En tiempos en que, casi sin discusiones, se exhiben como trofeos indiscutibles (como valores y doublés, diría el tango) hashtag y trending topic, no encuentro nada más actual y desafiante que los libros y artículos de Arturo Jauretche. Por eso, a los políticos, dirigentes y funcionarios con los que simpatizo les sugiero: saltéense a los comunicadores de moda; ahórrense encuestadores, youtubers y publicitarios; olvídense de Twitch y Tik tok; eviten asesores de imagen, posters de colores estridentes y videoclips tumultuosos.

Y apuesten a Don Arturo, que viene a ser el anti Durán Barba, más valioso que cualquier alerta de focus group y más auténtico que volverse tendencia en red social.

Forjado en FORJA fue un abre ojos y un despierta mentes. Todo lo que pensó y escribió hace 50 años y más fue, primero que nada, esfuerzo y revelación personal, porque antes lo vivió y lo batalló desde la humildad y la autocrítica. Aludiendo a su libro más conocido –el Manual de zonceras argentinas–, se expuso: “El primer zonzo que conocí era yo mismo, que creía en todas las zonceras. Hasta la edad de la colimba fui un convencido a pie juntillas de la ideología liberal y extranjerizante”. Nacido en 1901 y fallecido un (¡vaya fecha para un patriota!) 25 de mayo de 1974, en sus tiempos no existían (o no se usaban) expresiones como fake news, meritocracia u offshore. Pero se las arregló explayándose sobre dependencia e imperialismo y advirtió, a la par de Raúl Scalabrini Ortiz, que el colonialismo económico era antes colonialismo cultural y colonialismo pedagógico. Sus escritos deberían ser protagonistas de esta campaña electoral. Claro que, antes y mientras, deberían protagonizar currículas escolares.

Jauretche no es viejazo: es actualidad pura, y dura. “Los médicos dicen que los hombres tienen la edad de sus arterias. Yo diría que tienen la edad de sus ilusiones”, opinó en 1971 un ilusionado Jauretche. Pensador pero que nunca resignó la pelea cuerpo a cuerpo, tuvo claro que lo que movilizó a las masas y las acercó a Perón en 1945 no fue el resentimiento sino la esperanza.

Desde su propia esperanza en 1960 se anticipó 60 años. Con conocimiento de causa y tras lecturas minuciosas de La Prensa y La Nación habló acerca de la acción desmoralizadora de los medios de comunicación, que hoy son esos, muchos otros y aun más concentrados. De ellos dijo que ponen toda la artillería mediática al servicio del bajón: “El arte de nuestros enemigos es también deprimir, desmoralizar, entristecer… Nos quieren tristes para que nos sintamos vencidos y los pueblos deprimidos no vencen ni en la cancha de fútbol, ni en el laboratorio, ni en el ejemplo moral, ni en el triunfo económico”. La siguiente reflexión parece de estos días, tanto que la actual administración debería memorizarla y tranquilizarse. “Los gobiernos populares son débiles ante el escándalo. No cuentan con la solidaridad encubridora de las oligarquías y son sus propios partidarios quienes señalan sus defectos que después magnifica la prensa. El pequeño delito doméstico se agiganta para ocultar el delito nacional que las oligarquías preparan en las sombras”.

El hombre que calificó como “la madre de todas las zonceras” a la frase-consigna “civilización y barbarie”, cada vez que tuvo oportunidad desenmascaró también a los profetas del odio. Los llamó carcamanes, lenguaraces, tilingos, cizañeros, guarangos, cipayos. En célebres y valientes textos desde la revista desarrollista Qué, antes de las elecciones que hizo presidente a Frondizi, cruzó a los antiperonistas calificándolos como “ventajistas”, “ladrones de cadáveres”, “repetidores de slogans” y el formidable “batallones de animémonos y vayan”. ¿Se habrán dado por aludidos?

Es auspicioso que, con sus libros e investigaciones, cada uno por su lado, Norberto Galasso, Carlos Caramello y Aníbal Fernández arribaron a una actualización doctrinaria jauretchiana así como resultó jubilosa la idea de Los Piojos, que descubrieron y masificaron al personaje cantando “San Jauretche”. Herederos intelectuales del gran objetor, Fernández y Caramello, y distinguidos colaboradores, entre los que figura Leandro Santoro, hablan en dos libros –Zonceras argentinas al sol (2012) y Zonceras del cambio (2019)– del “neotilingo” y del mediopelismo posmo”. Acertaron: el mediopelismo está tan vigente que un candidato se postuló recientemente mostrando un mechón de su cabellera. En esos trabajos recuperan la figura del, por definición, “argentino, insustancial, ligero, que habla muchas tonterías”, ese que el autor de Filo, contrafilo y punta sacó del diccionario y lo exhibió, hasta la vergüenza propia y ajena, en la vida diaria, en los medios, en la política.

Provocador, lúcido, nacional, popular, aquí van tres frases suyas que calzan justo en los tiempos que corren:

* “Cualquier guarango botellero, una vez que se ‘para’ ya empieza a razonar como tilingo y a despreciar a los que vienen atrás. Y a pensar como si hubiera heredado”.

* “Lo nacional es lo universal visto desde nosotros”.

* “Los pueblos pueden equivocarse en lo que quieren, pero no se equivocan en lo que no quieren”.

Aunque luchó, a brazo partido y en ocasiones armado, para evitarlas y evitarlos, el maestro nacido en Lincoln tenía claro que zonceras, y zonzos, resultarían tan insoportables como inevitables en cualquier tiempo.

El mejor auxilio será leerlo en 2021 y venideros con devoción, atenderlo y entenderlo. Porque este hombre lo pensó y dijo todo, antes y mejor. Volver a Jauretche: ahora y siempre.  «