El apotegma hegeliano, que sostiene que la historia se repite dos veces, y su ampliación marxista, que una vez es como tragedia y otra como farsa, parece reafirmarse en Brasil. Así como Al Capone cae en prisión, no por sus delitos mayores sino por el simple descuido de evasión fiscal, Jair Bolsonaro pareciera estar próximo a caer, no por los procesos graves que enfrenta en la Justicia Federal y el Tribunal Electoral, sino por simples descuidos en sus trámites migratorios.

El exmandatario Jair Bolsonaro intentó refugiarse en Estados Unidos, tras fracasar en su intentona de invalidar las elecciones presidenciales, a sugerencia del congresista Daniel Silveira, tal como aseguró el senador Marcos Do Val. El plan consistía en incitar al presidente del Tribunal Superior Electoral y juez del STF (Supremo Tribunal Federal), Alexandre de Moraes, a decir cosas que pudiesen poner en duda la validez del voto y neutralidad del tribunal electoral.

De hecho, Bolsonaro no reconoció públicamente los resultados electorales sino hasta el 31 de diciembre, momentos antes de dejar la presidencia, cuando aceptó que «Lula ganó por un estrecho margen la presidencia de Brasil», lo que dejó latente el rechazo por sus partidarios e indujeron a los ataques a los poderes de la República el 8 de enero pasado.

Pero al ingresar a Brasil, pareciera ser que Bolsonaro estaba flojo de papeles, en lo que refiere los requerimientos de vacunación exigidos por Estados Unidos, en tanto que dejaba de tener trato presidencial, y se investiga si adulteró registros del Ministerio de Salud para acreditar dosis aplicadas.

Cabe recordar que el expresidente se mantuvo como un negacionista de las calamidades que provocaba el Covid, considerándola una simple gripecita. Su desidia impactó en Brasil con casi 40 millones de contagios y unas 700 mil muertes, siendo la segunda cifra más alta después de Estados Unidos. Por eso, fue investigado por una Comisión Parlamentaria que en su informe sostiene que incurrió en «crímenes contra la humanidad», por lo que recomienda que el expresidente, junto a cuatro de sus ministros y otras 61 personas se enfrenten a cargos penales.

De por sí, el intento de golpe político institucional o la incompetencia en la política sanitaria ante el COVID, son causales graves que podrían llevarlo a la cárcel, pero al igual que Al Capone, pareciera que hechos más simples lo están asediando y podrían provocar su detención. Por eso Bolsonaro intentó refugiarse en EE UU, incluso solicitando extender su visa. Es que al dejar su cargo de presidente perdió los fueros presidenciales y puede ser procesado en la justicia ordinaria.

Durante su mandato, tenía el privilegio de poder ser investigado por delitos sólo con autorización del STF y únicamente podría ser denunciado ante la justicia por la PGR-Procuraduría General de la República, previa aprobación de la Cámara de Diputados. Eso cambió y Bolsonaro ya tuvo que comparecer ante la justicia por irregularidades en la recepción de joyas regaladas por Arabia Saudita durante su presidencia y que debió entregar al patrimonio de la Unión.

El último revuelo fue esta semana, porque la seguridad federal allanó su casa, además de arrestar a tres de sus colaboradores, como parte de la investigación de certificados adulterados en el Ministerio de Salud. Bolsonaro negó la adulteración y reafirmó que «no se vacunó y punto», si bien el certificado de vacunación no era obligatorio para funcionarios extranjeros y, además, Bolsonaro ostentaba el cargo a la hora de ingreso a ese país. Las investigaciones del juez Alexandre de Moraes se extienden sobre varios de sus familiares y asesores: todos ellos habrían manipulado datos de vacunación para obtener el permiso de ingreso a EE UU. Así lo afirma el comunicado de la Política Federal.

No obstante, el gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva sostiene que existe un registro de una dosis a Bolsonaro el 19 de julio de 2021, en una sala de primeros auxilios de Perus, zona norte de San Pablo, un día después de haber sido dado de alta del Hospital privado de Nova Star por una obstrucción gástrica.

En definitiva, un descuido rutinario podría dejar a Bolsonaro bajo el accionar de la justicia y de la historia, que esperemos que no lo absuelva.  «