“-¿Usted es vasco?

-Sí, de nacimiento. Es lo que me tocó”. 

A continuación estallaba una risa cómplice entre entrevistado y entrevistadora. Esto fue en 2018, cuando la pandemia no se vislumbraba ni en las peores pesadillas y los escritores de todas las latitudes se movían libremente por el mundo para presentar sus libros. El diálogo fue entre Fernando Aramburu, que viajó a la Argentina a presentar Patria, y Tiempo Argentino.

La frase “pinta tu aldea y serás universal” se transformó en un lugar común como tantos lugares comunes llegan a serlo, es decir, a fuerza de decir  verdades. Así lo prueba la novela de Aramburu Patria que vendió 1.200.000 ejemplares en español y fue traducida a 34 idiomas. No deja de sorprender que este suceso literario tenga como origen un tema muy local: un asesinato cometido por la ETA en un pequeño pueblo. La narración comienza en el momento mismo en que esa organización anuncia el cese de la lucha armada. Si bien es cierto que a los argentinos nos ligan a España los años en que fuimos su colonia luego de la llamada eufemísticamente Conquista, el fenómeno se repitió en todos los países a cuyas lenguas se tradujo.

Con Patria el autor obtuvo el Premio Nacional de Narrativa, el Nacional de la Crítica, el Euskadi, el Francisco Umbral, el Strega Europeo, el Premio Internazionale Giuseppe Lampedusa o el Athens Literary Prize y el texto se transformó en una exitosa serie de HBO.

 Aramburu es un autor prolífico. Podría mencionarse como prueba novelas como Fuegos con limón, Los ojos vacíos,  El trompetista del Utopía y La gran Mariván, entre muchas otras. A esto hay que agregar sus múltiples libros de cuentos y sus numerosos ensayos.  Sin embargo, ninguna de sus obras anteriores había alcanzado semejante éxito internacional.

 No es una situación fácil para un escritor que un libro eclipse el resto de su obra. Resulta algo así como convertirse en adversario de sí mismo. ¿Qué acierto literario será capaz luego de semejante éxito de ponerse a la altura de Patria? Pese a eso, Aramburu vuelve a salir al ruedo de la ficción con una nueva novela, Los Vencejos, que bajo el sello Tusquets estará en las librerías de Argentina  y del resto de América Latina en el mes de septiembre, si es que la pandemia permite cumplir con los planes editoriales.

Aramburu es consciente de los peligros que entraña un éxito tan resonante como Patria. Pero lo toma con calma y no se deja ganar por la ansiedad de las posibles reacciones por su nueva novela: «Después de Patria –le dice a GQ- he publicado dos libros, ninguno de ellos novela, en ningún caso he querido hacer caja o tratar de repetir éxito ni mucho menos, de hecho los libros que he publicado después de Patria tienen mucho que ver con la poesía, y voy a sacar otro libro este año que es una recopilación de artículos. Cuando las aguas se hayan serenado, y algunos quizás me perdonen el éxito, entonces volveré a sacar otra novela. Yo así lo quiero, no quiero arriesgar mi serenidad. Mi vocación es de mármol, nada la altera, nada la toca, yo seguiré escribiendo: para mí escribir es una actividad gozosa, lo ha sido siempre, y el día que deje de serlo, entonces yo no escribiré»

Mientras tanto, el escritor está preparándose para su gira promocional del libro, a pesar de las circunstancias adversas. Desde hace 35 años vive en Alemania con su familia, donde espera ser vacunado antes de septiembre para poder encarar la gira y hacer todas esas cosas que, antes de la pandemia, según confiesa, le resultaban “latosas”. El encierro ha cambiado su perspectiva sobre las agotadoras giras promocionales.  

La historia que narra en Los Vencejos se desarrolla entre el verano de 2018 y el verano de 2019 y también aborda la realidad política de España. Para escribirla reconoce que el aislamiento ha sido productivo: «Llevo tres años dedicado a este texto -dice-, desde primera hora de la mañana hasta el declinar del día, pero solo en este contexto sanitario he podido dedicarme a él con tiempo e intensidad. Dejé de viajar y me encerré con un juguete literario del que he disfrutado mucho. Las circunstancias colectivas me han proporcionado un situación idónea para la escritura».

Según el diario El País “Los Vencejos cuenta el último año de Toni, un profesor de instituto decepcionado y enfadado con el mundo, que decide con frialdad y determinación poner fin a su vida en una fecha concreta. Para entonces, espera averiguar cuáles son las razones que le han llevado a semejante determinación. Su historia y la de quienes le rodean dan lugar a una novela coral y descreída, ácida, pero también humorística. Está ambientada, cuenta su autor desde Alemania, donde reside, en `una ciudad que no se nombra, pero que el lector reconocerá enseguida`, como se ha dicho sobre las localizaciones descriptas en algunas de sus novelas anteriores.”

 Bien podría decirse que su último libro es hijo de la pandemia: “Llevo tres años dedicado a este texto, le dice a El País, pero solo a partir de la crisis sanitaria he podido hacerlo con tiempo e intensidad, desde primera hora de la mañana hasta el declinar del día. Dejé de viajar y me encerré con un juguete literario del que he disfrutado mucho. Las circunstancias colectivas me han proporcionado un situación idónea para la escritura”.

Algo similar le dice a GQ: «Esta cuarentena a mí me ha venido bien. Lo digo sin cinismo, no ignoro que ha habido muertos, etc., pero me ha venido bien en el sentido creativo. Por mi manera de ser no me resultó difícil aislar la actividad, mi vida cotidiana no cambió, yo ya llevaba una vida muy solitaria. Lo que sí  cambió debido a la pandemia es que estuve meses sin viajar, y todos esos meses de lunes a domingo los he dedicado a la escritura de mi libro actual. Y claro, el empujón creativo ha sido notable».

A pesar de la serenidad de Aramburu, su novela es esperada con ansiedad en todas partes porque es la novela del autor de Patria. La comparación será inevitable y el gran éxito de su novela anterior será el punto de referencia  para juzgar la calidad y las repercusiones de Los Vencejos. Afortunadamente, Aramburu  es un solitario, como el mismo se autodefine, y le gusta jugar con las palabras, engarzarlas con preciosismo de orfebre y paciencia de relojero. Él mismo le contó a Tiempo Argentino que pasa largas horas en su estudio acompañado por las palabras y por su perra. “Siempre pensé –dijo en esa ocasión- que yo no tenía alma, hasta que descubrí que mi alma estaba fuera de mí, cubierta de pelos y es ella. Es como mi sombra, pasa horas debajo de mi mesa cuando escribo.”