El líder supremo iraní, Alí Jamenei, culpó este martes a los enemigos de Irán de usar recursos y «aparatos de inteligencia» para desatar los disturbios que desde el jueves se producen en el país, cuyo saldo se eleva a una veintena de muertos, más de 450 detenidos solo en la capital y el recalentamiento de la siempre áspera relación Teherán-Washington.

«Los enemigos de Irán han usado distintas herramientas como dinero, armas, política y aparatos de inteligencia para crear disturbios en la República Islámica», manifestó el líder religioso, figura central de la superposición entre poder político y religioso en el país persa.

«El enemigo siempre está buscando una oportunidad y cualquier fisura para infiltrarse y golpear a la nación iraní», añadió, en un mensaje pronunciado durante un acto público en Teherán y que publicó en su cuenta de la red social Twitter.

Jamenei evitó identificar a los «enemigos» de su país; sin embargo el portavoz del Cuerpo de los Guardianes de la Revolución Islámica (CGRI), el general de brigada Ramezan Sharif, fue un paso más allá y denunció el «apoyo abierto y encubierto de Estados Unidos, del régimen sionista y de los sauditas» a los manifestantes de Irán, informó la agencia oficial IRNA.

Anoche, al menos nueve personas murieron en nuevas protestas producidas en la provincia iraní de Isfahán, a unos 350 kilómetros al sur de Teherán, informó la televisión estatal, por lo que ya son una veintena las víctimas mortales registradas.

El presidente estadounidense, Donald Trump, usó su habitual canal -la red social Twitter- para advertir que sigue «vigilando» la situación en Irán, con lo que echó más leña al fuego y tensó aún más la históricamente difícil relación entre Teherán y Washington.

«El pueblo de Irán por fin está actuando contra el brutal y corrupto régimen iraní. Todo el dinero que tan tontamente les dio el presidente (Barack) Obama fue a parar al terrorismo y a sus bolsillos», escribió Trump en su cuenta de Twitter.

En el mismo mensaje, el mandatario agregó que el pueblo iraní «tiene poca comida, una gran inflación y ningún derecho humano» y cerró: «¡Estados Unidos está vigilando!». Trump, que lleva varios días tuiteando sobre la situación en Irán, ayer publicó un mensaje en el que aseguró que «es hora de un cambio» en el país.
Un día antes había acusado a Teherán de «cerrar Internet para que los manifestantes pacíficos no puedan comunicarse».

La cancillería iraní salió a responder de inmediato el comentario del estadounidense, a quien sugirió «no perder tiempo mandando tuits inútiles y ofensivos» y centrarse en «los homicidios cotidianos de los enfrentamientos armados en Estados Unidos, y también en los millones de sin techo y gente hambrienta en su país». Así lo manifestó el vocero de la cancillería, Bahram Qassemi, quien además subrayó la postura «contradictoria y confusa» de Trump.

Sería mejor que Trump adopte como modelo las vías utilizadas en la tradición persa, «es decir, el buen discurso y las buenas obras, para lograr el respeto internacional para Estados Unidos», declaró Qassemi, citado por la agencia de noticias irani IRNA.

En el plano interno, también la atmósfera sumó temperatura cuando el presidente del Tribunal Revolucionario de Teherán, Musa Ghazanfarabadí, advirtió a los manifestantes con acusarlos de delitos, entre otros, castigados con la pena de muerte.

«Cada día que pase y las personas sean detenidas, aumentará su crimen y castigo y nosotros ya no los consideramos manifestantes por sus derechos, sino que quieren perjudicar al régimen», dijo Ghazanfarabadí, según la agencia iraní de noticias Tasnim.

Los detenidos serán declarados culpables de diferentes delitos, entre los que figuran «atentar contra la seguridad nacional» y la «enemistad con Dios» (moharebeh), ambos penados con la condena a muerte, dijo.

En la misma línea, el fiscal general iraní, Mohamed Yafar Montazeri, lanzó hoy otra dura advertencia a los manifestantes, en el sexto día de las protestas, al declarar que «se acabó la broma», y señalar que la Justicia colaborará con la Policía para llevarlos ante los tribunales. 

Las protestas, contra la corrupción y la carestía de la vida se iniciaron el jueves, y desde entonces fueron creciendo en violencia e intensidad. 

Anoche, seis manifestantes perdieron la vida en la ciudad de Qahderiyán, cuando atacaron la comisaría de la ciudad, mientras que murieron tiroteados un niño de 11 años en la ciudad de Jomeiní Shahr, un miembro de los Guardianes de la Revolución (la fuerza de élite del Ejército iraní) en la ciudad de Kahriz Sang y un policía en la ciudad de Nayaf Abad.

La emisora había informado anteriormente que en la madrugada un guardián de la revolución fue asesinado a tiros por los manifestantes en la ciudad de Najafabad, en el centro del país, lo que -a juicio de la televisión- constituye la prueba de que algunos manifestantes están armados.

El presidente Hasan Rohani, que convocó una sesión extraordinaria a los jefes de las Comisiones del Parlamento, dijo que las autoridades no tienen problemas con los paros y las protestas del pueblo, que «no son una amenaza, sino una oportunidad», buscando enviar un mensaje de unidad.

Miembros del gobierno habían identificado días atrás a manifestantes como extremistas que buscan crear un clima destituyente, en un contexto de falta de información, imágenes de desmanes y bloqueo informático de las redes sociales.

Hasta ayer, la televisión pública había informado que 12 personas murieron en las manifestaciones populares, sin precisar los lugares de las muertes ni identificar a las víctimas. Desde el sábado, la policía arrestó a más de 450 manifestantes.