Es la tarde del primer viernes de marzo de 2022 y Javier Dalponte está en el vacunatorio del Centro Cultural Recoleta. En los pocos minutos de espera, ve a jóvenes y adolescentes que se aplican la tercera dosis. Algunos hacen selfies para las redes sociales y grupos de WhatsApp. Él tiene 35 años y va por la primera. Sacó turno hace un par de días después de rumiar la decisión en la semana. Pertenece a un grupo que fue furor en estos dos años de pandemia y que quedó invisibilizado, envuelto en incógnitas.

Es voluntario de los estudios clínicos de Medicago, la vacuna de origen vegetal canadiense que comenzó los ensayos clínicos en fase 3 a mediados de 2021. Es uno de los 10 mil seleccionados para el estudio que se hace en el Hospital Militar. Días atrás, el Ministerio de Salud de Canadá la aprobó, pero aún no está validada en Argentina. Completó dos dosis de la vacuna que tiene más del 70% de efectividad, pero su pase sanitario no tiene validez. Hace dos meses tuvo Covid leve y cree que tiene los anticuerpos elevados y que está protegido, pero le gustaría ir a Tecnópolis a ver a una de sus bandas preferidas. Y no puede. Le gustaría viajar sin la preocupación de no poder ingresar a alguna ciudad. Y no puede. En un mundo de pases sanitarios, los voluntarios de vacunas aún no aprobadas quedaron en un limbo.

«Yo estaba tranquilo, no tenía el pase sanitario pero sentía que no lo necesitaba. Ya venía esquivando bastantes balas de lugares donde lo pedían. Dejé de ir a eventos que me gustaban o me pasó de situaciones de hablar con amigos y ser la ovejita negra por no tenerlo. De salud estaba bien, no necesitaba la vacuna, pero me faltaba el sellito. Dejé pasar octubre, noviembre, diciembre, enero, febrero y a principios de marzo dije ‘ya fue, me anoto para darme las otras’. En mi familia me decían: ‘No seas boludo, vacunate'», cuenta Javier. Ahora tiene las dos vacunas de Medicago, la primera dosis de Moderna y completará el resto del cronograma con las vacunas aceptadas.

El médico pediatra Gonzalo Perez Marc es investigador principal del Hospital Militar y director general de los ensayos de los laboratorios Pfizer y Medicago. Explica que el estudio está aprobado en Canadá y que se hizo la presentación regulatoria ante el gobierno nacional, por lo que está en condiciones de ser validada en nuestro país. “Ya está aceptada en Estados Unidos para viajar y en Argentina está en proceso de oficialización en el pase sanitario”, señala a Tiempo. Paradojas del escenario geopolítico, la vacuna canadiense que sigue con ensayos ya es válida para viajar por el mundo. La rusa aún no.

Empatía

Javier Dalponte trabajaba en su estudio de diseño gráfico y marketing en Núñez cuando el año pasado vio la convocatoria para la vacuna basada en plantas. Investigó y se anotó. «Soy donante de sangre y como soy cero negativo siempre voy. Estuve un año y pico sin donar por la pandemia. Estaba en esa, algo quería hacer, me saltó esa empatía. ‘No me cuesta nada ser voluntario de una vacuna nueva si necesitan gente’, pensé. Me pareció copado que aparecieran nuevas. A los dos días me llamaron, me hicieron varias preguntas, todo profesional». Mientras habla, recuerda el contador de uno de los diarios de circulación masiva en el que hacían estimaciones exageradas de cuándo llegaría una vacuna para él: «Si tenías 35 años y sin comorbilidades, parecía que nunca te iba a llegar… Es la desinformación».

Cuando comenzó el Aislamiento Social, Preventivo y Obligatorio, hace exactos dos años, Liliana siguió en la calle. Su trabajo como instrumentadora y enfermera a domicilio la convirtió en personal esencial. Tenía 61 años y todos los días llegaba caminando a la casa de sus pacientes en la zona de Belgrano, donde vive. Tenía miedo de llevarles el virus. La mayoría tenía cuadros complejos. «Yo pensaba que esa gente estaba aislada, no entraba a nadie, los hijos les dejaban las cosas en la puerta y yo entraba al departamento. Pensaba: ‘Si está gente se contagia, soy yo la que le lleva el virus'», recuerda. Buscó información de tratamientos en los medios y las redes. A mediados de 2020 leyó un tuit del investigador Rodrigo Quiroga: una convocatoria para un análisis clínico de la vacuna Pfizer. Lo reenvió al WhatsApp familiar: «Anótense».

«Mucha gente me decía que estaba loca, que me convertía en un conejito de Indias, que cómo me animaba. En general, la gente tenía miedo. Yo no sé cómo podían tenerles miedo a las vacunas si nada era peor que esa enfermedad. Además, ya estaba experimental en otros lugares, jamás dudé».

La investigadora del Conicet y docente de la Universidad Nacional de San Martín, Juliana Cassataro, está a cargo de los ensayos clínicos de la vacuna argentina Arvac-Cecilia Grierson. Explica qué es lo más importante en el proceso: «Primero, se tienen que hacer pruebas en no humanos, para asegurarse de que no haya tenido ningún efecto adverso. Lo que más importa en la vacuna es que sea segura porque se la vas a dar a individuos sanos, la seguridad es lo que más se evalúa».

Su equipo trabaja junto con el Laboratorio Cassará en el prototipo de una vacuna de refuerzo y cambio de variante. Terminaron los estudios preclínicos en diciembre de 2021 y esperan la aprobación de Anmat para comenzar la Fase 1, que es la prueba de seguridad en humanos.

«En ese momento no se sabía nada»

Liliana investigó y motivó. Logró que su marido José María, de 65 años, fuera voluntario para la combinación de Sputnik. “Él no quería: ‘Sí, yo te anoto porque así te vacunan y listo. Y se acabó el asunto acá’, le dije. Lo inscribí y lo llamaron, obviamente. Le dieron Pfizer”, se ríe mientras cuenta. Antes, en agosto de 2020, su hijo Emanuel Cantero, de 41 años, se había convertido en voluntario de la misma vacuna. “Mi mamá estaba con todas las noticias de ciencia y me dijo que ya había pasado la Fase 2 que, a lo sumo, te hace efecto o no. Entonces pensé en aportar el granito de arena. Después, por suerte, funcionó. En ese momento no se sabía nada”, cuenta.

Ambos siguen reportando a través de una aplicación en el celular cada semana y dan aviso si tienen síntomas. “Argentina se pudo posicionar en primera línea mundial en investigación clínica contra el Covid con alto nivel de calidad y en una posibilidad de escalar rápidamente la cantidad de voluntarios que otros países no pudieron hacer. Hay un mérito muy grande de las voluntarias y los voluntarios argentinos que tienen un nivel de compromiso con estudios clínicos que no se ve en otros lados”, explica Pérez Marc.

El compromiso que Javier, Liliana y Emanuel mantienen, a dos años del inicio del ASPO, cuando todo cambió.

La vacuna Cecilia Grierson avanza

Juliana Cassataro lidera el equipo que desarrolla la ARVAC-Cecilia Grierson, una de las vacunas argentinas contra el Covid: “Dado que la mayor parte de la población está vacunada, nos enfocamos en el prototipo de vacuna de refuerzo y cambio de variante. Terminamos los estudios preclínicos en diciembre de 2021. Demostramos que la vacuna induce anticuerpos neutralizantes contra las variantes que circulan en nuestro país, respuesta celular T y protección frente al desafío experimental con SARS–CoV–2. Estos resultados fueron entregados en Anmat”. Una vez aprobada, comenzarán la Fase 1 en humanos, con 80 voluntarios. La idea es que «a fin de año, después del primer cuatrimestre ya podamos presentar todos los resultados para su evaluación». Luego de la Fase 2 y 3, podrán arrancar la producción industrial.

 

«Argentina hizo historia»

En estos dos años de pandemia, Argentina se posicionó como uno de los países de referencia para los ensayos clínicos de vacunas. En ese engranaje, el médico Gonzalo Pérez Marc tuvo un rol clave como investigador principal del Hospital Militar Central, dirigiendo los ensayos clínicos de Fase 3 de Pfizer y Medicago.

 

–¿Cómo evalúa el proceso de ensayos clínicos en estos dos años?

–Argentina se posicionó muy rápidamente en el escenario mundial e hizo historia. Tuve la suerte de dirigir el centro que hizo los estudios más grandes del mundo y vi cómo el país se pudo posicionar en primera línea mundial en investigación clínica con alto nivel de calidad. Tuvimos la posibilidad de escalar rápidamente la cantidad de voluntarios, algo que otros países no pudieron hacer. Realmente, la investigación de vacunas ha dado un salto espectacular, está en su auge tanto en la calidad y cantidad como en la velocidad.

–¿Cómo fue la participación de los voluntarios?

–Hay un mérito enorme, tienen un nivel de compromiso con estudios clínicos que no se ve en otros lados. El número de voluntarios fue muy grande y de mucha calidad. Eso tiene que ver con su compromiso con el estudio y el cumplimentar todas las normas, que son bastante estrictas. Sobre todo, informar a los médicos y médicas los datos que van surgiendo desde su casa. Hay un montón de cosas en las que uno depende de la buena voluntad y de la seriedad de ellos. En eso, en Argentina estamos en el primer nivel. Te permite tener un acceso a los datos reales de lo que sucede. Es algo muy, muy bueno, que para la investigación es fundamental. No se paga, es un acto loable de querer aportar el cuerpo y el tiempo para que se investigue un medicamento que le va a hacer bien a mucha otra gente.

–¿Cuál es el escenario que vislumbra?

–En cuanto a la enfermedad grave, las vacunas han solucionado el problema. Probablemente, vaya a haber refuerzos. No puedo decir hoy el ideal, pero imagino que serán varias hasta que sepamos bien si podemos espaciarlas más. Y si hay una emergencia de una nueva variante, las vacunas se irán adaptando.