«Hubo miles y miles de ciudadanos perseguidos, que no sólo pasamos por las cárceles y los centros de tortura a lo largo y lo ancho del país. Los miles que se vieron forzados a abandonar el país y vivir en el exilio. Los que fueron asesinados en enfrentamientos y los desaparecidos que todavía buscamos». Adriana Zinola es integrante del Colectivo de ex presas políticas de Uruguay, perteneciente a Crysol, que nuclea a los expresos políticos, fundada en el 2000: desde el 2011 es presidido por Gastón Grisoni.

En estas dos décadas, la asociación fue tomando un rol importante en «la defensa de los Derechos Humanos, en las denuncias de las múltiples violaciones del terrorismo de Estado y la dictadura, la aprobación de leyes con la reparación a ex presos y presas, la creación de una fiscalía que cubriera los delitos de lesa humanidad y memoriales de la lucha de tantos y tantos compañeros«. Incluye a exiliados. 

Adriana habla de miles y miles. Como en varios países de la región se suele hacer un reduccionismo, que en el caso uruguayo consistió en decir que era una pelea entre Tupamaros y los milicos. «Sí, miles y miles de uruguayos se vieron afectados, sufrieron persecución. Organizaciones sindicales, sociales, partidos políticos, y por supuesto, las organizaciones revolucionarias. Pero poner el énfasis en que aquí hubo dos demonios es falsear la realidad. Hubo alrededor de 7000 condenas de parte de la justicia militar y los perseguidos pasaron por las distintas cárceles». Precisa que fue en un país que ya por entonces era de tres millones de habitantes, cuando en la Argentina eran 24 millones y hubo 30 mil desaparecidos. «Hubo un solo demonio y fue el terrorismo de estado», enfatiza.

Y aclara: «Cuando se da el golpe de Estado en el 73, la totalidad de la cúpula de la guerrilla, del movimiento tupamaro, ya estaba presos hacía mucho rato. Fueron reprimidos, encarcelados. Asesinados, aun en democracia». Advierte asimismo que «el enemigo de la dictadura era la clase popular en su conjunto. Y así responde con la huelga general inmediata. No fue posible derrotar a la dictadura. Dura 15 días de resistencia heroica».

Con dolor relata: «Yo militaba en Pando, a 30 kilómetros de Montevideo. Y el paro fue muy masivo. Se paralizó el área productiva. Metalúrgicas, papeleras, textiles, frigoríficas. No era una guerrilla. Era el pueblo que se intentó defender ante la dictadura. Y no pudo. Porque la dirigencia fue perseguida y encarcelada». Y en ese sentido cuenta que resultó detenida por primera vez tras el golpe, en una olla popular, con huelguistas de la construcción, cuando pertenecía a la juventud comunista. «Nos llevan a todas a la escuela militar de aeronáutica y nos liberan luego de terminada la huelga. Luego, en el 74, fue el ejército quien me encarceló. Una experiencia muy dura. Porque empecé un periplo por distintos lugares hasta que me procesan y paso cuatro años». Con desconsuelo señala que esas experiencias fueron sumamente cruentas. «Fue brutal. No se puede poner un medidor de grado de tortura. ¡Toda tortura, toda violación, toda vulneración y persecución es brutal! Y ahora estamos dándole mucha visibilidad a lo que pasó a las mujeres».    «