No es la primera vez que Washington boicotea la posibilidad de una solución consensuada a la crisis política que golpea a Venezuela. Pasó en Santo Domingo el 7 de febrero de 2018, cuando el expresidente del Gobierno español, José Luis Zapatero, anunció apesadumbrado que la oposición había roto los acuerdos alcanzados tras meses de trabajosas negociaciones luego de recibir una llamada desde la Casa Blanca. Ahora, mientras el viernes pasado el presidente Nicolás Maduro se mostró esperanzado en la continuidad de otra mesa de diálogo, promovida por Noruega en Barbados, Donald Trump volvió a bombardear las negociaciones al emitir una orden ejecutiva que congela todos los activos del país caribeño.  Todo esto cuando este martes se abría en Lima una cumbre para tratar el caso venezolano. Y en Caracas recordaban los 20 años de la creación de la República Bolivariana, una de las primeras iniciativas del presidente Hugo Chávez, que recién había asumido su cargo en el Palacio Miraflores.  

Este sábado, el secretario general de la ONU, el portugués Antonio Guterres, había celebrado «con beneplácito» la decisión de gobierno y oposición de Venezuela de mantener la mesa de negociaciones en Barbados. «El secretario general reitera su firme apoyo a la iniciativa de la facilitación noruega y anima a los principales actores políticos de Venezuela, y a sus representantes en las negociaciones, a seguir comprometidos con estos esfuerzos, en beneficio del pueblo de Venezuela», señaló en su nombre el vocero Stephane Dujarric.

El propio Maduro dijo el sábado que agradecía a «los sectores de la oposición que están asistiendo a Barbados, que estuvieron en Noruega, por mantenerse firmemente en el diálogo político con el gobierno bolivariano y con las fuerzas revolucionaras. Tengo que agradecerlo».  

Sorpresivamente (o no) el lunes, en medio del tembladeral por la devaluación de la moneda china, un coletazo de la guerra comercial que Trump desató contra el gigante asiático, la Casa Blanca anunció el DNU que bloquea los bienes del gobierno venezolano en EEUU.  La respuesta de Caracas fue que «esta decisión de élite constituye el más grotesco y descarado saqueo del cual se tenga registro en las historia contemporánea de las relaciones internacionales».

Como para que no queden dudas de que esta medida es otro boicot deliberado al diálogo entre oficialismo y oposición, el asesor de Seguridad John Bolton, la figura estelar de la cumbre en Lima,  dijo que las negociaciones «no son serias».  Y de manera unilateral e inconsulta, afirmó  que «el tiempo del diálogo en Venezuela ha terminado, ahora es el momento para la acción».

El diputado Juan Guaidó, autodesignado presidente interino, aplaudió las sanciones y dijo que demuestran que apoyar al chavismo «acarrea consecuencias».  Una postura que choca contra el planteo de Stalin González Montaño, quien representa en Barbados a la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), que nuclea al antichavismo, y tres días antes reafirmó la necesidad de continuar en la ronda de negociaciones en su cuenta Twitter.

Bolton se juega una partida personal muy fuerte en esta crisis porque convenció a Trump de  reconocer al autodesignado Guaidó, y de comenzar una escalada para derrocar a Maduro, que ya lleva ocho meses sin el resultado que pronosticó. El presidente de EEUU ya dio muestras de disgusto porque tanto su aguerrido asesor como Elliot Abrams, lo convencieron de que el cambio de régimen era cuestión de días.

En Lima se juntaron unos 60 países para la llamada «Conferencia Internacional por la Democracia en Venezuela». Rechazaron la invitación Cuba, Rusia, China y Turquía, mientras que hubo un enviado del Papa a nombre del Vaticano, de la Unión Europea y del Banco Interamericano de Desarrollo.

La mayoría de los presentes reconocen a Guaidó, pero también se hicieron presentes representantes de México y Uruguay, que continúan sosteniendo la legalidad de Maduro y tratan, hasta ahora infructuosamente, de que se encuentre una solución civilizada, algo que no está en los planes de Bolton, ni de Abrams, y mucho menos de Trump o el departamento de Estado.

En tal sentido, la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID, por sus siglas en inglés), una ONG relacionada con la CIA, señaló en un comunicado que están listos para reconstruir Venezuela «luego de la devastación producida por el gobierno de Nicolás Maduro».

La USAID agregó que Guaidó y el Parlamento «han expresado la necesidad de asistencia internacional humanitaria inmediata» y concluye en un comunicado que » Estados Unidos permanece listo para apoyar a organizaciones humanitarias independientes e imparciales para proveer ayuda en Venezuela, si lo permiten las condiciones».

Nada dice en el texto respectivo sobre que la forma en que impacta en esa devastación el bloqueo y la incautación de bienes e ingresos venezolanos en el exterior.El comunicado de repudio de la cancillería bolivariana denuncia el «robo ilegal de la empresa Citgo y las sedes diplomáticas venezolanas» en EE.UU. y afirma que la Casa Blanca y sus aliados «procuran nuevas oportunidades y recursos para usurpar y saquear aquello que le pertenece a los más de 30 millones de venezolanas y venezolanos».