El austríaco Erwin Schrödinger (1887-1961) obtuvo el Premio Nobel de Física en 1933, en mérito a las investigaciones realizadas en la teoría cuántica, algo que tiene que ver con el devenir de los mundos y sub-mundos en la existencia del átomo. Fue parte de una élite científica europea de principios del siglo XX, donde hubo un Max Planck, una Marie Curie o un Albert Einstein. Schrödinger es conocido por un problema que plantea, ya sea como polémica o reflexión.

Tal asunto es mentado como «el gato de Schrödinger». Por supuesto no hablamos de la mascota del científico, sino de un experimento imaginario: un gato está encerrado durante una hora en una caja de acero, a merced de una materia que puede o no desprender un átomo radioactivo; si tal cosa sucede, ese movimiento activa un veneno mortal que termina con la vida del felino. Por lo tanto –durante el tiempo del experimento– el gato puede estar vivo y muerto a la vez, ya que lo que sucede pertenece al campo de las probabilidades. Claro, hasta que la caja sea abierta y quede constatada la salud –o no– del gato.

Otra virtud de Schrödinger fue el estudio de la filosofía griega, de modo de unir siempre ciencia con conciencia. En esa perspectiva, tomaremos el experimento gatuno para entender –o no– algunas cuestiones internacionales.

Así, podríamos decir que el Donbass estaba en guerra desde el golpe de Estado de 2014 en Ucrania, pero recién en el 2022 queda acreditada tal situación: la caja ha sido abierta por la operación militar especial de Rusia. Antes, esa región estaba en guerra y paz al mismo tiempo. 

Europa occidental está cajoneada. La Unión Europea no está en guerra con la Federación de Rusia, pero manda a Ucrania equipamiento como tanques y cañones, municiones como obuses y balas, soldados como mercenarios. Así, Europa está al mismo tiempo en guerra y no está en guerra. ¿Resistirá la caja a las municiones de uranio empobrecido que manda el Reino Unido al campo de batalla? Europa está bien encerrada por Estados Unidos, en una caja que sólo abrirá la fuerza del destino. O no.

Para Alemania, la trampa de Schrödinger es que la voladura de los gasoductos Nord Stream, que alimentaban a la industria germana de energía barata rusa, es un acto de sabotaje de la OTAN, con lo que Alemania (también miembro de la OTAN) es un país soberano y un país sometido al mismo tiempo.

Los propios Estados Unidos presentan al mundo la perfección del sistema político que practican. Eso es cierto, mientras la caja de acero quede cerrada. La misma libertad de prensa, la inviolabilidad del domicilio y la correspondencia, la separación de poderes (esos pilares del liberalismo clásico) existen y no existen a la vez. Sería una cuestión de probabilidades en el campo cuántico, pero en la sociedad concreta es otra cosa. Por cierto, Quantico es el lugar de Estados Unidos donde encontramos campos de Marines, sede del FBI y presencia de la DEA. Después de todo, Schrödinger no parece estar demasiado equivocado. ¿Política quántica?

En honor al método científico, la vida o muerte del gato del supuesto experimento es una cuestión de probabilidades, tal el comportamiento de determinadas partículas sub-atómicas. En las cajas cerradas de las relaciones internacionales, la situación del gato no es una cuestión de probabilidad, sino que es una cuestión de fe, en tanto y en cuanto nadie abra la caja. Así, cualquiera podrá decir cualquier cosa sobre el estado de las cosas, y enunciar un deseo o un miedo como una certeza, cuando sólo es una opinión. 

Una verdad relativa, por ejemplo, es sostener que Occidente tiene razón en cualquier tiempo y circunstancia, y establecer tal cosa como un absoluto. Eso funciona mientras la caja esté cerrada: que nadie vea nada. Nos dicen lo que hay en la caja, a condición que no la abramos. Así, la única realidad será la verdad enunciada como dogma, fruto de una relación de poder, machacada por los medios de comunicación. Hasta que la caja se abra, para saber si estamos vivos o muertos. O no.  «