A los lazos entre el gobierno de Mauricio Macri y la espiritualidad los abonan las reiteradas visitas de gurúes como Sri Sri Raví Shankar y la afición del mandatario por prácticas como la de la armonización budista. Pero a nadie en el gobierno nacional se le ocurre sostener el carácter científico de esa proliferación de cuencos, gongs y chakras en el gabinete. La semana pasada, sin embargo, el Centro Cultural de la Ciencia (C3), dependiente del Ministerio de Ciencia y Tecnología, albergó un «Encuentro gratuito de Ciencias y Espiritualidad», organizado por una entidad privada, la Fundación Columbia de Conciencia y Energía.

De este modo, las llamadas «pseudociencias» desembarcaron con todo en el C3, el lugar que durante la primera parte de su gestión –en el gobierno anterior– el ministro Lino Barañao había ayudado a convertir en un ícono de la popularización del conocimiento científico en la Argentina.

Tras la cesión del C3 a Columbia, el 23 de marzo, en una resolución firmada por su decano, el doctor Juan Carlos Reboreda, el consejo directivo de la Facultad de Ciencias Exactas de la UBA expresó un «enérgico repudio» y solicito al MinCyT «una disculpa pública por haber facilitado sus instalaciones para una actividad de una fundación que promueve la pseudociencia».

«Es preocupante la cesión de ese espacio para una fundación que promociona sus actividades utilizando un lenguaje tomado de la ciencia, y que presenta creencias sin sustento empírico ni racional alguno como si fuesen resultados de la ciencia», dice, en diálogo con Tiempo, el doctor Luis Baraldo, vicedecano de Exactas.

Mayor gravedad, explica, revistió el hecho al sumar expositores que son investigadores del Conicet, lo cual puede dar a la sociedad la falsa imagen de que se trata de actividades científicas.

En efecto, la conferencia incluyó las disertaciones de la licenciada Ana María Llamazares, una antropóloga que estudia el chamanismo, y el doctor Fernando Pitossi, bioquímico y practicante de la meditación budista-tibetana». «¿Puede la espiritualidad ofrecerle a la ciencia nuevos espacios de indagación que hoy no está alcanzando?», se preguntaban los organizadores en la presentación oficial de la jornada en el C3, creado en el Polo Científico Tecnológico con el declarado «objetivo de acercar la ciencia y la tecnología a la sociedad». Baraldo explica el por qué del repudio desde Exactas: «Nuestra responsabilidad como científicos no es sólo definir qué es ciencia, sino también denunciar qué no es ciencia».

Si bien el folleto de presentación del evento anunciaba al ministro como presentador, finalmente Barañao no pudo ser el anfitrión de la Fundación Columbia. En rigor, ya había sido su huésped, cuando el 24 de noviembre del año pasado visitó la sede de Borges al 2000, en Palermo, donde disertó –se llamó a sí mismo «hereje» por estar allí– poco antes de la entrega de dos becas de investigación, una sobre «mindfulness» y otra otorgada al presidente del Instituto de Psicología Paranormal. Se trata, en definitiva, del ministro de un gobierno que lleva adelante un brutal ajuste en ciencia y que, ante las protestas de la comunidad científica, no duda en ridiculizar a las ciencias sociales con su ejército de trolls. Como alguna vez dijo el hoy presidente Macri, «una política con espiritualidad». «