En el encabezado de las gacetillas de la Agencia Clandestina de Noticias, creada después del golpe del 24 de marzo de 1976, Rodolfo Walsh escribía: «El terror se basa en la incomunicación». Minutos antes del bombardeo más intenso desde el comienzo del conflicto, las redes sociales de periodistas palestinos radicados en Cisjordania o en el exterior se plagaron de mensajes de alerta: nadie podía comunicarse con Gaza. Ni los trabajadores de prensa, ni los voluntarios de la ONU, ni los médicos, ni las familias. Los cortes en las comunicaciones no son novedad, y desde la respuesta israelí al ataque de Hamas del 7 de octubre se habían intensificado, pero esta vez el silencio fue total. En la noche del viernes 27 de octubre, el único sonido pasó a ser el de las bombas y el terror fue la incomunicación.

«Israel está intentando bloquear la información desde el día uno. Primero cerrando Gaza, nadie puede entrar o salir», explica desde Cisjordania, Shuruq A’sad, periodista palestina y corresponsal de RMC-Orient, la radio pública francesa que transmite en el mundo árabe. «También han cortado la electricidad y ahora con los bombardeos han cortado Internet y las comunicaciones telefónicas. No quieren que se sepa lo que está pasando dentro de Gaza», afirma. A’sad es dirigente del Sindicato de Periodistas de Palestina (PJS, sus siglas en inglés) y eso la mantenía en contacto permanente con sus colegas en Gaza, pero luego del corte no pudo volver a comunicarse con ninguno por más de 48 horas.

Foto: AFP

«Los periodistas en Gaza eran nuestros únicos ojos en la zona. Eso se interrumpió», afirmó Mirna Alatrash, periodista y editora de Radio Baladna, horas después del corte. «Tenemos más de mil colegas en la Franja, y como quienes vivimos en Cisjordania no podemos entrar, su trabajo es fundamental para que el mundo sepa los hechos sobre esta guerra genocida».

Sin conexión a Internet ni a las redes de telefonía, sin electricidad, sin posibilidad de que otros medios de comunicación ingresen a la región y con la amenaza permanente de ser las próximas víctimas de un ataque, los y las periodistas enfrentan constantes impedimentos para dar cuenta de lo que sucede dentro de Gaza, escenario principal de esta nueva etapa del conflicto. Las 51 oficinas de medios de comunicación, locales e internacionales, que fueron bombardeadas y las 24 radios que dejaron de funcionar, tanto por falta de energía como por daños a la infraestructura, empeoran el panorama. A esta sumatoria de factores que impiden o dificultan de forma intencional la circulación de noticias se la conoce como «desierto informativo».

«Definitivamente hay un bloqueo informativo en Gaza, porque es una prisión a cielo abierto de la que nadie puede salir ni tampoco entrar, y esto corre también para la prensa extranjera, que no puede ingresar a reportar», afirma Anthony Bellanger, secretario general de la Federación Internacional de Periodistas (FIP), organización que nuclea a sindicatos de periodistas en todo el mundo. «Hay un incesante bombardeo en ese pequeño territorio, y entre los civiles que intentan huir se encuentran los periodistas y sus familias. Estos ataques indiscriminados afectan a todos, pero estamos convencidos que algunos de nuestros colegas han sido atacados intencionalmente», asegura Bellanger.

Ante la destrucción de sus lugares de trabajo, los y las periodistas intentaron trabajar desde sus casas, pero también fueron destruidas. «La mayoría de los periodistas fueron expulsados de sus hogares e intentan trabajar desde los hospitales, desde la calle. Están trabajando en circunstancias muy difíciles, con poca comida, poco agua, sin electricidad y sin Internet ni teléfono», afirma A’sad. «Muchos viven en los hospitales o en sus autos» agrega Mirna Alatrash. El primer compañero con el que Mirna logró comunicarse luego del corte masivo de Internet, ante la consulta por las condiciones en las que está viviendo, le dijo que por las noches duerme junto a los cuerpos de los fallecidos en uno de los hospitales del sur de Gaza.

Silencio y muerte

Los ataques de los que son víctimas los periodistas son la expresión más brutal, la punta del iceberg, del desierto informativo. Según datos del PSJ, durante los primeros 25 días de bombardeos de las Fuerzas de Defensa Israelíes, al menos 25 periodistas y 9 trabajadores de medios de comunicación palestinos fueron asesinados. «Esos son los casos que tenemos documentados, pero puede haber más compañeros bajo los escombros», asegura Shuruq A’sad. Si bien algunos de los reporteros murieron en sus hogares tras la caída de bombas en sus barrios, según el recuento del PJS y la FIP, la mayoría fueron asesinados mientras realizaban su trabajo a pesar de contar con equipamiento de seguridad que los identificaba como miembros de la prensa. «Hoy, nuestro gran desafío es permanecer vivos».

Pero los intentos de silenciamiento a la prensa no se limitaron a los territorios palestinos. Un grupo de periodistas de distintas agencias internacionales se encontraba tomando imágenes en una ruta cercana a la frontera entre Israel y El Líbano cuando fueron alcanzados por dos impactos de artillería. El primero terminó con la vida del corresponsal de Reuters, Issam Abdallah, y el segundo impactó en la camioneta que utilizaban para movilizarse e hirió a varios colegas. Según el análisis de videos de lo ocurrido y los testimonios de testigos, la organización Reporteros Sin Fronteras pudo determinar que «el vehículo de los periodistas fue deliberadamente atacado» y que «los reporteros no fueron víctimas colaterales del ataque».

Este tipo de ataque dirigido tampoco es nuevo en Palestina: el 11 de mayo de 2022, la periodista Shireen Abu Akleh, corresponsal de la agencia Al Jazeera, fue baleada en la cabeza por un soldado del ejército israelí a plena luz del día frente a sus colegas. Estaban trabajando en el campo de refugiados de Jenin, debidamente identificados. El crimen de . Shireen aún se halla impune.

«Casi todos nuestros colegas en Gaza perdieron familiares estas semanas», relata Alatrash. Ese fue el caso de Wael Al-Dahdouh, periodista y jefe de la oficina de Al Jazeera en Gaza. Mientras transmitía en vivo recibió la noticia del asesinato de su esposa, su hijo, su hija y su nieto, quienes murieron tras un bombardeo en el campo de refugiados en el sur de Gaza en el que estaban viviendo luego de que el ejército irsaelí hubiera «recomendado» la evacuación del norte de la Franja, en donde estaban radicados originalmente.

Si bien el epicentro del conflicto actual está en Gaza, la situación en otros territorios palestinos ocupados no dista mucho. «En Cisjordania es muy difícil también. Viajamos con miedo por las agresiones del ejército y de los colonos armados que atacan periodistas», cuenta Shuruq. «Todas las semanas hay manifestaciones y nosotros vamos a cubrirlas, y a pesar de tener nuestros cascos, los chalecos antibalas, los stickers que dicen ‘prensa’, por más que nos mantengamos por fuera de la manifestación, los soldados nos atacan directamente». Pero no solo la represión impacta sobre la labor de los periodistas: «En las últimas dos semanas arrestaron a 18 periodistas, por trabajar en el terreno o solo por posteos en redes sociales», concluye.

A 10 días del corte de comunicaciones del 27 de octubre, el contacto con Gaza se restableció pero sólo parcialmente. Hay conexión a Internet algunas horas por jornada, momentos en los que las noticias del día logran salir de la Franja. A pesar de esto, y de las precarias condiciones de vida y trabajo, los y las periodistas de Palestina hacen uso de todos los recursos a su alcance para saltar el cerco informativo. «Están enfocados en sobrevivir», asegura Alatrash, «pero también están enfocados en reportar, en filmar, en sacar una foto».

El llamado a la acción de los encabezados de ANCLA vuelven a tomar vigencia, pero esta vez a 13 mil kilómetros de distancia: «Rompa el aislamiento. Vuelva a sentir la satisfacción moral de un acto de libertad. Derrote el terror. Haga circular esta información».

Cuando las redes cuentan lo que no se ve

A pesar del algoritmo y su inclinación a ponderar contenido alegre de personas hegemónicas, occidentales y felices, los y las periodistas jóvenes de Palestina lograron hackear la tiranía de las redes y comenzaron a cambiar la narrativa sobre el conflicto. En TikTok, usuarios de EE UU y Europa hacen videos en los que exigen el cese al fuego y cuentan cómo cambió su perspectiva sobre los hechos gracias a la información que logra colarse en Internet.
En las imágenes que registra Motaz Azaiza, Gaza es gris. El polvillo de los edificios destruidos hace que la paleta de color toda la producción del fotógrafo palestino sea la misma, y hasta los cuerpos se vean en ese tono. Comparte contenido audiovisual en su Instagram todos los días, y por la crudeza absoluta de las imágenes, que muestran sin filtro la vida (y la muerte) en la Franja, cosecha seguidores de a millones. El salto definitivo se dio cuando mostró el momento en el que llegó a su barrio y descubrió que lo habían bombardeado: 15 miembros de su familia murieron ese día.
Plastia Alaqad tiene 22 años y es periodista. Desde Instagram también registra el día a día de un pueblo asediado. Además de videos y fotos, comparte entradas de su diario íntimo escritas en inglés, para que quede registro de sus experiencias en caso de que muera en un bombardeo. Varios de sus casi dos millones de seguidores recopilan esas imágenes, por si la cuenta fuera censurada.
«Los periodistas están haciendo un gran trabajo con las nuevas herramientas, en especial las generaciones más jóvenes», celebra Shuruq A’sad. «También las nuevas generaciones en el mundo están usando estas nuevas herramientas para informarse y contar lo que ven». Con más de dos décadas en los medios, asegura que este cambio de narrativa se retroalimenta tanto de las movilizaciones masivas que se vieron en todo el mundo como del contenido que periodistas de carrera y jóvenes profesionales logran publicar en redes sociales. «Tristemente con los cortes se ven silenciados, pero siempre van a encontrar la forma de seguir», concluye.