El sector de Javier Milei encontró hace tiempo terrenos fértiles para la acción política y la representatividad. Sobre todo con el público joven masculino. En lo virtual, las redes. En lo territorial, los trabajadores de aplicaciones como Uber, Rappi y Pedidos Ya. Un grupo altamente precarizado, meritocrático e individualista donde el discurso libertario parece haber conseguido portavoces predilectos. ¿Pero por qué? ¿Cómo trabajan y qué piensan?

La postal es de hace unos diez días. Primera caravana de Milei por el conurbano. El lugar elegido: Ramos Mejía, La Matanza. Subido al vehículo, mientras saluda desenfrenado, le acercan elementos para autografiar. Entre ellos, uno brillante. La mochila de Rappi. Las campañas también se conforman de imágenes e íconos.

Esta semana hicieron explícita esa relación: el candidato a jefe de gobierno porteño, Ramiro Marra, se reunió con un grupo de deliverys para «escuchar todas sus preocupaciones. Entre las principales, está que los sindicatos buscan impedir que trabajen en libertad y quedarse con su dinero», declaró el diputado, hasta terminar con un llamamiento a los «que están en la calle» para «promover nuestras ideas de la libertad». Luego abrieron un formulario para que se anoten a militar «casa por casa» por LLA.

«En un día gano lo que sacaba en una semana en una fábrica»

El sector venía en ascenso, pero la pandemia y el aislamiento generó que los deliverys se multiplicaran. Pablo tiene 26 años y vive en Balvanera. Cuenta a Tiempo que eligió trabajar en Rappi porque en Pedidos Ya los horarios eran fijos y en algún momento quiere alternar el laburo con el ingreso a la universidad. Trabaja casi 12 horas por día. Pero está satisfecho. Le pagan por semana hasta 90 mil pesos. «Lo que gano en un día acá lo sacaba en una semana encerrado en una fábrica, no tiene comparación».

Las apps tienen premios, castigos y jerarquías, de acuerdo a cuánto le dediques y cuántos pedidos vayas logrando en menos tiempo. Si tardás, si rechazás pedidos, si el cliente se queja, entonces descendés o dejan de llegarte viajes.

Foto: Edgardo Gómez

Pablo está en la categoría Plata, la tercera dentro de Rappi. Por cada pedido recibe $ 390 (lo aumentaron recientemente), con un plus del 15%. Los que están en Básico y Bronce no tienen plus, en cambio si llega a Diamante se le paga hasta un 30% adicional. En Pedidos Ya dividen por un ranking del 1 al 8. Pablo anda en bici. A quienes están en moto le abonan cerca de 500 pesos el pedido, y en auto son 890.

Las aplicaciones demandan estar «a disposición», y pensar cálculos y estrategias cotidianas. En Rappi es clave «reservar» turnos en franjas horarias antes de arrancar la jornada, para asegurarse que lleguen pedidos. La competencia es invisible.

A eso se suman las «rappirecompensas»: si cumplís con el objetivo de once pedidos un viernes de 19 a 24 horas, a la semana siguiente recibís $ 1900 de premio. «Hace poco un restaurante me ofreció trabajar por 500 pesos la hora. Obvio que no fui, acá gano el triple y elijo mis horarios», resume Pablo, que no sabe todavía si va a votar, aunque reconoce la afinidad de Milei con su sector laboral: «Él busca la libertad y Rappi es libertad para mí».

Ni negativo, ni necesario

Algo se repite en los testimonios. Carecer de jefe o dueño de empresa visible no lo ven como algo negativo, sino lo contrario. Se sienten autónomos, aunque luego deban hacerse cargo si sufren un accidente. La falta de obra social, aportes, aguinaldo o derechos laborales tampoco lo ven como algo negativo. Ni siquiera necesario.

Los inmigrantes cada vez ocupan más lugar en el mundo de deliverys. Osvaldo llegó desde Venezuela poco antes de la pandemia. Tiene 36 años y es ingeniero eléctrico. Trabajó en la Subestación Eléctrica de Guayana, una de las más importantes de su país. Apenas llegó a CABA dejó el CV en Edesur. Me llamaron rapidísimo para que entre a trabajar, pero cuando vi lo que me iban a pagar no fui. Ni siquiera empecé”, señala a este diario. Otros compatriotas le habían sugerido Rappi y no dudó en probar.

Vive en La Boca. Reconoce que no tiene día libre y que está casi 12 horas arriba de la bicicleta por jornada, pero destaca: «acá salen los pedidos rápido, no tengo que esperar, ni matarme pedaleando».

No teme a la inseguridad en las calles y la única que vez que en Argentina le robaron, fue durante un allanamiento en la pensión donde paraba porque la policía había ido a buscar a uno de sus vecinos. “Me llevaron unos dólares y papeles. Fueron los mismos polis”, confiesa riéndose.

La AFIP le cerró su primera cuenta de Rappi. Ahora lo hace con una de las tantas que pululan en el «mercado negro» de usuarios. “Ustedes tienen la posibilidad que nosotros nunca tuvimos de terminar con el socialismo”, sostiene Osvaldo, que igualmente, como extranjero, no puede votar a presidente.

Cosas que hacen ruido

El italiano Claudio Lauría, de 49, piensa diferente a Osvaldo. Llegó 2008 y compró un PH en La Boca con parte de la herencia que recibió por la casa familiar de Roma. Es artista y así recorrió varios países. Tras una gira teatral sin grandes resultados, en 2019 llegaron las deudas. Uno de los muchachos que alquilaba una de las habitaciones de su PH le habló de las bondades de Uber. “Empecé por necesidad. Pero hoy puedo decir que la aplicación está muy buena. Se gana bien siempre y cuando tengas coche propio”, esgrime. 

Respecto al fenómeno Milei, se explaya: “por lo que me comenta la gente que llevo y le pregunto, y un poco adhiero, es que no genera fanatismo aunque sí lo veo agresivo, no te deja hablar y tiene cosas retrógradas como su postura ante el aborto, la ESI, en contra del matrimonio igualitario. Hay muchas cosas que hacen ruido, pero percibimos que lo que propone es lo que nosotros consideramos justo, bajar los impuestos, reemplazar la indemnización por un seguro de desempleo…”. 

“Debido a que en este momento la economía es lo prioritario, suponemos que es mejor votar a uno que se espera que pueda resolver la economía, sabiendo que se puede mandar alguna una cagada a nivel social, pero en ese caso bajaremos a la calle para impedírselo”, añade Claudio, que en la actualidad alterna Uber, Didi e InDrive, a las que les dedica entre 30 y 40 horas semanales, de miércoles a domingos, “porque hay más movimiento y porque disfruto de relajarme los lunes y martes”. 

Gracias a este trabajo, el muchacho italiano admite que las “pausas” que hace los viernes, sábados o domingos le permitieron conocer lugares tan disímiles como San Isidro, Lomas de Zamora o Canning, entre Esteban Echeverría y Ezeiza. Es que tiene un riguroso método que le da excelentes resultados: “Acepto cualquier viaje y a cualquier hora. Me reditúa mucho ir a las 21 a Ingeniero Maschwitz. Serán 7000 pesos en 40 minutos. Estaré dos horas para volverme a capital con otro viaje, sin tráfico, y mientras tanto me tomó un café, o conozco algún circuito gastronómico. Hay conductores que no salen de Capital por las razones que fuera y ganan menos que yo”. En líneas generales un conductor puede ganar en promedio unos 3000 o 4000 pesos la hora. 

Alternativas

Al margen de lo que generan las aplicaciones y cómo el algoritmo rige la vida de los trabajadores, en la localidad de Villa Ballester, partido de San Martín, se creó en 2021 la Cooperativa de Trabajadores Repartidores Unidos (TRU) conformada por unos 15 deliverys que estaban cansados del destrato que recibían por parte de las aplicaciones y lograron generar una fluida comunidad con más de 40 locales de la zona. 

El presidente de TRU, Pablo Gómez, de 52 años, da su mirada sobre la irrupción liberal en el rubro: “La juventud está muy de ese lado de la vida. En la cooperativa debatimos mucho sobre el tema. Si bien hoy estamos en la UTEP, en el Movimiento Evita, nosotros nacimos de forma independiente, sin una organización social de por medio, donde cada uno tiene sus preferencias personales”.

Y puntualiza: “En nuestras filas hay compañeros que no vivieron lo de Alfonsín, ni el Rodrigazo, algunos ni si quiera lo del 2001, entonces la información que circula en las redes, sumado a que sería una especie de lo nuevo, todo eso es como que los deslumbra un poco”.

Pablo advierte que el sector atraviesa intensas discusiones entre quienes quieren “la sindicalización, estar en blanco, paritarias, una Obra Social” y aquellos que sostienen que “si pasa eso las APP van a desparecer y se van a quedar sin trabajo”. El presidente de TRU concluye que no necesariamente es así: “Hace años que yo tengo trabajo sin la APP. Obviamente que hay que organizarse y reinventarse. Pero se puede”.

Sindicalizados

Hubo un hecho que aceleró la relación de LLA con los «chicos Rappi». En octubre de 2022 el Senado bonaerense había aprobado con el apoyo de todos los bloques un proyecto de ley presentado por Omar Plaini, con apoyo de la CGT, que creaba un registro obligatorio donde las empresas de las aplicaciones estaban obligadas a inscribir tanto a los trabajadores como a los vehículos utilizados, entre otras cuestiones. En abril, legisladores de JxC, LLA y trabajadores de estas apps –muchos motivados e instados a participar por representantes de las multinacionales que dieron incentivos económicos– se manifestaron en la Legislatura y lograron frenar la norma.

Sectores más organizados como la Asociación Sindical de Repartidores Independientes se muestran en contra de los libertarios. Mauro López, el líder de la ASRI, grafica: “Hay algunos compañeros que dicen ser independientes, pero no es cierto eso; desde el movimiento obrero tenemos que aportarles herramientas”. «