Desde La Habana, donde fue a visitar al nuevo presidente cubano, Evo Morales afirmó que se involucrará personalmente en negociaciones en búsqueda de resolver la crisis que hoy aqueja a la Unasur.

Difícil, improbable y titánica tarea es la que se propone Evo, a esta altura un sobreviviente de la oleada autonomista y transformadora, quien junto a Chávez, Lula, Correa, Lugo y Néstor y/o Cristina conformó el pequeño grupo de Presidentes que imaginó y concretó esa promesa organizativa en marcha a una Patria Grande.

Sobreviviente porque la realidad sudamericana actual muestra un mapa derechizado y acosado por intentos desestabilizadores. Así sucede en aquellos países de la región que no muestran suficiente sumisión a los intereses del gran capital financiero trasnacionalizado y al sistema neoliberal globalizado que lidera EEUU.

El ejemplo in extremis de esta situación lo tenemos en Venezuela, patria de Chávez y emblema demonizado a nivel continental y mundial de lo que no hay que ser ni hacer. Hoy a las guarimbas, engendro en versión latina de los grupos terroristas fanatizados que asolaron a Medio Oriente en las últimas décadas se prueba exportarlas a Nicaragua, en otra acción que revela la decisión del Gobierno de Donald Trump de recomponer el otrora patio trasero del imperialismo norteamericano.

Justamente fue la Unasur la construcción más elevada de ese intento de nuestros pueblos de eliminar tutorías y dependencias en el manejo de sus asuntos económicos y políticos. Cuando el conflicto entre la Venezuela bolivariana y Colombia amenazó quebrar la paz de la región, la Unasur fue el ámbito de acción y negociación que permitió, sin injerencias del Norte, resolver y encauzar las serias diferencias surgidas, siempre caldo de cultivo para que intervengan los de afuera.

Recordemos que la Unasur no sólo se propuso crear un ámbito de promoción de los vínculos económicos, políticos y culturales entre sus doce naciones componentes, sino también de fortalecimiento de la democracia y así fue que frente al golpe destituyente que afectó a Paraguay y a su Presidente legítimo, Fernado Lugo, aplicó la cláusula democrática contenida en su carta Constitutiva y suspendió a Paraguay, sin aplicar sanciones económicas que perjudicaran a su pueblo.

En el 2010 la Unasur da un paso formidable con la creación de la Secretaría General, designa su sede permanente en Quito y nombra su primer Secretario General, Néstor Kirchner.

Este paso implicaba una apuesta política de envergadura destinado a intervenir en los asuntos mundiales con voz propia, unidad sólida y organización, siguiendo el rumbo que la creación de los BRICS imprimían a los acontecimientos en búsqueda de un mundo multipolar. Pero aunque el neoliberalismo encuentra resistencias y cosecha fracasos en gran parte del planeta, o quizás por eso mismo, los EEUU endurecen la confrontación.

La declaración de la guerra comercial a China y los ataques a la Rusia de Putin apenas encubren los rasgos de una escalada hacia una nueva guerra fría buscando una fuerte polarización. Recordemos que el papa Francisco caracteriza este momento como de una tercera guerra mundial, sólo que diseminada.

No es casual que, mientras luchan por mantener la hegemonía en el mundo apunten sobre Nicaragua. Allí los chinos están desarrollando un proyecto de construcción de un nuevo canal interoceánico que resuelva los problemas de sobre exigencia que hoy sufre el Canal de Panamá, pero que a la vez quita el unicato norteamericano del que gozó hasta ahora. Esto muestra también dos modos y métodos de resolución de los problemas de nuestras naciones. La Unasur es, o al menos fue, un instrumento de solución de nuestros problemas por medio de la política.

El injerencismo norteamericano, aún disfrazado con trajes guarimberos, desdestabiliza con violencia nuestras naciones y se aprovecha de nuestros problemas, carencias y errores para intervenir y extender la dependencia de nuestras naciones. Hoy la Unasur está trabada ante el retiro con carácter indefinido de 6 de sus 12 naciones. Casualmente son las que conforman el bloque de Lima, alentado por la política antivenezolana de EEUU.