En su foja de servicios, Volodímir Oleksándrovich Zelenski figura en primer término como actor. Aún permanecen en las redes algunos videos en los que desdeña de la política y toma una metralleta para matarlos a todos. Años después, por insólitos vericuetos de la realidad, el ucraniano acabó siendo presidente de su país y volvió a tomar la metralleta, en sentido figurado y no tanto, para entablar una guerra con Rusia, nada menos que el conflicto que en pocas semanas llegará al año desde la primera escaramuza. Claro que esta semana Zelenski volvió al escenario teatral, cuando armó una puesta en escena para mostrarse como el justiciero que corta de cuajo la corrupción y al lado de Oleg Nemchinov, un asesor clave, anunció la salida de cinco gobernadores regionales en cuyos territorios se produjeron encarnizados combates: de la región de Dnipropetrovsk (centro), de Sumy (noreste), las de Zaporiyia y Jersón, en el sur, así como la que rodea la capital, Kiev. También cuatro viceministros dejaron sus puestos, lo que hizo renunciar, a su vez, al jefe adjunto de la administración presidencial, Kyrylo Tymoshenko, y al fiscal general adjunto, Oleksiy Symonenko. Por otra parte, el Ministerio de Defensa había anunciado horas antes la dimisión de Vyacheslav Shapovalov, responsable del apoyo logístico del ejército, quien firmó contratos de alimentos a precios inflados.

En círculos políticos se considera que el gobierno aprovechó un tema que sí existe pero armó la parafernalia para quitarse de encima algunos dirigentes «molestos». De todos modos, el país lleva años sufriendo una denominada «corrupción endémica», por lo que en varias ocasiones recibió miles de millones en ayuda financiera y militar para combatirla. El tema se vio eclipsado por la guerra.

Por otra parte, el presidente tuvo un significativo éxito político esta semana: la presión intensa de EE UU sobre sus aliados en la Unión Europea hizo efecto y, luego de su renuencia, Alemania aceptó enviar los tanques Leopard 2 A7 Demostrator (de un costo aproximado a los 8,8 millones de euros por unidad) que tanto anhelaba Ucrania. Son vehículos de última generación, no tan potentes como los Abrams estadounidenses y Challenger 2 británicos, pero más livianos y particulamente efectivos en las llanuras del Donbas. Al destrabarse la ayuda alemana, se espera que ocurra lo mismo con Francia y que el presidente francés Emmanuel Macron acepte enviar un grupo de sus Leclerc, para que EE UU e Inglaterra sumen también otra remesa de los suyos. En total, para la primavera europea se espera la llegada de unos 170 tanques flamantes a Ucrania. 

Todo eso en una semana en que se produjeron feroces batallas en varias ciudades de la región de Donetsk, que las tropas rusas intentan conquistar. Por caso en Vugledar, una ciudad minera que antes de la guerra tenía 15.000 habitantes, un enclave importante ya que les abriría camino a una ofensiva hacia las ciudades de Pokrovsk y Kurakhove, más al norte. Según varias  agencias de noticias los combates fueron «brutales» y las fuerzas rusas se «implantaron en el sureste y el este de la ciudad», aunque con un «esfuerzo significativo».