El 2 de octubre habrá elecciones en Brasil. El primer día de 2023 jurará el nuevo presidente: tal vez sea Luiz Inácio Lula da Silva. O bien Jair Messias Bolsonaro encare su segundo mandato. Pero deje o no el Palacio de Planalto, cumple viejas promesas beneficiando con meganegocios al sector privado. El martes, junto con el ministro de Economía, Paulo Guedes, refrendó el traspaso de Eletrobras, la mayor empresa de energía de Latinoamérica. ¿Podrá hacerlo con Petróleo Brasileiro SA (Petrobras), la otra joya?
El Estado brasileño solo se quedará con un 45% de las acciones de una empresa que durante 2021 tuvo un beneficio de 5700 millones de reales (U$S 1094 millones). En 2018, cuando era diputado federal, el actual presidente declaró: “Estoy a favor de privatizar muchas cosas, pero la cuestión energética, no”. Sin embargo, luego, su discurso viró a que habría «caos energético» en Brasil si no se vendía la empresa.
Toda la oposición impuso diversos recursos ante la Justicia y el propio Estado. La presidenta del PT, Gleisi Hoffmann, afirmó que este proceso con Eletrobras representa un «delito de lesa patria». Por su parte, el senador por el PT-RN Jean Paul Pratescalificó la privatización como «desacertada, malintencionada y criminal», ya que «el gobierno subvalúa a la empresa (R$ 67 mil millones, unos U$S 13.100 millones) cuando en realidad vale más del doble».
Pero el poder del gobierno pudo torcer todos los brazos. El «Centrao», la derecha que controla el Congreso, la que blinda a Bolsonaro en los más de cien pedidos de juicio político que pesan sobre él, también lo apoyó en este caso. «Espero que los empresarios serios que quieren invertir en el sector no se suban a este mecanismo exótico que los vendepatrias prepararon para Eletrobras», advirtió Lula. Y prometió revertir la situación si vuelve a la presidencia.
Centrais Elétricas Brasileiras SA (Eletrobras) fue creada en 1961, luego de una demorada aprobación del Congreso de una ley que elevó el presidente Jânio Quadros, quien solo pudo ejercer el cargo durante seis meses: poco antes de que el 25 de agosto de ese año fuera obligado a renunciar. Cuatro días antes había restituido los yacimientos de hierro de Minas Gerais al país; llevaba menos de seis meses en el gobierno.
Eletrobras comenzó a funcionar el 11 de junio siguiente bajo el mandato de João Goulart. La empresa sobrevivió a la ola privatizadora de los ’90 y fue fundamental en la extraordinaria expansión energética de la región. Cuenta aún con más de 25 mil empleados y cotiza en la Bolsa de San Pablo. Sus subsidiarias son Eletronorte, Chesf (nordeste); Furnas (sudeste) y Eletrosul (sur). Regula a la represa de Itaipú y las plantas nucleares de Eletronuclear.
Esa empresa tan simbólica que tiene un antecedente muy particular, y que simboliza la historia del Brasil y de toda Latinoamérica: en 1954, Getúlio Vargas, tras ser depuesto, volvió a ser presidente. Así como Juan Perón en la Argentina, desde la derecha imponían presiones colosales, a pesar de que la industria estaba en alza y se había reposicionado el valor de las materias primas esenciales, por caso el café. Vargas se suicidó el 24 de agosto de un tiro en el pecho. Escribió una carta-testamento: “Una vez más las fuerzas y los intereses en contra del pueblo se coordinarán y se desencadenarán sobre mí. No me acusan, me insultan; no me combaten, me calumnian (…) Tuve que renunciar. Puse el gobierno en los brazos del pueblo”. También apuntó: “Quise lograr la libertad nacional con la potenciación de nuestras riquezas a través de Petrobras; cuando comienza a funcionar, la ola de disturbios se acrecienta. La creación de Eletrobras fue obstaculizada hasta la desesperación. No quieren que el trabajador sea libre. No quieren que el pueblo sea independiente”. Tampoco ahora. «