Pocos libros resultan tan actuales como Las guerras del siglo XXI, la publicación de CLACSO y la Universidad Autónoma de México que coordinó Ana Esther Ceceña, doctora en Relaciones Económicas Internacionales y especialista en geopolítica. Junto a un puñado de expertos en cada una de las contiendas que en lo que va de los 2000, brinda un profundo estudio para la comprensión del estado del mundo en Irak, Afganistán, Libia, Siria, Ucrania, Gaza, sin descuidar Colombia y Venezuela. De algunos de esos temas habla Ceceña por videoconferencia con Tiempo.

–La guerra en Ucrania parece estancada. Todo indica que la estrategia occidental es retener a Rusia en un conflicto permanente.

–Efectivamente, crear una frontera de contención a Rusia pero con ciertas características. En Ucrania está parte del poder nuclear con el que contaba la URSS. Otro punto muy importante es que –y esto es algo que estoy rastreando– es el lugar del laboratorio de armas biológicas. Algo de lo que no ha salido mucha información, pero es parte de la razón por la que EE UU no podía permitir que Rusia entrara de lleno. Porque estaba toda esta información, no solo para denunciarla sino también para conocer los desarrollos tecnológicos que tenían. Cuando se hace el mapa pensando en Ucrania y todo lo que ahí ha estado ocurriendo, no lo desligo de las otras guerras: Siria, Irak…

–También el retiro humillante de Afganistán.

–Tiene que ver con eso también, pero fíjate que EE UU se retira sin salirse completamente, porque deja cosas asentadas en esos lugares, como laboratorios subterráneos, equipos en cuevas, de manera que lo puedan reutilizar de algún modo. Es cierto, se retiran vergonzantemente expulsados por esos que caracterizaban despectivamente como tribus. Pero yo veo el cercamiento a Rusia y las posiciones en el Mar Negro: el gas, la salida por el Bósforo, cosas que para Rusia son muy importantes, porque es uno de sus accesos al Mediterráneo y a Europa. Es como las intervenciones en Georgia, en Chechenia, en las zonas del Caspio, hace poco en Nagorno Karabaj. Todo está vinculado, van a seguir moviendo piezas y una de ellas es la guerra de Israel contra Hamas. Israel volvió a decir que no se van a retirar hasta que no cumplan sus objetivos, es decir, recuperación total del territorio, exterminio total de los palestinos por lo menos de la franja de Gaza. Lo que es una recolocación de Israel y de EE UU, y tiene que ver con Rusia y con Irán. Con esa coalición que se va formando contra los que ellos consideran sus cuatro enemigos principales: Irán, Rusia, China y Norcorea.

–Se habla de la inevitabilidad de una guerra entre EE UU y China en no mucho.

–Esperemos que no, por lo menos los mexicanos no queremos eso, imagínate que vamos ser los primeros perjudicados. Pero sí, es posible, aunque yo siento que al mismo tiempo que la anuncian la tratan de evitar. Sería una catástrofe total en la que también entraría Rusia, porque su capacidad tecnológica militar se equipara con EE UU. Es como volver a establecer los dos bloques en términos de poder militar y económico. Una de las modalidades que marcamos en el libro de las guerras de hoy en día es que atacan el entorno, son guerras de cercamiento, de penetración, subterráneas. Lo que pasó en Siria: entran por debajo, meten mercenarios de diferentes tipos confrontados que no se conocen entre sí y que arman un desastre total. No hay un patrón, hay muchos modelos que se van implementando de acuerdo a las circunstancias.

–¿Ese sería el dominio de espectro completo?

–Ellos lo hablan desde el campo militar, yo lo extiendo porque para mí está clarísimo que están abarcando las otras dimensiones. Aquella fue una pretensión de fines del siglo pasado que hoy han matizado, han bajado un escalón, ahora sería abarcar los puntos geográficos, estratégicos esenciales «y aceptar que no podemos dominarlo todo». Todos los instrumentos bélicos con que se cuenta, con mayor interés en el tecnológico, se desatan al mismo tiempo como en la teoría del enjambre. Se ataca con cosas muy distintas contra el mismo objetivo.

–Se habla de Gaza como de un laboratorio, como lo ha sido Colombia, para nuevas técnicas y armas. Pero Rusia, en Siria, probó su más sofisticado armamento que ahora se ve en Ucrania.

–Rusia está sorprendiendo a EE UU porque tienen instrumentos de guerra inesperados para Occidente colectivo, sobre todo en el terreno estratégico. Ha estado moviéndose de un modo que no esperaban y eso los ha descolocado. Uno de los hechos significativos fue la aplicación de las sanciones financieras. Porque Rusia da la vuelta, va por otro lado y eso permitió el crecimiento de las relaciones en Eurasia. La que se vio tremendamente afectada fue Europa.

–Hay quienes dicen que el verdadero objetivo de Estados Unidos era Europa, y especialmente Alemania.

–Nunca pensé que pudiera decir que extraño a la (Angela) Merkel, porque por lo menos ella defendía a su país. Ha sido muy triste el papel de Alemania, de Europa, más subordinado de lo que se hubiera podido suponer. Así está ocurriendo en todos los terrenos: no están entendiendo este nuevo momento.

–¿No entienden que hay otro mundo que nace?

–Yo siento que con toda la inteligencia que hay, porque hay mentes brillantes en el Comando Conjunto y el Departamento de Defensa de EE UU, de algún modo esta idea de ser superiores les ha limitado el entendimiento. Igual que no entendieron la guerra difusa de la época de la desestabilización de la URSS, cuando decían «¿pero es que contra quién estamos peleando? Contra un enemigo difuso que no logramos identificar». Hoy tampoco están entendiendo el tipo de enemigo, porque lo identifican como un enemigo equivalente. Pero no se comporta de esa manera y no logran moverse en ese terreno.

–Hay algo como de macho golpeador. «O estás con nosotros o no serás de nadie. Nosotros o el caos». Pasó en Libia, en Siria, aunque en Colombia se les escapó Gustavo Petro y en Venezuela si no hubo invasión es porque quizás los países latinoamericanos no quisieron acompañar a Trump.

–Creo que la media dominante cuenta con el desconocimiento que tenemos de las otras culturas. Te pueden plantear escenarios de caos porque qué sabía la gente en general de los sirios antes de la guerra. Hicieron todo como para que no quedara claro qué lugar representa Siria geográficamente. Grupos que se enfrentaban entre sí, una guerra intestina. ¿Qué había antes de eso? No hay manera de que te expliques lo que hay en Siria si no ves lo que había antes. La imagen que se da en territorio colombiano es de una guerrilla confrontada con el estado y listo. Hay muchísimas cosas adentro que complejizan y enriquecen el panorama y nos permite entender mucho más. Eso es parte de la apuesta: si tu no entiendes lo que está pasando en la guerra de al lado te hacen la guerra a tí y no hay manera de defenderse. Te pulverizan. Esa fragmentación es parte de cómo se coloca la narrativa y es cultural, histórica. En cuanto a Venezuela, yo creo que una invasión ahí no beneficia a nadie del poder, les desataría una lucha en contra mucho más fuerte de la que la resistencia misma ha mostrado. En Venezuela me preguntaron mucho si habría una invasión y yo decía que no. Veía más estas movidas de desestabilización financiera, prohibición del acceso a medicinas. No han podido meterse, algo muy interesante, en el pueblo. Lo del Esequibo es una muestra de que el pueblo chavista sigue siendo chavista de una manera muy comprometida, y eso quiere decir que tienen muy claro que la intervención de EE UU y de los poderes que los acompañan es porque quieren el petróleo de Venezuela (ver aparte). Eso es algo que cualquiera te lo dice en un mercado de Venezuela. Defiendes la Patria. Lo de la Patria todavía pesa.

–Pero Guayana pide a EE UU que ponga una base militar.

–Sí, pero podría suceder que pongan una base militar rusa, o podríamos abrirle el paso a China. Ya no son las mismas circunstancias que en el pasado. Ahora China y Rusia ya están muy metidos en el continente. Una de las maneras de entrar al mercado de EE UU es a través de México. Entonces se instalan empresas chinas, se llama nearshoring, y como están cerquita… Ellos lo saben y no saben cómo detenerlo porque en cierta medida lo necesitan aunque lo tienen que rechazar.