Lula da Silva recibió el diploma que lo consagra como presidente de Brasil desde el 1 de enero próximo en medio de un ataque de llanto por haber «reconquistado la democracia», una hazaña que no se atribuyó personalmente sino a la lucha del pueblo brasileño. En un discurso en el salón del Tribunal Superior Electoral y con la presencia de dirigentes políticos y los expresidentes José Sarney y Dilma Rousseff, Lula recordó su paso por la prisión por una falsa acusación que lo proscribió en 2018, y aseguró que a partir de su asunción recibirá un «legado perverso» del Gobierno saliente de Jair Bolsonaro por haber destruido políticas públicas que estaban consolidadas.

El acto oficializó el resultado electoral del balotaje presidencial del 30 de octubre y representa el paso previo a la jura como jefe de Estado el primer día de 2023, con un mandato de cuatro años.

En medio de algún tipo de tensión por manifestantes que siguen en las puertas de los cuarteles del país para pedir a Bolsonaro y a los jefes militares un golpe de Estado que evite el regreso de Lula, la sesión solemne de la diplomatura hecha por la corte electoral escenificó el rechazo institucional a la intención de no reconocimiento del resultado electoral alentado por el bolsonarismo.

Foto: @LulaOficial / Twitter

«Quien atacó la democracia, será responsabilizado», avisó el jefe del tribunal, Alexandre de Moraes, en una advertencia a la extrema derecha bolsonarista, que, según dijo, diseminó desinformación y discursos de odio buscando alterar el resultado electoral mediante divulgación de noticias falsas.

Pero la ceremonia de este lunes en la sede del TSE en Brasilia fue más allá de la entrega de los diplomas, ya que evocó parte de la trayectoria de Lula como político.

Lula fue ovacionado por los invitados, entre ellos los expresidentes José Sarney (1985-1990) y Dilma Rousseff (2011-2016), al recibir el diploma por tercera vez, tras haber vencido en los comicios de 2003 y 2006.

A los 77 años, Lula se emocionó y dejó por un rato de lado su discurso escrito para evocar sus 580 días preso en una celda en la ciudad de Curitiba tras haber sido condenado por los fiscales de la Operación Lava Jato y el exjuez Sérgio Moro en una causa que fue anulada por manipulación política y lawfare.

«Quiero pedirles disculpas por la emoción. Quien pasó por lo que yo pasé en estos últimos años estar aquí ahora, en este lugar, es la certeza de que Dios existe. Sé cuanto costó, no solo a mí, sino al pueblo brasileño, la espera para reconquistar la democracia», aseguró Lula.

El auditorio, de pie, ovacionó al fundador del Partido de los Trabajadores (PT), que venció a Bolsonaro el 30 de octubre por 50,9% contra 49,1% en la elección más disputada de la historia moderna de Brasil.

Una parte de los invitados saludó a Lula como lo hacía en un campamento montado frente a su lugar de detención todos los días, dando un cariz épico al tercer mandato que deberá asumir el jefe del PT.

«Reafirmo hoy que haré todo lo posible, junto con mi compañero Geraldo Alckmin, para cumplir el compromiso que asumí no solo durante la campaña, sino a lo largo de toda mi vida: hacer de Brasil un país más desarrollado y más justo, con la garantía de la dignidad y calidad de vida para todos los brasileños, especialmente para los más necesitados», sostuvo.

Lula enfatizó que su elección fue parte de la «celebración de la democracia», que «como pocas veces en la historia estuvo tan amenazada», y destacó la «valentía» del Supremo Tribunal Federal y del TSE, que enfrentaron «todo tipo de ofensas, amenazas y agresiones para hacer valer la soberanía del voto popular».

Aseguró sin nombrar a Bolsonaro que Brasil «se envenenó con mentiras producidas por el crimen organizado en las redes sociales».

En un paso más sobre la tendencia del gobierno electo de evitar cualquier tipo de contemplación con la gestión saliente en términos de administración pública, Lula dijo que el equipo de transición detectó el «deliberado proceso de desmantelamiento de políticas públicas e instrumentos de desarrollo llevado a cabo por un gobierno de destrucción nacional».

«A este legado perverso, que recae principalmente sobre la población más necesitada, se suma el ataque sistemático a las instituciones democráticas», dijo Lula.

El Partido Liberal de Bolsonaro presentó una denuncia de irregularidades en las urnas electrónicas que fue rechazada por la justicia electoral.

La denuncia fue cuestionada incluso por sus aliados, muchos de los cuales han comenzado a dejar al bolsonarismo y a ser parte, en el Congreso, de la base de apoyos que necesita Lula para aprobar una enmienda constitucional que libere recursos para cumplir con los planes de contención social para los que sufren hambre y desempleo.

El expresidente Lula también hizo una lectura sobre el estado de la democracia a nivel global, sobre todo en Occidente.

«En América Latina, Europa y Estados Unidos, los enemigos de la democracia se organizan y se mueven. Usan y abusan de los mecanismos de manipulación y mentira, puestos a disposición por las plataformas digitales que actúan con avaricia y de manera absolutamente irresponsable. La máquina que ataca la democracia no tiene patria ni fronteras», dijo.

Por eso, convocó a dar la batalla en las «trincheras de la gobernanza global, a través de tecnologías avanzadas y una legislación internacional más estricta y eficiente».

«Que quede muy claro: nunca renunciaremos a la defensa intransigente de la libertad de expresión, pero defenderemos hasta el final el libre acceso a la información de calidad, sin mentiras y manipulaciones que conduzcan al odio y la violencia política», aseguró Lula.

En el auditorio estuvieron presentes los miembros del núcleo duro del nuevo gobierno que surgirá: el futuro jefe de gabinete, Rui Costa, exgobernador de Bahía, y los futuros ministros de Hacienda, Fernando Haddad, de Defensa, José Mucio, y de Justicia, Flavio Dino, además de la presidenta del PT, Gleisi Hoffman.

Lula asumirá el 1 de enero en Brasilia, y se desconoce si Bolsonaro le entregará la banda presidencial en la rampa del Palacio del Planalto, como ha ocurrido en todos los traspasos de mando desde 1990. Un sector del PT defiende que si Bolsonaro se niega a hacerlo, la banda se la entregue Rousseff, destituida en 2016 por un juicio político acompañado por un golpe parlamentario de ex aliados que sacó al PT del poder por casi seis años.