De noche, las camas se sacuden y los sueños se estropean. De día, el descubrimiento de nuevas grietas en las paredes. El miedo, a toda hora, a perderlo todo. Sauzal Bonito, un paraje neuquino cercano a Vaca Muerta, soportó 47 sismos entre el 17 y el 21 de julio –el fin de semana fueron 25 en apenas 36 horas–, lo que provocó pánico en la población. También el hartazgo por el convencimiento de que los temblores están íntimamente relacionados con el fracking, para la extracción no convencional de hidrocarburos en la zona.

“Hace tres meses que Vaca Muerta tiene récord de fracturas. Solo en abril bajaron de las mil operaciones por un tema gremial, pero enseguida se recuperaron. Está claro que eso desencadenó los sismos. En el mapa se ve que los temblores ocurren donde hay un pozo de fracking cerca”, asegura Javier Grosso, geógrafo de la Universidad del Comahue e integrante del Grupo Interdisciplinario de Estudios Ambientales.

El especialista destaca que el fenómeno obligó a “voces técnicas antes silenciosas”, como Andrés Folguera, de la Asociación Geológica Argentina, a reconocer públicamente que estos sismos no son naturales y que están relacionados con el fracking. “Las empresas –agregó– no poseen ni un solo estudio de impacto ambiental que contemple sismicidad, lo cual muestra que trabajan en abierta irregularidad”.