En la provincia de Salta una mujer abocada al boxeo es referente de una fundación y conduce -junto a un grupo de personas- un micro emprendimiento destinado a la elaboración de ladrillos de plástico a través del reciclaje de botellas. Lo hace para suplir necesidades habitacionales insatisfechas de las familias del pueblo de Tartagal y la comunidad Wichí. Cuenta que con una enfardadora casera, hecha de madera, brindan trabajo a muchas personas. Enfatiza en todo lo que podrían hacer si tuvieran los medios necesarios para las producciones autogestivas.

“La Fundación Narices Chatas nació cuando realicé la primera actividad boxística, fue en el 97 cuando yo tenía 20 años”, contó a Tiempo, Fabiola Soria. Y continuó recordando: “Inicié el primer campeonato de boxeo de los barrios; lo hice sin experiencia previa, solo lo sentí”.

Con este deporte -que heredó de su abuelo y luego de su hermano- pudo brindar contención a los chicos que la rodean, alejándolos de los consumos problemáticos. “Mi hermano está retirado de la competencia profesional pero sigue como entrenador en nuestro equipo barrial”, repasó Soria, de 43 años. “A mí me despertó las ganas de ser dirigente de este deporte”, enfatizó.

Desde muy chica vio la falta de oportunidades que padecían los boxeadores de su pueblo. Ella observó que faltaba un acompañamiento a quienes querían dedicarse a este deporte: “La gran mayoría se tenía que ir a otra ciudad, algunos a la capital de Salta, muchos a Buenos Aires y también a otras provincias”.

“Por eso hice el torneo de los barrios, para brindar la oportunidad a todas aquellas personas que querían ser boxeadoras”, explicó la mujer. “Lo que realicé fue la réplica de un campeonato que se realizó históricamente en la capital de Salta. Pero que era organizado por el gobierno, diario El Tribuno, el Banco Provincia, es decir, siempre estuvo bien auspiciado, lo nuestro fue a pulmón, lo hicimos sin nada”.

Explicó a este diario que intentaron replicar el formato y el estilo porque la idea era que participe la mayor cantidad de jóvenes de los barrios populares representando cada uno al suyo en igualdad de condiciones. Al tratarse de boxeo de novatos, “no era un evento donde no se podía ver un buen estilo boxístico”, dijo Soria. Y remarcó “pero era divertido y les quedaba el recuerdo de haberlo hecho en algún momento de sus vidas”.

Aquella vez participaron 170 personas, “siempre tuve la certeza de que cualquiera que se propone algo lo puede lograr”, y que quizás resulta difícil pero “no es imposible”, subrayó. Soria tenía ganas de descubrir todas esas cosas y “fue lo más lindo que me pasó en la vida”, cuando se dio cuenta de que “podía llegar a ser una dirigenta en este deporte”. De este modo pudo brindar contención a los jóvenes de su pueblo y la comunidad Wichí.

En abril de 2015 ella viajó a Japón como manager del boxeador Diego “Ricky” Santillán, que fue formado con el boxeo de los barrios. Próximamente irá a México Lautaro “Judoka” Ayala, luchador de EMMA, y permanecerá seis meses en ese país para competir. “A mí me gusta que los sueños de las personas se cumplan”, dijo la dirigenta salteña.

La mujer señaló que organizar un festival de boxeo requiere mucho tiempo, trabajo y dinero, “yo inicié un campeonato sin haber hecho antes una velada de boxística”. Es como siempre quiso hacer las cosas “para que les sirva a muchas personas, por el bien común”.

“Ahora que lo pienso -reflexionó- en esa parte de la historia me doy cuenta de que nacimos como organización social en una etapa difícil de la sociedad argentina”. Y recordó que la zona donde vive la primera fuente de trabajo era YPF, “de ahí salía la plata que circulaba en todo el pueblo”.

La dirigenta repasó que en 1992, durante el gobierno del ex presidente fallecido Carlos Menem, YPF fue privatizada a través de la Ley 24.145: “Desde ese momento nuestra ciudad y las localidades vecinas quedaron sin vida laboral y económica. Era la principal fuente de ingresos”. Desde ese momento la gente tuvo que “empezar a inventar de qué vivir”, dijo y señaló que “en el 97 estalló el pueblo y se produjeron los primeros cortes de rutas”.

Soria explicó que se sumaron a la protesta y que suspendieron los eventos de boxeo que tenían previstos. Esperaron dos fechas para continuar con los torneos. “Vivimos de cerca el cambio negativo que sufrió la sociedad”, aseguró y detalló que fue una “especie de peregrinación buscando una solución al conflicto”.

Al poco tiempo empezaron a llegar los primeros “planes trabajar” a Tartagal, “pero eran muy pocos, unos 60 para toda la población.” Por eso siguieron reclamando y “logramos llegar a 300 y después 500”. Así fue como nació esa economía popular que “hasta el momento no ha cambiado y la seguimos profundizando como podemos”.

Soria hace dos años encabeza un proyecto de fabricación de ladrillos ecológicos reciclando botellas de plástico. Contó a este diario que el principal objetivo es suplir las necesidades habitacionales insatisfechas de la gente de su pueblo y la comunidad Wichí, además de cuidar el medioambiente.

“Les pido encarecidamente a los gobernantes que entiendan lo que significa para nosotros tener una enfardadora”. Necesitan las máquinas porque “tenemos una de madera que hicimos nosotros como pudimos”. Explica que teniendo los medios de producción “podemos generar muchísimos puestos de trabajo: cientos de familias podrían mejorar sus condiciones de vida”. A diario se esfuerzan para lograr el bienestar general, “pero lo real es que necesitamos ayuda”.

Una lucha de mujeres

En el mes de la mujer, Soria recordó con cruda nostalgia la pérdida de una compañera de lucha: “El 8M nosotras estábamos sepultando a Neri López, de 38 años”. Con mucho dolor recordó, “no teníamos un cajón para velarla”. Finalmente pudieron conseguir uno con la municipalidad. “Ella tenía cáncer, era madre de tres niños, ahora nosotras acompañaremos a esos chicos para que no agarren el mal camino”.

Subrayó que militan para revertir hechos de inseguridad “que hace un tiempo atrás nos resultaban algo ajeno y lejano”. Y profundizó en que “ahora hay muchos problemas y se debe a que las personas sufren muchas necesidades. Los jóvenes están desprotegidos y hay que ayudarlos” para que no caigan en los “consumos problemáticos”. Eso es lo que hacen desde la Fundación Narices Chatas, “con el boxeo y el trabajo autogestivo”.

Brindan contención, acompañamiento y un ingreso económico a los pibes de los barrios. Además, hace más de diez años “tenemos el merendero Lohana Berkins, donde ayudamos con alimentos a niños e integrantes del colectivo LGBTIQ”. El principal objetivo es “cuidar a nuestra juventud, porque ellos nos representarán en el futuro”, finalizó Soria.