Para quienes han visitado La Carolina, en el corazón de las sierras de San Luis, es inolvidable el paisaje que acompaña con las colinas suaves a un lado y al otro, y su calle principal delineada por un camino empedrado que trepa y se pierde entre los cerros.

El asfalto siempre es una seda en las rutas puntanas y uno de los circuitos conduce directo al pueblo, al pie del Cerro Tomolasta (1600 metros sobre el nivel del mar) donde se unen los ríos Amarillo y Las invernadas, que forman el Río Grande y bañan al pueblo más antiguo de San Luis, donde a fines de 1700 se descubre oro y se explota hasta comienzos del siglo XX y que ahora obtuvo el reconocimiento «Best Tourism Villages” destinado a los pueblos turísticos más lindos del mundo durante la 25º Asamblea General de la Organización Mundial del Turismo (OMT), que se desarrolla en la ciudad de Samarcanda, en Uzbekistán.

La OMT es el organismo especializado de las Naciones Unidas encargado de la promoción de un turismo responsable, sostenible y accesible para todos. La OMT promueve el turismo como motor de crecimiento económico, desarrollo inclusivo y sostenibilidad ambiental. Entre otros pueblos argentinos que participaron en esta edición Gaiman, Laguna Blanca, Los Antiguos, Tolhuin, Villa Traful y Yavi, pero fue La Carolina el pueblo distinguido junto a otros 54 pueblos del mundo.

Una postal detenida en el tiempo

Son unas 300 personas las que habitan en este pueblo, viven del turismo o de la administración pública. Las calles están adoquinadas con piedra laja extraídas de la zona y en línea de diseño con las primeras viviendas construidas en piedra. La calle principal es una postal de hace dos siglos.

Carina Altamirana suena alegre del otro lado de la línea telefónica tras recibir la noticia de que fueron elegidos como uno de los pueblos más lindos del mundo en el certamen “Best Tourism Villages” de la OMT.

“Ya estábamos felices cuando fuimos nominados”, le dice Carina a Tiempo de Viajes desde la oficina de Huellas Turismo, la primera empresa local prestadora de servicios turísticos. Junto con un equipo de recién recibidos de técnicos y guías de turismo la fundaron en el corazón de La Carolina hace 27 años. “Todavía no caímos”, agrega en relación a la distinción.

Cuenta que desde que se conoció la inclusión del pueblo en la lista final del mundo creció el número de visitantes y esperan recibir más caudal para conocer los secretos de la primera mina de oro, con tres siglos de historia, y donde además el local ofrece desayunos, almuerzo y meriendas para disfrutar antes o después de la visita.

Un Museo único

Cuando uno llega al complejo Huellas Turismo, los guías cuentan las historias de la zona y dan las indicaciones para que con botas, casco y linterna, los visitantes se sumerjan en el mundo del oro, aquí en la Mina La Carolina. Hay que caminar por un sendero de la montaña hasta la entrada original –»el socavón”–, ahí nomás el grupo se conduce por dentro de un túnel que es oscurísimo y se recorren unos 300 metros hacia las entrañas de la montaña.

La visita está muy bien diseñada. Se apagan las linternas. Una oscuridad atrapante que agiganta el silencio. Cuatro gotas se filtran entre el mineral, rompen el instante y se multiplican en el eco de los muros centenarios. Y en el alma. Al fondo de nuestras espaldas, apenas un puntito de luz nos advierte que allí está la salida, y por momentos, dan ganas de salir corriendo. Hay explicaciones acerca de los mineros, el trabajo, la historia y mineral. Luego, muy lento, cuidando no chocar los cascos con el techo del túnel minero se regresa hacia el exterior. Y vuelta a la base de operaciones. Pero en el medio del trayecto, al retornar, hay otro sendero que conduce hacia la cima de una lomada donde se erige un edificio súper moderno. Es el Museo de la Poesía.

En la fachada del Museo, los muros exhiben versos de Borges, de Avellaneda, de Rojas y de Alberto Rodríguez Sáa. Y dentro también. Objetos de poetas. E historia. En la sala de recepción se torna oscura y en uno de sus lados se observa un cuadro casi mural donde se reproduce una escena de la declaración de la independencia. Con un efecto óptico de holograma, sale caminando del cuadro un joven Juan Crisóstomo Lafinur, mira al improvisado público y relata su historia, sus ideales revolucionarios y su amor. 

Es un monólogo concreto y filosófico: El tiempo y Borges -nieto de su tía abuela-. Las luces se encienden y las pocas pertenencias dispuestas muestran una carta de amor de su puño y letra. Es del propio Lafinur que le escribe a su amor: “Es llorar y gozar, rabia y ternura”. Las letras, frases y sus cartas de amor, escritas con pluma y tinta, expresa su enamoramiento diciendo que siente: “Delirio que a prudencia se parece. Una hoguera encendida que más crece. Un amante es un enfermo que no cura”.

Y se dice: “Yo concluyo: Vivir en un cuerpo que no es suyo”. Y se escuchan suspiros y hasta se pueden ver ojos emocionados cuando las luces se encienden y se desvanece como en un sueño la imagen parlante de Lafinur.

Es un museo participativo. En el afuera, el sendero conduce también al sitio arqueológico donde están los restos de su casa donde nació. Hay una plaza, el Laberinto del Sol de Piedra, en homenaje a Jorge Luis Borges, sobrino bisnieto de Lafinur, que diría: “Lafinur trató de reformar la enseñanza de la filosofía, purificándola de sombras teológicas y exponiendo en la cátedra los principios de Locke y Condillac. Murió en el destierro; le tocaron, como a todos los hombres, malos tiempos en que vivir”. María Kodama de Borges es la madrina del Museo.

El más lindo

La Carolina fue distinguido en el marco del reconocimiento del “Best Tourism Villages” que distingue a los pueblos turísticos más lindos del mundo que se otorga al evaluar la belleza paisajística, el compromiso del lugar y la gente con los recursos naturales y culturales, la sostenibilidad y el desarrollo turístico y la distinción en el marco de la Asamblea Ordinaria de la Organización Mundial del Turismo de las Naciones Unidas (OMT), que se desarrolló en Uzbekistán.

La gestión y postulación fue realizada por la Secretaría de Turismo de la Provincia y el Ministerio de Turismo y Deportes de la Nación, con el objetivo de visibilizar experiencias y roles de la actividad turística en el desarrollo local de La Carolina desde sus dimensiones sociales, ambientales y económicas.

El certamen mundial reconoce a los pueblos que constituyen ejemplos notables de destinos de turismo rural con valores culturales y naturales reconocidos que preservan y promueven los valores, productos y estilos de vida rurales y comunitarios. También reconoce a los pueblos que fomentan el turismo como uno de los motores del desarrollo real y el bienestar de las comunidades, un compromiso con la sostenibilidad en todos sus aspectos: económico, social y ambiental.

Un antes y un después

El secretario de Turismo de San Luis, Luis “Piri” Macagno destacó que es un gran orgullo para la provincia y para La Carolina esta distinción: “es la más importante que se otorga a un destino a nivel global, se trabajó mucho en la presentación, confiábamos en que La Carolina iba a tener una posición destacada pero nunca esta nivel de reconocimiento por parte de la OMT. Hoy es un antes y un después para el turismo de San Luis”.

Macagno describió que recorrer La Carolina es transitar las calles de un pueblo de arquitectura colonial, enmarcado en un entorno natural único, “sus calles empedradas con la historia de Argentina y américa a flor de piel. Este pueblo de altura fue el epicentro de la fiebre del oro en Argentina durante los siglos XVIII y XIX, primero con los españoles, luego con los ingleses quienes agotaron los recursos de sus montañas dejando un pasivo ambiental en la región”.

El secretario de Turismo puntano remarcó que “afortunadamente de la mano del turismo sustentable, rescatando y poniendo en valor su maravillosa historia, La Carolina supo crecer y generar desarrollo y oportunidades para su gente, hoy la cultura minera atraviesa todo el lugar, con las minas abandonadas que se pueden visitar, buscar oro de manera artesanal en su Río Amarillo, con sus pirquineros que con su oficio ancestral siguen construyendo en piedra casas y pircas por toda la zona”.

El funcionario destacó la belleza del lugar, el Museo de la Poesía Manuscrita y la oferta gastronómica, como así también los yacimientos arqueológicos de más de 8.000 años de antigüedad como la Gruta de Inti Huasi (Casa del Sol) y las pinturas rupestres de Casa de Piedra Pintada en la zona.

Una mina de oro

La historia minera se remonta hacia 1785, cuando Don Tomás Lucero encontró oro en aquel poblado. Hhacia 1792, para evitar una mayor oleada de aventureros en busca del preciado metal, el entonces gobernador Marqués de Sobremonte intervino las minas y bautizó el lugar como “La Carolina” en honor al rey Carlos III. Desde aquel momento, socavones, excavaciones y respiraderos conviven en aquel paisaje, transformado por el paso del tiempo y las vertientes, que dejaron estalactitas de colores, y que se puede visitar en la excursión de turismo minero.

A pocos pasos del sitio donde estuvo la casa histórica donde nació Juan Crisóstomo Lafinur, escritor revolucionario, considerado el primer filosofo de la argentina y el poeta de la literatura clásica nacional, el Museo de la Poesía Manuscrita aparece en lo alto de una quebrada, y es el único en el mundo en exponer en sus salas fragmentos originales de autores de todo el planeta. Guarda más de 1700 manuscritos y 900 obras poéticas.