Un mes después de las elecciones de constituyentes, donde se reconfiguró el mapa de la política chilena, moviéndose hacia la izquierda e infligiendo una dura derrota a los sectores que por treinta años habían conducido la política trasandina (la Concertación y la Derecha), los siete constituyentes mapuche designaron como candidata a ocupar la presidencia de la Convención que modificará la Constitución de Augusto Pinochet a la académica mapuche Elisa Loncón. Diez días después, el Frente Amplio (FA), el espacio progresista surgido de los jóvenes que participaron en las multitudinarias manifestaciones de 2011, apoyó dicha proclamación.

Con esto empezó a saberse quién era esta doctora en Humanidades y Lingüística de la Universidad de Leiden (Holanda), que se desempeña en la Universidad de Santiago, donde conducía Diálogo Intercultural, el primer espacio de TV sobre el mundo indígena. Antes Loncón había participado del Consejo de Todas las Tierras, la primera reivindicación mapuche de la postdictadura con motivo de los 500 años del llamado Descubrimiento de América, donde tuvo activa participación en el diseño de la bandera mapuche, o wenüfoye en mapudungun. Fue esta bandera la que se convirtió en el emblema del estallido social.

Pero el domingo 4 de julio todo esto podía quedar en el anecdotario si no ganaba la presidencia de la Convención. Ese día las condiciones no eran las ideales ya que a los disturbios, ocasionados por la represión de Carabineros a las afueras del ex Congreso Nacional, apareció una contendora que también representaba a un pueblo originario (colla). Se trataba de Isabel Godoy que estaba apoyada por el Partido Comunista (PC) y la Lista del Pueblo, un grupo de independientes de izquierda que se articuló políticamente a nivel nacional para la elección de constituyentes. Precisamente Loncón, Godoy y el candidato de la derecha (con cero posibilidades de ganar) fueron los más votados por sus pares una vez que se pudo sesionar. 

La particularidad en esto radicaba en que tanto Loncón como Godoy estaban apoyados por el mismo espacio, que en dos semanas enfrentará en una primaria presidencial al diputado Gabriel Boric (FA) y al alcalde de Recoleta Daniel Jadue (PC). Loncón obtuvo una cómoda diferencia, pero le faltaba para obtener el 50% + 1 de los votos, y se fue a una segunda vuelta. Ni el PC ni el FA quisieron adelantar la disputa de las primarias del 18 de julio, así que Elisa Loncón logró un incuestionable triunfo, porque detrás de su triunfo no sólo confluyeron el FA, el PC y la Lista del Pueblo, sino también el Partido Socialista, el único partido importante de la Concertación.

Así los 154 constituyentes —uno no pudo asistir por ser contacto estrecho—de la primera convención paritaria (78 varones, 77 mujeres) observaron esta elección bajo una carpa, y luego de su triunfo fue ella, ataviada con el atuendo típico mapuche, la que condujo la sesión. Sus primeras palabras fueron en mapudungun y emocionó a muchos, porque hasta hace bien poco era impensado que una mapuche y feminista llegara a un lugar como este.

Si bien la Convención tiene un año para redactar una nueva Constitución y en este sentido tiene carácter provisorio, eso no la hace menos importante, porque el modelo estable del país trasandino se basó en la Constitución de Pinochet, que dejó en manos del mercado todo lo que no pudiera regular, incluidos salud, educación y pensiones. Esas fueron las demandas de las manifestaciones del estallido social, por lo que ahora se espera un rediseño que implicará —por lo que se vio en esta votación— una Constitución bastante progresista y donde la derecha no tiene nada que hacer y mucho qué estorbar.

Esta nueva política, que medida en términos de votación representa casi el 65% de la Convención Constituyente, se caracteriza por estar formada por personas que no vienen de los partidos que condujeron estos 30 años de la postdictadura. Por eso las demandas feministas, de derechos humanos y de los pueblos originarios tienen un lugar central y no de decorado en este escenario. Por eso cuando algunos constituyentes se enteraron de la represión de Carabineros, se interrumpió el inicio de la sesión. Y es que era tan importante lo que sucedía afuera como lo que sucedía adentro del ex Congreso Nacional. O dicho de otro modo, lo que sucedía adentro era posible por el movimiento social.

En una entrevista de noviembre de 2020, Elisa Locón explicó cómo veía el feminismo desde la lucha indígena: “El movimiento feminista se tiene que descolonizar para mirar de otra manera la participación indígena, como una lucha en igualdad de condiciones con compañeras que son indígenas, que ven el mundo y la naturaleza de otra manera”.  En la misma noche de su elección, agregó: “Las mujeres son las que han instalado una lucha concreta contra el patriarcado y contra el colonialismo. Las naciones originarias dialogamos mucho con el movimiento feminista desde esa mirada, porque así como las mujeres han sido oprimidas en sus derechos, los pueblos originarios también lo hemos sido”. Esta académica incluyó además a los sectores que militan la defensa del agua y concluyó que “lo que no queremos es que se reproduzca esta democracia pactada, que nos significó todo un retroceso a nivel de participación en este país”. Y es que el estallido social produjo una serie de reivindicaciones que están impuestas por la ciudadanía como un mandato.

Creo que con la elección de Loncón se cierra, en parte, el ciclo iniciado con el estallido social, porque fue gracias a él y al uso de la bandera mapuche que la sociedad le dio reconocimiento al pueblo mapuche, y por extensión a todos los pueblos originarios. Es la misma bandera que Elisa Loncón ayudó a diseñar cuando la postdictadura, con esos dos bloques políticos (centroizquierda y centroderecha), recién se instalaba. Puede decirse que tener como autoridad a una mujer mapuche en el lugar que decidirá qué modelo de país tendremos es toda una señal.

La historia familiar de Elisa Loncón además es todo un reflejo de lo que ha sido la opresión del pueblo mapuche y de la lucha que ha dado por más de un siglo. Su bisabuelo era el lonco Loncomil, aliado de Quilapán, que luchó contra la ocupación militar del wallmapu (territorio mapuche), quien una vez que las comunidades se rindieron se quedó sin tierras; entonces para optar a una tierra tuvo que adoptar el apellido Loncón, que era un señor sin familia que podía compartir un pedazo de tierra con ese bisabuelo.

Al día siguiente de esta elección, la Convención no pudo sesionar, porque el ex Congreso no contaba en su interior con los requerimientos técnicos para hacerlo, o mejor dicho afuera en la carpa provisoria no había problema, pero adentro era imposible. Y el gobierno de Sebastián Piñera era el encargado de proveer todo para que funcionara.

Dos semanas antes, ese mismo gobierno ya había dado señales de que esto no sería tan así. Ante los requerimientos especiales de los constituyentes mapuche, el secretario técnico y representante del gobierno ante la Convención fue acusado de falta de voluntad para atender estos requerimientos, y exigieron su renuncia. Sin duda esto fue sólo el anuncio de lo que sucedería el lunes 5, cuando la sesión donde se trataría el reglamento y la libertad de los presos políticos del estallido no se pudo llevar a cabo.

Resulta evidente que esto fue una zancadilla que tiene la marca de Sebastián Piñera, y es que al poder, o lo que queda de él (el poder real está en los constituyentes), le incomoda la Convención y más aún esta presidenta. Esta nueva Constitución, que no estaba en los planes de Piñera ni de nadie hasta el 18 de octubre de 2019, no sólo borrará la herencia pinochetista, sino que será redactada por constituyentes electos por voto popular. Este malestar se vio reflejado inmediatamente aquel domingo en redes sociales, cuando sectores de derecha señalaban, indignados, que había sido electa una “india”. Para estos sectores, ya era un desastre esta Convención, pero que la dirigiera una mapuche y feminista era un anuncio de los cambios que se venían. Cambios que no podrán detener por más zancadillas que hagan, porque lo que está en marcha en Chile no es una simple convención, sino un proceso de cambio histórico.

El artículo fue producido por Latfem y se publica en el marco del acuerdo colaborativo con Tiempo Argentino.