La frase es tan fuerte como real: un grupo de investigadores del Conicet de Tucumán desarrolló una molécula que podría detener el avance del Parkinson.

Según publicó de forma reciente la revista especializada Cells, se demostró en estudios in vitro que un derivado del antibiótico tetraciclina demeclociclina (DMC), tiene efectos protectores sobre las neuronas que se ven afectadas en la enfermedad de Parkinson (EP). Se trata de una molécula que sienta las bases para pasar a estudios preclínicos y comprobar si puede evitar la muerte de estas células. Es decir, si se puede detener la progresión de la patología que afecta al 1% de la población mayor a 65 años.

La investigación fue liderada por Rosana Chehín, doctora en Bioquímica e investigadora del Conicet en el Instituto de Investigación en Medicina Molecular y Celular Aplicada (IMMCA, Conicet-UNT-Siprosa), con base en Tucumán, y Bruno Figadère del Instituto del Cerebro de París, de la Universidad de Paris-Sud Saclay, en Francia. También integran el grupo los doctores Raisman Vozari y Michael Patrick, quienes fueron clave en la articulación con Francia.

Sintetizar una molécula

“De acuerdo a la literatura científica y a resultados de trabajos previos que realizamos con el grupo de investigación, sabíamos que hay algunas tetraciclinas (antibióticos que se usan para varias enfermedades) que tienen capacidades neuroprotectoras, lo que serviría para un uso potencial tanto para Parkinson como para Alzheimer que son las dos enfermedades que estamos investigando”, explicó a Télam Rodrigo Tomas-Grau, coautor del estudio y becario posdoctoral del Conicet en IMMCA.

Contó que las enfermedades como Parkinson y Alzheimer son crónicas y progresivas, no se puede medicar con antibióticos de por vida ya que llevaría a una resistencia a esos antibióticos: “Lo que nosotros hicimos junto al Instituto del Cerebro de París fue sintetizar una nueva molécula a partir de la demeclociclina que no tiene capacidad antibiótica, es decir que le modificamos un par de cosas de su estructura química para quitarle esa capacidad”.

Una vez que se obtuvo esa nueva molécula realizaron pruebas para ver si mantenía su capacidad neuroprotectora y descubrieron que no sólo continuaba esa propiedad, sino que era mejor aún que la original, con capacidad antibiótica. También comprobaron que tenía efectos antiinflamatorios sobre la neuronas que habían sido afectadas por la toxicidad de la proteína.

Por su parte, Florencia González Lizárraga, becaria posdoctoral del IMMCA y coautora de este descubrimiento, dijo que el nuevo trabajo forma parte de un “ambicioso proyecto de investigación” financiado por la Agencia Nacional de Promoción Científica (ANPCyT), con un subsidio de la Asociación France Parkinson.

Los próximos pasos

Consultado sobre los siguientes pasos, Tomas-Grau señaló que “ésta es la primera fase, que es el desarrollo de la molécula y su prueba en tubos de ensayo y con células; con esta evidencia, el próximo paso sería comenzar a probar en modelos animales, esto es ratones transgénicos que poseen características de la enfermedad, lo que se llaman estudios pre-clínicos, para comprobar eficacia y seguridad”.

No obstante, aclaró que “solo después de haber sorteado exitosamente muchos de estos ensayos en organismos modelo podría ser candidata para ensayos en humanos. El camino es largo, pero dada la abundante evidencia del efecto neuroprotector de tetraciclinas, creemos que justifica seguir trabajando en esta dirección”. Además, contó que “más allá de este desarrollo seguimos en la búsqueda de nuevas moléculas; estamos haciendo el mismo camino con otras tres y estamos muy avanzados. Esta es una rueda de síntesis de nuevas moléculas que se van presentando al mundo para desarrollar estudios específicos y llegar a nuevos fármacos”.

Una afección degenerativa sin cura

La Enfermedad de Parkinson fue descripta y caracterizada hace más de 200 años pero no existe, al día de hoy, un fármaco capaz de detener o enlentecer el proceso de muerte neuronal. Solo están disponibles los de carácter paliativo de los síntomas.

Se trata de una afección degenerativa del cerebro asociada a síntomas motores (lentitud de movimientos, temblores, rigidez y desequilibrio) y a otras complicaciones como el deterioro cognitivo, los trastornos mentales, del sueño, el dolor y alteraciones sensoriales.

El aislamiento social, la falta de ejercicio y la ansiedad resultante de los largos confinamientos impuestos por la crisis del Covid-19, han tenido un impacto negativo en la calidad de vida de los pacientes con enfermedad de Parkinson. Según informó la Organización Mundial de la Salud (OMS), la prevalencia de esta enfermedad se ha duplicado en los últimos 25 años y se estima que para 2030 podría volver a duplicarse.