¿Cuánto dice un apretón de manos de una persona? Esta es una pregunta que se le puede hacer a Shinzo Abe, primer ministro de Japón, al que Donald Trump tuvo apresado entre sus manos por 19 eternos segundos. Su oblicua mirada al final de esa odisea es de las más expresivas que debe haber exteriorizado un premier nipón en la historia.

Pertenece a la sabiduría popular que un fuerte apretón de manos indica una personalidad fuerte, mientras que uno débil da la apariencia de un carácter un tanto timorato. A través de un largo análisis que el diario The Guardian realiza sobre el “curioso” empleo que da el presidente de Estados Unidos a este gesto, saca varias conclusiones interesantes. Aunque en este caso un video vale por mil explicaciones.

Trump convierte un simple saludo de manos en un espectáculo, algo que probablemente aprendió tras años de participar de su propio reality sow. Además de la duración de sus apretones se puede ver el modo en que palmea la mano de la “victima” del saludo. Y si esta responde el golpecito, Trump se guarda un último toque, como quien se reserva la última palabra en una discusión. Así, el apretón de manos, que suele igualar a las personas, en el estilo de Trump se vuelve emblema de jerarquía.

Dice el medio inglés –y al ver la recopilación de los extravagantes saludos del norteamericano no queda mucha brecha para desacordar¬¬¬– funcionan como un “recordatorio del status”. En las imágenes se puede ver al mandatario de EE UU dando la mano y atrayendo hacia sí a la otra persona, a veces de manera violenta, transformando cada saludo en un blooper sobre el que los medios del Hemisferio Norte no dejan de poner atención. La primera sensación es que además de demostrar su primacía, Trump al jalar a las personas pretende acercarlas y mantenerlas dentro de su territorio, como si ganara un aliado, un compañero o un subalterno.

Claro que en consonancia con sus políticas, sus apretones de sutiles no tienen nada. El medio inglés no deja de notar esto y ensaya su propia explicación, al afirmar que estos apretones, al igual que sus medidas políticas: “son erráticos, impredecibles y egoístas, y no siempre se ajustan a los objetivos que intenta conseguir”.

Lo novelesco del saludo de Trump es que inhabilita a la otra persona a realizar el mismo gesto, ya que entonces terminaría en una suerte de toma de artes marciales. Una buena e inteligente escapatoria fue la ensayada por Justin Trudeau, el primer ministro canadiense, quien advertido de las maniobras de su par, se acercó a él y le tomó el brazo derecho, imposibilitándole el tirón, que según se ve en varias imágenes a un paso están de dislocar el hombro del descalabrado en cuestión.

Evidentemente, más allá del eco mediático, de las posibles explicaciones psicológicas y de si efectivamente sirve a sus intereses ulteriores, ya forma parte de la agenda de toda comitiva diplomática, preparar a sus integrantes para un saludo que puede terminar en una lesión, ya sea por falta de refinamiento ya sea por exceso de personalidad.

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