El proyecto Escuelas del Futuro del Ministerio de Educación de la Nación “prescinde de un diagnóstico integral de la situación educativa actual; sobrevalora la función de la tecnología digital en la educación; desdibuja los roles de docentes y estudiantes; banaliza y confunde los campos y orígenes de los conocimientos; carece de perspectiva histórica y promueve una visión de progreso acrítica; formula una propuesta educativa respondiendo a criterios propios de la mercadotecnia; y elige productos de marcas definidas sobre los que se asientan la propuesta y las guías didácticas”.

El lapidario diagnóstico forma parte de un documento entregado al ministro Alejandro Finocchiaro por un grupo autoconvocado de investigadores y profesionales de la educación de más de 15 instituciones; entre ellas las universidades nacionales de Buenos Aires, Río Negro, La Plata, Córdoba, Rosario, Río Cuarto, la Universidad Pedagógica, el Instituto Balseiro, FLACSO y el CONICET.

Los académicos decidieron formalizar su opinión ante la ausencia de debate promovido por el Ministerio y la trascendencia de las modificaciones propuestas en los pocos documentos oficiales: un dossier y las guías didácticas que pueden leerse en la página de la cartera conducida por Finocchiaro. Es precisamente de esos materiales que se desprende el cuestionamiento más serio para el tipo de reforma propuesta: “no elabora un planteo sólido desde sus fundamentos pedagógico-didácticos ni epistemológicos, así como tampoco integra recorridos realizados en Argentina y otros países”.

De ahí que “las declaraciones de principios y los ejes de implementación (del proyecto) adoptan un carácter fundacional, limitándose principalmente a la incorporación masiva, acrítica y desarticulada de tecnología”. Algo que se torna más grave cuando “todos los ‘ejes de implementación’ de Escuelas del Futuro requieren Windows, pese al importante desarrollo de sistemas operativos sofisticados y robustos de acceso libre”. Por todo eso, afirman, “la configuración del proyecto se aproxima más a una publicidad del subgénero catálogo de productos que a una propuesta educativa fundamentada”.

En relación al rol docente, los especialistas entienden que está “desdibujado” en las figuras de “animador” o “facilitador”. Mientras que los estudiantes son identificados como “usuarios” o como personajes de mundos ficcionales (“héroes” y “superhéroes”, tal como dice la página 5 del Dossier) u oníricos (en las págs. 3, 5 y 20 del mismo documento). Estas apelaciones marcan una “tendencia a la marketización de la educación”.

Para finalizar, los investigadores explican que no buscan desalentar la innovación en el ámbito educativo ni la inclusión de tecnología; pero siempre que esta salga de una consideración de “las múltiples fuentes y experiencias para fundamentarlas”. «