnánima, con una infraestructura para más de 400 actores en escena. Se realiza en la primera semana de marzo tras desarrollar fiestas departamentales en toda la provincia. La vecina San Juan rinde homenaje al Sol, con su fiesta entre el 21 al 25 de febrero. Un lujo. También tiene expo productiva. De nuevo: además de hacer feliz al pueblo, las fiestas sirven para vender el lugar.

En eso sobresalen las Fiestas de la Cereza en Los Antiguos; del Lúpulo en El Bolsón; de la Mandarina en Catamarca; del Pomelo en Formosa, la Sandía en Entre Ríos y Corrientes o las más antiguas en su concepto como la del Inti Raymi en Santa María, Catamarca.

Jujuy ostenta más fiestas que días en el calendario. Este mes en Amaicha del Valle (Tucumán) se realiza la Fiesta Nacional de la Pachamama. Los Amaichas están organizados desde hace cuatro siglos con un consejo de ancianos. Un Cacique –hoy es Miguel Flores–,  y una plaza del pueblo que sirve de escenario para el desfile y la elección de la “Pachamama de Oro”. Nada que ver con las “reinas” de otras fiestas. Acá se elige a la anciana más anciana de la comunidad y se la distingue por su sabiduría y su experiencia, esa que la llevó a transitar la vida hasta casi los cien años. Porque ante todo, las fiestas son su gente.

Del OVNI a las mariposas

Para comprobar la diversidad de las fiestas argentinas hay que mirar a Capilla del Monte, Córdoba. Ahí se organiza cada febrero el Festival Nacional Alienígena. El Cerro Uritorco es la estrella. Hay películas temáticas, charlas, disfraces, caminatas y bicicleteadas tipo ET. También está la Fiesta Nacional del Chamamé en Corrientes, que tuvo su 32° edición en enero. Este mes la oferta es variada: desde la Fiesta de la Artesanía en Colón (Entre Ríos) hasta la Fiesta Nacional del Salmón en Camarones, Chubut. Provincia de Buenos Aires es el distrito con más eventos populares del país: Adolfo Alsina celebrará la Fiesta del Turismo Termal, Carlos Casares ofrecerá su ya mítica Fiesta Nacional del Girasol; General Alvarado tiene dos: la Fiesta del Camionero y la del Agricultor. Baradero sobresale con su 48º Festival Nacional de Música Popular Argentina; en el partido de Coronel Rosales se hace la 14° Fiesta de los Humedales; Chacabuco y su 19º Fiesta de la Empanada; y Punta Indio lleva adelante la 9º Fiesta de la Mariposa Bandera en honor a la Morpho Epistrophus Argentinus, considerada la mariposa nacional. El evento tendrá «actividades de concientización sobre la problemática actual que atraviesa este ejemplar».

Fiesta Nacional de la Federación en Monte.
La Santa Federación vive en Monte

Si en Salta se celebra el natalicio del “Héroe Nacional Gaucho”, Juan Martín Miguel de Güemes, en San Miguel del Monte la historia tiene su anclaje con Juan Manuel de Rosas y su guardia: Los Colorados del Monte.

Cada marzo, en la semana del 22, se recuerda cuando Rosas en 1833 se dirigió a lo que se llamó “La Campaña al Desierto”, en este pueblo que en ese momento era considerado “de frontera” junto al río Salado. Aquí se desarrolla la Fiesta Nacional de la Federación que este año cumple su 20° edición.

Ver desfilar a la Guardia del Monte con sus camisas y chiripá rojos punzó, desde el predio rural junto a la laguna, es todo un espectáculo. Un imperdible en Monte es el “Rancho de Rosas”. Dicen que desde Facundo Quiroga hasta Charles Darwin pasaron por aquí. Fue construido en 1817 y hoy es Reliquia Histórica. Además, está el Museo de los Colorados del Monte, pero por sobre todo es saber que la fiesta popular hace referencia a una guardia hoy integrada por jóvenes locales, declarado como Guardia Simbólica del gobierno de la provincia.

El encanto de la frambuesa

En febrero del 2003 se realizó por primera vez, en el Complejo Deportivo Club Loma Negra, la Fiesta de la Frambuesa, reuniendo a los habitantes de los pueblos turísticos Villa Cacique y Barker, partido de Benito Juárez.

Comentan que el evento rinde homenaje a la actividad productiva del centro sur bonaerense y permite la visita a las plantaciones de frambuesa y participar de la cosecha. 

«Ubicado al pie de un cerro y rodeado de eucaliptos, el cultivo de los frutos se ve favorecido por el microclima que genera el paisaje. Allí se elaboran y producen frutas frescas, congeladas y dulces, entre otros productos artesanales», describen desde la Provincia. 

Durante la celebración se elaboran recetas en vivo y se ofrecen espectáculos musicales, como este año fue Fabiana Cantilo. Los habitantes invitan a recorrer establecimientos donde se producen dulces regionales y campos sembrados del fruto rojo: «Uno de los momentos destacados es la unión entre los distintos pasteles que se prepararon con la frambuesa como ingrediente estrella, para formar una tarta gigante que cada año supera bate récords de tamaño y dulzura».  

Fiesta del Girasol en Carlos Casares.