“La muerte de la capacidad de representación de las organizaciones intermedias es uno de los grandes problemas de la época porque la falta de mediación entre un líder y el pueblo puede generar procesos de identificación directa que alejan a los liderazgos de la democracia”. Las palabras pertenecen a Julieta Waisgold, consultora en comunicación política, que en diálogo con Tiempo habló sobre la victoria de La Libertad Avanza, con un líder del que no se podrá decir que no dijo lo que pensaba hacer, y en una campaña signada por declaraciones y acciones excéntricas, con postulados reaccionarios lejos de toda unión nacional.

Aún así, sacó el 55% de los votos. Lo mismo había pasado en las PASO cuando Horacio Rodríguez Larreta perdió frente a Patricia Bullrich en la interna de Juntos por el Cambio.

–¿El triunfo de Milei fue una derrota de los partidos tradicionales y de la moderación?

–Creo que es pronto para decretar la muerte de los partidos tradicionales. Más bien estamos en un proceso de reconfiguración del espacio político argentino y podríamos haber dicho lo mismo si la elección era ganada por Sergio Massa de un modo distinto. Pero también es cierto que si ganaba Massa, seguramente venía de la mano de una reconfiguración del espacio del peronismo. Respecto a si hay una dicotomía entre moderación y radicalización, yo creo que estamos ante una falsa dicotomía, en cierto sentido. Ya desde hace muchos años se venía construyendo la Avenida del Medio como una opción nacional que desechara en algún punto la polarización y la grieta, y con eso cualquier tipo de diferencia que fuera un poco más marcada en términos políticos. Y a la par de esa construcción electoral, siempre siguieron ganando las opciones más polarizadas. Entonces, creo que estamos frente a una dicotomía falsa si planteamos la grieta como si fuera lo mismo que la polarización política. La grieta es un nombre que puso Lanata en 2013 y que se empezó a usar y a denominar. Un clivaje que giraba en torno al kirchnerismo y al antikirchnerismo. Pero la diferencia política muy cristalizada viene de antes en Argentina, tiene historia. Y se puede marcar de formas distintas, no siempre es igual. Yo creo que estamos yendo hacia una nueva forma de polarización política. No podría, como dije antes, decretar que murieron los partidos tradicionales o que la moderación no tiene un lugar en la política argentina. Respecto a la moderación, pensemos por ejemplo en cómo la llevo adelante Larreta, un derrotero que no terminó de ser del todo moderado. En el afán de ubicarse y posicionarse adentro de su espacio y competir con lo que él creía en el fondo que pedía a la gente que era algo más radical, más radicalizado, iba y venía, iba y venía, y nunca terminó de posicionarse. Y respecto a Massa, logró en los últimos años construir algo que no había podido construir cuando tuvo su oferta de la Avenida del Medio, unos siete años atrás. Que es tener ese discurso dentro del marco del peronismo, inclusive Cristina Kirchner y La Cámpora. Eso le aporta una dinámica y una novedad a esa idea de moderación. Y creo que, a pesar de que Massa no ganó la elección, ya el hecho de haber llegado a un Balotaje en un contexto de ola cambista que llevaba más de un año instalada en el país, la verdad habla bien de su resultado electoral, a pesar de todo.

–¿Cómo ves el liderazgo de Milei en este contexto de extremismo/moderación?

–Hay muchos de los nuevos liderazgos que tienen estas características particulares salientes en el mundo, cada uno con su estilo. Pero la cuestión en el caso particular de Milei es ese proceso de disonancia que había entre muchas de sus propuestas y lo que sus propios votantes, los del núcleo duro, querían respecto a por ejemplo el rol del Estado, la protección de la industria. Cuando uno iba a las encuestas había una diferencia grande entre lo que muchos de sus votantes querían y el ideario de Milei. Entonces, habrá que ver cómo eso se canaliza y se conjuga en la acción concreta y en la acción de gobierno. Hasta ahora, esa excentricidad, ese modo de ser, hasta la agresividad y demás, funcionaban en algún punto como articulador de todas esas cosas absorbidas, que inclusive se le quisieron marcar como contradicciones. Pero una cosa es en campaña y otra cosa es administrar eso en la presidencia.

–¿Y a nivel social como cala ese extremismo violento?

–Creo que pasa más por oferta política, que en los últimos años empezó a respaldarse más por una especie de auditoría constante de la opinión pública que por nutrir el ideario propio. Lo que en algún punto creo que trae Milei desde la derecha es eso. Es una novedad en ese sentido. Es una respuesta, un nombre aparente, a la problemática de una parte de la sociedad. En algún punto es ir detrás de algo que parece una solución, justamente por este gran porcentaje de vocación cambista que había en la población. ¿Se podría haber rearticulado? Tal vez sí, no lo sabemos, pero lo cierto es que este proceso está pasando en todo el mundo y en general estos nuevos líderes lo que hacen es eso: ofrecer nuevos nombres, que no son tan nuevos porque van para atrás, ¿no? Y traen de atrás hacia el presente pero responden de forma maciza, incluso a muchos de los avances de las últimas décadas.

Julieta Waisgold, consultora en comunicación política.

–¿Y las redes que rol juegan en la creación de este clima?

–Es cierto que en las redes se da un fenómeno, que es el de las cámaras de eco en donde, en parte por los mismos algoritmos de las redes sociales, las personas lo que hacen es interactuar con otras que refuerzan sus propias creencias. Entonces se forman como burbujas en donde no hay vasos comunicantes entre la gente, entre las personas. Pero echarle la culpa de todo a las redes, creo que falta algo… En primer lugar, porque la comunicación sigue siendo convergente, eso significa que importa tanto lo que pasa en las redes, como lo que pasa en la calle, como lo que pasa en los medios, en distintas proporciones, según influencias políticas diferentes. Pero todo tiene su dinámica propia. Y más allá de la comunicación, desde el punto de vista político, todo esto también es posible porque estamos transitando a un proceso en donde hay una fuerte desintegración del discurso político. Frente a esa desintegración del discurso político, sobre todo desde el punto de vista del progresismo, un contexto de arenas muy movedizas para las opciones que hacen avanzar a la sociedad en la conquista de derechos. Frente a esa situación tan arenosa, es mucho más fácil que se disperse también el sentido en el discurso público. Y que haya cada vez más gente encerrada en determinadas creencias o gente que siga más fácilmente determinadas creencias nuevas, y encuentre ahí nuevas soluciones. Si la política está fallando en dar respuestas, si las organizaciones intermedias perdieron el rol que tuvieron en el siglo pasado, los sindicatos, etcétera, frente a esa falta de contención tal vez no es que la gente se radicalice porque se radicaliza, sino porque no está encontrando otra vía para canalizar sus necesidades.

–¿Y los medios?

–Voy a poner el acento en una cosa que es el surgimiento del panelismo. Porque al fin y al cabo Milei surge de ahí, entre Twitter y el panelismo de Intratables. Y el panelismo como forma… así como en los ‘90 se usaba mucho la entrevista, luego se pasó a otro tipo de narrativa mediática que tiene centralidad justamente en el panelismo, que me parece que no es casual y que tiene que ver con el estado de cosas de la sociedad que demanda respuestas rápidas, frases llamativas y que no tiene demasiado tiempo para el ida y vuelta y para la escucha.

Foto: Luis Robayo / AFP

–¿Cómo ves el futuro de la Argentina en esta situación social y política?

–A ver… estamos en un momento de reconfiguración del espacio político argentino. Es un gran sisma, pero no solo causado por Milei, sino en el sentido de arenas muy movedizas en donde se está reconfigurando todo el espectro político argentino. Seguramente va a haber movimientos tectónicos fuertes en el peronismo, y creo que se puede esperar que empiecen a surgir, tal vez seguramente no sea ya, nuevas voces y nuevos liderazgos dentro del peronismo. O por fuera. Y respecto a Milei y su unión con el macrismo, veremos las condiciones en las que se dé y se desarrolle en lo concreto y en lo institucional esta sociedad, este “apoyo incondicional” como lo llamaron, que parece más el de un padre a un hijo que el de una unión político partidaria. Queda abierta todavía la pregunta de si los sectores de la Avenida del Medio, de las distintas fuerzas políticas, van a seguir insistiendo en construir desde ahí y si van a encontrar una herramienta diferente para hacerlo o si finalmente este camino va a haber quedado trunco.

–¿Y dónde se va a posicionar la grieta?

–Acá hay un par de datos de color, sobre los clivajes, la grieta y demás. Si uno medía hace 4 años kirchnerismo/antikirchnerismo, macrismo/antimacrismo, un 60% de la población se definía por alguno de esos modos. Ese porcentaje bajó a casi la mitad en los últimos meses. Ese clivaje empezó a perder cierto volumen, pero sigue estando vigente, veremos si hay un recambio o si hay nuevos términos que se agregan o no en el lenguaje social; en las formas de sentir y de posicionarse de la población. Respecto a la moderación, hay una paradoja: los discursos moderados tienen lugar en la sociedad. De hecho, si se mira las encuestas, vamos a encontrar que un gran porcentaje de la población está a favor de los consensos, por ejemplo, de hacer consensos políticos. Sin embargo, parece ser que ese discurso no pesó tanto en esta elección como la voluntad de cambio. Por eso digo que no sé si pasa tanto por moderación o radicalización, sino por reconstituir o reencontrar una forma de vínculo entre la política y la gente.

Foto: Pedro Pérez