El establishment local e internacional se pasó en los últimos meses haciendo pronósticos en tono catástrofe en caso de que la ciudadanía italiana llegara a rechazar la reforma constitucional propuesta por el primer ministro Mateo Renzi, que será sometida hoy al referéndum popular. El mismo Renzi se encargó de representar un futuro sombrío si llegara a perder la reforma que tanto impulsa su gestión. «Si gana el No, me vuelvo a casa y no me ven más la cara», había proclamado un año atrás, aunque en los últimos tiempos fue bajando algunos peldaños y ahora solo dejaría su cargo en el gobierno del Partido Democrático (PD).

El mundo económico está a la expectativa. La últimas encuestas afirman que el rechazo se impondría por entre 7 y 10 puntos de diferencia. Lo cierto es que las corporaciones y entidades financiares, como el FMI que vino augurando «un desastre» para Italia en caso de perder el referéndum, son las que más agitaron para que se concrete una reforma estructural promocionada como una salida de la burocratización estatal y un paso hacia la modernización que exigen los tiempos que corren, y que para sus detractores es en realidad un zarpazo contra derechos conculcados en la Carta Magna, que además reduce el Senado a menos de un tercio y lleva la forma de elección de senadores a un sistema que le quita al pueblo la posibilidad de elegirlos.

Desde el arco político, casi los únicos que promovieron el Sí son los funcionarios del gobierno, entre ellos el propio Renzi y su ministra María Elena Boschi. Pero incluso dentro del mismo PD hay disidencias. El propio expremier del PD, Massimo D’alema, calificó negativamente como «pasticcio» (una desprolijidad) la reforma. 

Entre los puntos que propone, el de mayor impacto es el que rebaja las competencias legislativas del Senado hasta convertirlo en un órgano de representación territorial y reduce el número de senadores de 315 a 95, que no serían elegidos como hasta ahora mediante elección directa de los ciudadanos, sino que serían nombrados por los consejos regionales y los alcaldes.

«Tiende a sacarle poder de decisión al ciudadano, a su voto, al mismo Parlamento, y dárselo al Ejecutivo, a un Ejecutivo que es piedra fundamental de esta Europa víctima y a la vez socia menor del poder financiero», advierte a Tiempo Alfredo Llana, miembro del comité por el NO y secretario del PD en Buenos Aires, así como de la Asociación Italianisudamericani.

Según Llana, la reforma restaría además representatividad en el Senado a los italianos en el exterior, lo que en Argentina significa un golpe para una de las colectividades más importantes del mundo (ver aparte). La reforma también suprime el Consejo Nacional de la Economía y del Trabajo, un organismo de representación de los trabajadores ante el gobierno, al que señalan como obsoleto.

En ese sentido, Llana relata que «hace tres años, la banca JP Morgan publicó un issue en el que toma a Italia como ejemplo y se queja de que las constituciones de varios países europeos, escritas como consecuencia del derrumbe del fascismo, contienen ‘elementos socialistas’ que otorgan ‘protección constitucional de los derechos laborales’ y consienten ‘el derecho a protestar, si se hacen cambios no deseados al statu quo político’. Termina vaticinando que ‘el año próximo el nuevo gobierno italiano tiene la oportunidad de reformar la Constitución para adaptar a Italia a los nuevos tiempos’».

Para el analista Tonino D’Orazio, del sitio web Cambiailmondo.com, el resultado de la consulta «es ciertamente un factor en las decisiones de inversión». «Como de costumbre», dice, «en caso de ganar el No, el FMI puede hacer informes catastróficos sobre la economía y redirigir las inversiones a otros lugares. Y los ‘mercados’ podrían desencadenar ataques especulativos y aterrar a parte de la población», escribió.

Si hoy gana el No, el presidente Sergio Mattarella podría nombrar un gobierno de transición que gobernaría hasta las elecciones parlamentarias, previstas en principio para 2018. Las encuestas muestran esa tendencia, pero nadie deposita plena confianza en las consultoras, que vienen errando severamente en los últimos comicios. «

En Argentina la campaña fue por el No

Según la Asociación Italianisudamericani, la colectividad italiana en la Argentina es no solo de las más numerosas sino la que tiene mayor participación electoral. En la última elección votaron alrededor de “160 mil personas”, afirma Alfredo Llana, su secretario en Buenos Aires. La entidad hizo campaña por el No a la reforma propuesta por el gobierno de Mateo Renzi ya que la considera un duro golpe a la representatividad de los italianos en el exterior. “Nos deja afuera del Senado y nuestro voto no va a contar para futuros balotajes ni para asignar mayorías parlamentarias”, afirma Llana a Tiempo.

“En la Argentina, desde hace diez años cada votación italiana se transforma en un hecho político de masas. Cientos de miles de ítalo-argentinos participamos de las campañas y de los comicios. Esta vez, esa participación tendrá un sabor especial: pesará sobre el futuro que las altas finanzas internacionales han diseñado para Europa”, completa.

Llana, que también es miembro del oficialista PD, aunque es parte de la disidencia a la reforma, como lo es el expremier Massimo D’alema, cuenta que el gobierno de Renzi evitó promover el debate en las comunidades extranjeras durante la campaña. Solo se vieron algunos afiches promoviendo el Sí, pero de parte “de gente que quiere quedar bien con el gobierno italiano”.