Esta semana, el próximo miércoles 15, se celebra un nuevo aniversario de la constitución de la República Brasileña y un bolsonarismo residual sigue insistiendo en desconocer el gobierno de Luiz Ignacio Lula Da Silva, pero sin gran adhesión por el momento.


Los aniversarios de lustros, décadas o centenios recuperan hechos del pasado para marcar el camino del presente al futuro. Qué conmemorar y qué reivindicar, incluso cómo recordarlo, es parte de una disputa del sentido de la confrontación de proyectos políticos, en especial en Brasil, donde el bolsonarismo intenta marcar una historia oficial unívoca, excluyente de las diversas identidades que presenta ese país, como la cultura de los pueblos originarios y el aporte de los afrodescendientes.


De hecho, las intentonas golpistas impulsadas por Jair Bolsonaro centraron sus fechas en días conmemorativos, como el 7 de septiembre, celebración de la Independencia de Brasil, y este 15 de noviembre, que recuerda la constitución de la República, luego del interregno monárquico. El año pasado, primero en el marco del Bicentenario de la Independencia en 2022, Bolsonaro convocó a tomar por asalto el Supremo Tribunal Federal, y luego propició movilizaciones durante la conmemoración de la República, días posteriores a su derrota electoral, que fue antesala a la intentona golpista del 8 de enero de éste año.


En esta semana, el entorno de Bolsonaro, su esposa Michelle y su hijo Eduardo, han sido denunciados por Mauro Cid, asistente militar del ex-presidente, quien sostuvo que ellos eran los que más incitaban a desconocer la derrota y que el objetivo de la libre portaciòn de armas no era la legítima defensa sino crear un ambiente de miedo que legitimase el golpismo.
Ahora, Eduardo Bolsonaro pregona esa estrategia en Buenos Aires, poniendo todas las fichas en Javier Milei, el candidato libertario que ataca sin tapujos al presidente brasileño, acusándolo de corrupto y comunista, sosteniendo que no se va a entrevistar con Lula en caso de ganar las elecciones, algo que encendió las alarmas en Brasil y que el embajador argentino, Daniel Scioli salió a rechazar los dichos de Milei y a advertir el impacto negativo que tendría una política bilateral distante.

Cambio tributario

No obstante, el bolsonarismo no solo pierde peso en las calles sino también en el parlamento, donde no pudo bloquear el avance estructural de la reforma tributaria que impulsa Lula, a través de su ministro de Hacienda, Fernando Haddad. El jueves pasado logró aprobar la propuesta en el Senado por 53 a 49 votos, pasando nuevamente a Diputados para que acepte algunos cambios a la versión que simplifica el mecanismo tributario y orienta a un cobro más progresivo de los impuestos, que ahora gravan más al consumo de los pobres que a la concentración económica de los ricos.


El cambio tributario se acopla al desmantelamiento del esquema jurídico armado por Bolsonaro, considerados nocivos para la Democracia y la garantía de Derechos, según investigadores de la Fundación Lauro Campos y Marielle Franco, quienes asociados a la Fundación Rosa Luxemburgo entregaron un informe al equipo de transición proponiendo la derogación inmediata de 220 normas establecidas por el ex presidente, de los cuáles Lula ya avanzó en derogar casi la mitad. Entre ellas se encuentran aquellas que facilitaban la libre portación de armas, centro del bolsonarismo golpista, y otras como las que propiciaban la deforestación del Amazonas.


Algunas medidas tuvieron impacto inmediato, de hecho la deforestación en la Amazonia se redujo un 22,3% entre agosto de 2022 y julio de 2023, según datos oficiales publicados el jueves pasado, que marcaron que fueron talados 9001 km2 la menor cifra desde 2018. El logro es parte del eje ambientalista que quiere darle Lula a su gobierno, que apuesta a seducir al establishment económico en esa cruzada y busca posicionar a Brasil como vanguardia a nivel mundial, con acciones como presentar un plan de recuperación de pastos degradados en la próxima conferencia de la COP-28, de cambio climático de la ONU, a realizarse a fines de noviembre en Dubai.


En definitiva, mientras el bolsonarismo busca deconstruir un pasado, Lula construye el futuro de Brasil.