Cada vez que Álvaro García Linera pasa unos días por la Argentina deja una estela de conceptos y definiciones que echan luz al diagnóstico del clima de época pero sobre todo configuran un recetario que ordena las principales tareas y desafíos para el progresismo y las izquierdas latinoamericanas. Con su amabilidad a flor de piel y su hablar siempre sereno, recibió a Tiempo —en conjunto con Télam y la TV Pública— antes de salir a la cancha para recibir la escucha atenta y la ovación fervorosa en la cúpula del Centro Cultural Kirchner, como figura central de un evento organizado por la Agencia Nodal (en su 10° aniversario) junto al Proyecto Ballena.

Sin medias tintas ni eufemismos, arranca señalando que “el progresismo en esta segunda oleada se está presentando muy tibio, muy timorato, frente a las grandes angustias de la gente”. Si bien Linera ya se había convertido en un exponente del pensamiento crítico latinoamericano aun siendo vicepresidente de Bolivia, alejado ahora de la función pública se lo nota más suelto para poner el foco en las debilidades del campo propio: “El progresismo va a retomar su liderazgo si es capaz de mirar de frente la herida que está en los bolsillos de las personas y proponerles una salida rápida y concreta”.

El segundo tópico de la charla gira en torno al auge de la extrema derecha en el mundo. Para Linera, estos fenómenos “crecen y se fortalecen en tiempos de crisis económica”. Remarca, por un lado, que estas fuerzas absorben principalmente la base electoral de “una derecha moderada que queda paralizada” pero vuelve a apuntar las responsabilidades de los gobiernos cercanos: “La extrema derecha también crece cuando tú generas frustración, cuando tú has planteado justicia y movilidad social y en los hechos has generado más pobreza y desigualdad”.

Camino a los 61 años, despliega una sabiduría construida en un largo recorrido a pura intensidad y compromiso militante. Que comienza en su juventud fundando el Movimiento Indígena Túpac Katari en los ’70, luego devenido en guerrilla, que lo llevó a pasar cinco años como preso político en los que moldeó su pensamiento marxista. Que luego maduró en la organización territorial campesino-indígena “Ayllus Rojos” y más tarde dando batalla en el campo académico desde el grupo Comuna, e incluso como presentador televisivo. Hasta que a comienzos de siglo conoció a Evo Morales durante la llamada “Guerra del agua” y se sumó a construir el plafón ideológico del Movimiento Al Socialismo (MAS), que años después devendría en gobierno y él en vicepresidente.

A lo largo de ese extenso derrotero, Linera sostuvo y consolidó como principal idea-fuerza que para desarrollar un proyecto emancipador en Bolivia es clave poner en el centro “la cuestión indígena”. Y lo deja en lo que dirá en esta entrevista sobre la interna en el oficialismo boliviano.

-¿Cuáles son los desafíos del progresismo latinoamericano ante las dificultades de esta etapa?

-Tener la osadía y la valentía de resolver los problemas que más afectan a las personas. La economía, la inflación, la devaluación, la marginalidad, la informalidad. Es lo central. A inicios del siglo XXI, los progresismos supieron resolver y enfrentar los problemas de entonces. Y lo hicieron con valentía. Cambiaron sus países y el continente. Eso está faltando ahora: el progresismo en esta segunda oleada se está presentando muy tibio, muy timorato, frente a las grandes angustias de la gente. Va a retomar sus banderas y su liderazgo si es capaz de mirar de frente la herida que está en los bolsillos de las personas y proponerles una salida rápida, concreta y práctica. Mientras no lo haga el progresismo, lo van a hacer las derechas extremas, los autoritarios. Ellos crecen por nuestro silencio, por nuestra ambigüedad, por nuestra falta de valentía y decisión.

-¿Considera, como dijo Cristina Fernández, que la gente no es de derecha ni de izquierda sino que quiere vivir mejor?

-¡Es una frase tan sabia! Ciertamente la gente quiere vivir mejor. Y nosotros en la primera oleada hicimos que la gente viviera mejor, que pudiera consumir más, se sintiera más segura, pudiera ahorrar un poquito, pudiera mandar a sus hijos a la universidad. El progresismo abanderó esa mejora sustancial. Hoy no, hoy la gente está viviendo peor. Yo creo que ella lo dice en el sentido de que no podemos sancionar al poblador de un barrio, a la mujer vendedora, que vota por otra opción. No es que está enajenada sino que simplemente quiere vivir mejor. Y no está encontrando en el progresismo actual la respuesta a eso y busca otras opciones. Pero si nosotros tenemos la capacidad de abrir las puertas para que pueda vivir mejor, y no de manera demagógica sino práctica, concreta, inmediata, la gente va a volver a confiar en las banderas progresistas.

-Apelando a su capacidad de aportar una mirada regional y global, ¿a qué atribuye el crecimiento de la extrema derecha? ¿Cuáles son las causas de este fenómeno más allá de las particularidades de cada país?

-Las extremas derechas, es decir, personas que consideran que hay que castigar a quienes reivindican igualdad y justicia, siempre han existido. Solo que cuando hay una situación económica estable, de crecimiento, son marginales. Ellos crecen cuando se deteriora la economía, cuando hay una crisis de credibilidad, cuando los partidos políticos no pueden solucionar los problemas que afligen a la gente. Las extremas derechas crecen y se fortalecen en tiempos de crisis económica, y lo hacen absorbiendo, reclutando, a los adherentes de la derecha moderada, que queda paralizada, sin respuesta. Y la extrema derecha también crece cuando tú generas frustración, cuando tú has planteado justicia, movilidad social, oportunidades, y en los hechos has generado más pobreza y desigualdad. Entonces generas ya no resentimiento de los pequeños sectores medios igualados, generas resentimiento en la propia base social que se siente defraudada. En tiempos de crisis siempre va a haber extrema derecha. No es un fenómeno excepcional, transitorio, es un fenómeno estructural. No hay que tenerle miedo a eso. A lo que hay que temer es si la extrema derecha recluta a tus adherentes, a tu base nacional popular; cuando eso sucede tienes que preguntarte ¿qué he hecho mal?

-Ante esta realidad, ¿cuál es el “qué hacer” de la época? ¿Qué tareas y estrategias concretas sugiere, además de recuperar la osadía, en estos tiempos de crisis económica?

-Lo central es resolver la crisis económica. La principal angustia para las personas es mejorar sus condiciones de vida, que el dinero no se evapore de las manos: hay que resolver la inflación. ¿Cómo? Cada país tiene sus propias características, no conozco bien las de Argentina, pero en nuestro caso lo que hicimos fue meter al Estado en la regulación, establecer precios fijos de ciertos productos básicos, subvencionando en algunos casos y en otros obligando a los empresarios a establecer precios fijos. Les dijimos a los exportadores “ustedes quieren exportar su harina de soya, pueden, pero el 30% para el consumo interno tiene este precio fijo. Si no acepta, no le autoriza a exportar”. No los nacionalizabas pero los coaccionabas para establecer precios fijos y baratos para consumo interno.

Descolonizar y de desracializar el poder

La crisis interna que atraviesa el MAS alcanzó su pico máximo tras el anuncio de Evo Morales de lanzarse a la candidatura presidencial de 2025 y denunciar un plan del gobierno para “descabezar al movimiento indígena”, y “eliminarnos físicamente”. Esa disputa con el actual mandatario Luis Arce, quien fuera su ministro de Economía durante 11 años, parece llegar a un punto de no retorno.

-¿Qué opina sobre el anuncio de Evo?

-Su candidatura me parece lógica. Este proyecto ha sido elaborado con manos indígenas, campesinas, obreras, plebeyas. Ellos son los que deben volver a tomar el mando del Estado. Es correcto que Evo se proclame porque el gobierno debe volver a manos indígenas campesinas. Y Evo es uno. Puede ser también otro indígena campesino, pero no puede ser que nuestro gobierno popular esté nuevamente en manos mestizas. Siempre dijimos: Bolivia tiene que ser gobernada por indios los siguientes 100 años, y apenas vamos 15, todavía falta mucho más para restablecer la justicia histórica. Esperemos que el presidente Luis, a quien respetamos, entienda el mensaje. Este es un proyecto de indígenas, campesinos, sindicatos agrarios. Y nosotros estaremos ahí, en el frente de batalla, acompañando, reforzando, pero el líder, las cabezas, siempre tienen que ser campesinos indígenas, porque esa la manera de descolonizar y de desracializar el poder en Bolivia.