Cuando hace algunas semanas el secretario de Estado Mike Pompeo desembarcó en el aeropuerto londinense de Stanstead iba a discutir varios asuntos de suma actualidad con el primer ministro británico Boris Johnson. El Brexit, que iba a ocurrir un par de días después, y la aprobación británica a que la empresa china Huawei participe -aunque en forma limitada- en el desarrollo de la red 5G del Reino Unido ocuparon la atención de los grandes medios. Sin embargo, hubo un tema que también fue parte de esas conversaciones y que finalmente terminó por explotar en la atención pública. La extradición de la esposa de un diplomático estadounidense que el año pasado mató en un accidente de tránsito a un motociclista de 19 años y huyó con protección oficial a EEUU y a la que el gobierno de Donald Trump se niega a extraditar para que se haga cargo de su crimen. Ahora la familia del chico, Harry Dunn, está indignada porque descubrió el motivo de semejante cobertura: Anne Sacoolas no solo es esposa de un espía sino que ella misma es agente de la CIA, según publicó el diario Dairy Mail. El escándalo resuena en los medios ingleses, donde la madre del muchacho reclama justicia entre lágrimas, mientras se difunde la imagen de la acusada caminando tranquilamente por las calles de su país.

“No sé cómo puede vivir consigo misma”, se la ve decir frente a cámara a Charlotte Charles, la mamá de Harry Dunn. El adolescente vivía con su familia en Charlton, cerca de Banbury, en Oxford, y circulaba habitualmente con su moto por la carretera de Croughton, Northamptonshire, donde hay una base de la Fuerza Aérea Real (RAF por sus siglas en inglés).

Allí la Fuerza Aérea de EEUU (USAF) administra un centro de espionaje conjunto entre las naciones británicas (esto incluye a Canadá y Australia) donde Jonathan Sacoolas estaba destinado como analista de la NSA. Es la misma agencia a la que pertenecía Edward Snowden, el agente que denunció cómo desde esa dependencia se hace espionaje electrónico en todo el planeta a través de dispositivos y plataformas en teléfonos y artefactos hogareños.

El 27 de agosto, como solía hacer, Harry iba tranquilamente por la ruta cuando fue atropellado por un Volvo XC90 que iba a contramano, conducido a toda velocidad por Anne Sacoolas. Viene a cuento recordar que en los países británicos los vehículos circulan por la izquierda, mientras que en EEUU y el resto del mundo lo hacen por la derecha.

El chico fue declarado muerto en el Centro de Trauma Mayor del Hospital John Radcliffe, de Oxford. Tenía lesiones calificadas como de Categoría 2, que requieren según los informes médicos, una atención urgente dentro de los 40 minutos del accidente. La ambulancia llegó a los 43 minutos. El servicio médico de East Midlands adujo que no tenían suficientes equipos para todas las emergencias.

La conductora del auto fue indagada y liberada de inmediato. Dos semanas más tarde, Anne Sacoolas salió del país con su marido, en una avión de la USAF. Según las autoridades inglesas, ella tenía inmunidad diplomática por el rango que ostentaba su esposo y nada podían hacer para bloquear su partida si los representantes de EEUU no se los permitía.

Durante todos estos meses, los padres de Harry lo intentaron todo para que la mujer fuera traída de vuelta al país y resultara procesada por el homicidio, pero nada lograron. Los pedidos de extradición chocaron con el rechazo de las autoridades estadounidenses. Ante la falta de respuestas en su país, los padres de Harry viajaron a Nueva York para pedirle a la mujer que coopere con la investigación judicial regresando al Reino Unido. Pero ni bien pisaron suelo estadounidense recibieron una invitación para ir a la Casa Blanca a entrevistarse con el presidente Donald Trump.  

“Trump nos dijo que Anne Sacoolas estaba en la Casa Blanca y estaba dispuesta a reunirse con nosotros”, dijo la madre de Harry. “Dejamos muy en claro que, como lo hemos dicho todo el tiempo, nos reuniremos con ella y aún nos encantaría reunirnos con ella, pero tiene que ser bajo nuestros términos y en territorio británico”. Trump, según dijeron los esposos Dunn, fue evasivo a la hora de comprometerse a extraditar a la señora Sacoolas. Finalmente su gobierno rechazó todos los pedidos judiciales.

El caso parecía destinado al olvido cuando durante este fin de semana saltó a las tapas de los matutinos con la revelación de que Anne Elizabeth Goodwin, nacida en South Carolina hace 42 años y con tres hijos, era agente de la CIA y tenía un rango más alto en los servicios de inteligencia que su esposo, Jonathan Sacoolas. Y que además ya tenía varios incidentes de tránsito en su haber, aunque no se sabe si con resultado de muerte.

“Las cosas están empezando a encajar”, reflexiona Charlotte. Ahora entiende el por qué del bloqueo a la investigación judicial y a que la responsable de esa muerte se presente en los tribunales a hacer su descargo. El delito del que se la acusa, homicidio por conducir de manera imprudente, podría llevar una pena de hasta 14 años de prisión. Pero el proceso debería ventilar quién es Sacoolas y eso pondría en aprietos a toda una estructura del espionaje en que los británicos no quedarían muy bien parados.

Con todo lo que hicieron para evitar que el caso saltara a la luz, no hicieron más que incrementar la indignación pública.