Fue un método brutal para reducir personal forzando renuncias bajo máxima presión, lo que provocó el suicidio de al menos 35 trabajadores de la multinacional France Telecom hace diez años. Pero los responsables de este bárbaro procedimiento la sacan barata: la fiscalía pidió un año de cárcel y 15000 euros de multa para siete ex directivos y una multa de 75000 euros para la firma, que en su momento fue propietaria de Telecom Argentina y ahora se llama Orange en todo el mundo, por el monstruoso método aplicado para burlar la protección legal que tenían los empleados.

Podría decirse que France Telecom nació durante aquellos acalorados de la Revolución Francesa, en 1792, cuando se puso en marcha la primera red de comunicación para acelerar las entrega de información en esos momentos dramáticos para la historia del país, mediante un sistema de telegrafía óptica inventado por Claude Chappe. En 1878 el estado francés crea el Ministerio de Correo y Telegrafía,  que cuando se le adosaron los servicios de la naciente telefonía, en 1889, devino en Postes, télégraphes et téléphones (PTT).  En pleno auge neoliberal, en 1990, se convierte en France Telecom y se lanza al mundo. Así llega a la Argentina con una parte de la estatal Entel desguazada en tiempos del menemismo.

Pero la expansión alocada de esos tiempos dejó una situación financiera muy endeble y en 1998 se inicia el proceso de privatización del paquete accionario, durante el gobierno del socialista Lionel Jospin. Para el 2002 la crisis fue tan grave que debió renegociar su deuda y recurrió a duros ajustes presupuestarios para garantizar los pagos. En el marco de ese proceso, se desprendió de varias filiales en todo el planeta, entre ellas la empresa local, que pasó por varias manos hasta que con la llegada de Mauricio Macri el poder, pasó al grupo Clarín.

Mucho antes, en 2004, el estado francés se deshizo de una porción determinante de las acciones y pasó a ser el socio minoritario. Fue entonces que se desarrolla el drama que ventilan los tribunales parisinos desde mayo pasado pero que hace una década atrapó los titulares de los medios de todo el mundo. Porque unos 120 mil trabajadores de la empresa -que por cuestiones de marketing al poco tiempo unificó su marca en torno a Orange, que era el nombre de una pequeña firma británica que había comprado años antes- estaban amparados en el estatuto de funcionarios públicos y no podían ser despedidos.

En el contexto de ajustes presupuestarios brutales e impiadosos recortes de personal, los ejecutivos de France Telecom decidieron tomar el camino del apriete y la amenaza para reducir 22 mil puestos de trabajo en el menor tiempo posible. Hubo traslado compulsivo de funciones o lugares de trabajo, maltrato cotidiano, presiones de todo tipo que se ventilaron el los estrados de Paris en estas semanas.

Lo que no imaginaban es el resultado de esos métodos inhumanos en el plantel. En poco tiempo en lugar de una disminución «voluntaria» de empleos por renuncia, obtuvieron una serie de suicidios que llevaron el caso a los noticieros televisivos y luego a los tribunales a raíz de la denuncia de particulares y de los sindicatos.

Así fue que siete ejecutivos de la multinacional terminaron en el banquillo de los reos de haber acosado a los empleados de un modo cruel e inhumano. Los imputados son Didier Lombard, el ex director ejecutivo; Louis-Pierre Wenès, número dos; Olivier Barberot, el ex jefe de recursos humanos; y otros cuatro directivos que hicieron la tarea sucia de presionar de todas las formas imaginables para cumplir con el objetivo de forzar las renuncias.

«La compañía se estaba hundiendo», alegó en su defensa Lombard. «Podríamos haberlo hecho mucho más suavemente si no hubiéramos tenido a la competencia golpeando nuestra puerta», abundó. El problema para esta explicación lastimera es que en 2007 fue grabado por uno de los trabajadores amenazados cuando le espetaba: «alcanzaremos el cupo como sea, por la puerta o por la ventana».

Según las cifras computadas, hay 35 víctimas mortales de esta persecución. Algunos siguieron el consejo de Didier Lombard al pie de la letra y se arrojaron al vacío, otros ingirieron algún tipo de veneno o se ahorcaron. Hubo una cantidad similar de empleados que intentaron quitarse la vida y quedaron con graves heridas y traumas psiquiátricos.

En el juicio, el exdirector ejecutivo de France Telecom se quejó de la cobertura periodística del caso en su momento tomando en cuenta el  llamado efecto Werther, que indica que la publicidad de los suicidios tiene un efecto de imitación. Y en un texto que le prepararon los abogados para tratar de empatizar con los deudos, y que leyó nerviosamente, dijo: “Es evidente que algunas medidas de ayuda a la transformación laboral no estaban adaptadas para algunos y renuevo mi expresión de condolencia a las víctimas y sus familias y de sincera y profunda tristeza porque esta situación haya podido involuntariamente contribuir a fragilizar a algunos de entre ellos hasta el punto de cometer un gesto irremediable, lo que me resulta insoportable”.

Los jueces no solo juzgaron al proceder de los ejecutores del plan de recortes sino al método aplicado por la empresa, con lo que también la actual Orange deberá responder por aquellos crímenes. Pero la suma de las multas (15000 euros para cada imputado y 75000 para la multinacional) y de estadía en prisión (un año) parecen mínimas si se tiene en cuenta el daño cometido.