Siguiendo los más que estrictos protocolos de la corona británica, fue proclamado rey el heredero natural de Isabel II. De entre todos los nombres posibles, Charles Philip Arthur George eligió el primero en la lista y en el mundo hispanohablante se lo conocerá como Carlos III. Lo que puntillosamente evitan mencionar las crónicas periodísticas es el apellido, cosa de disimular un temita que la reina difunta, ni bien ocupó el trono, intentó barrer debajo de la alfombra, allá por abril de 1952, cuando decidió que su dinastía será la familia Windsor. Seguramente Carlos III dejará las cosas como están. Si aguantó en el banco de suplentes por 73 años, no va a elegir ahora ser conocido como Mountbatten-Windsor.

Incluso, si quisiera escarbar más hondo, Carlos III podría apelar al quizás excesivo Battenberg-Sajonia-Coburgo-Gotha. Pero sería admitir el origen germánico de la casa real, britanizada en parte en 1917, durante la Primera Guerra Nundial, cuando Jorge VI, su bisabuelo, eligió llamarse Windsor. El proceso fue completado en 1947, cuando Felipe de Grecia hizo lo propio al casarse con Isabel para que Battenberg mudara en Mountbatten. Lo mismo, pero en inglés. Sin embargo, corrió tanta agua bajo el Puente de Londres, que a nadie se le ocurriría recomendarle ese paso.

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Como sea, por esas vueltas del destino, en una semana la cúpula del gobierno británico cambió el poder simbólico y el ejecutivo. Y a la llegada de Carlos III se le suman los primeros pasos de la gestión de la conservadora Mary Elizabeth Truss. Entre las particularidades del Reino Unido se ve que los descendientes de la corona tienen bastante libertad para elegir incluso el apellido.

Pero para un régimen que se permite decidir qué es o no democracia y quiénes la representan en todo el mundo, es de destacar que la actual primera ministra fue elegida por menos del 0.17% del electorado. Truss, de 47 años –que había alcanzado a ser ungida por Isabel II en el Palacio de Balmoral– llegó al cargo tras la renuncia de Boris Johnson. Como indican las reglas, el Partido Conservador, que había ganado el comicio en 2019, elige al sucesor entre sus miembros en una interna de impacto nacional.  Pero solo están en condiciones de votar los que tengan las cuotas al día y, además, quienes tengan la voluntad de hacerlo. La exministra de Relaciones Exteriores venció en un proceso electoral que culminó el 2 de septiembre al economista de origen indio y extitular de finanzas, Rishi Sunak, por 81.326 votos contra 60.399. El Reino Unido tiene unos 68 millones de habitantes y hace tres años estuvieron habilitados para ir a las urnas 48 millones de ciudadanos.

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Un día después de ser nominada, Truss anunció que su primera gira al exterior sería a Kiev y le prometió al presidente Volodimir Zelenski que bajo su mandato el Reino Unido mantendrá su «respaldo a la libertad y la democracia» en Ucrania. Reconocida “atlantista”, como canciller, Truss fue una de las más enfervorizadas impulsoras del envío de armas y pertrechos para sostener le guerra contra Rusia. Johnson había viajado de urgencia para entrevistarse con el mandatario ucraniano el 9 de abril pasado. Por esa fecha, una delegación ucraniana mantenía conversaciones con representantes rusos en Estambul en el último intento por llegar a un acuerdo de paz desde que se desató el conflicto bélico, el 24 de febrero. La información oficial dio que Johnson quería “reunirse personalmente con el presidente Zelenski, en un gesto de solidaridad con el pueblo ucraniano” y para “presentar un nuevo paquete de ayuda financiera y militar”. El incipiente proceso de paz naufragó luego de esa visita.

Pero como nada es gratuito en la vida, así como Truss defendió las sanciones contra Rusia y es la principal espada del “atlantismo” dentro de la Otan y muy firme aliada de la administración de Joe Biden, ahora debe hacerse cargo de las consecuencias en su propio país. Así, en su primera comparencia como jefa de Gobierno a la Cámara de los Comunes anunció un paquete de 150.000 millones de libras esterlinas para congelar las facturas de energía por dos años. Al mismo tiempo, el plan contempla liberar la producción de petróleo mediante el sistema de fracking y autoriza la perforación de petróleo y gas en el Mar del Norte.

Esta medida implicaría que una familia británica no debería pagar más que 2500 libras esterlinas anuales en sus cuentas de servicios de luz y gas. El debate parlamentario se interrumpió repentinamente cuando los legisladores recibieron mensajes en sus celulares que adelantaban el deceso de la reina.

En 2005, el ahora monarca, al que los medios tildan de Rey Ecologista, había declarado que “el mayor desafío al que se enfrenta la humanidad es el cambio climático y el calentamiento global”. Y ahora adelantó que quiere tener mayor participación en las decisiones de gobierno que su madre. ¿Cómo seguirá esta historia?   «