Arriesgamos que la política internacional es la continuación de la política interior por otros medios, en otros contextos, con sus propios métodos. Es un asunto de profesionales, donde el amateurismo tanto como el oportunismo demuestran más improvisación que compromiso.

Con la actual guerra en Europa escuchamos voces locales que claman por un alineamiento con el actual gobierno de Ucrania. Significa adoptar la posición internacional de los EE UU y de la Otan, además de la UE (o lo que queda de ella). ¿Es el principal problema que enfrentamos? ¿Esos intereses se corresponden con los nuestros? ¿Alguna vez algún soldado ruso le disparó a un soldado argentino? ¿Rusia derribó nuestros aviones o hundió nuestros barcos? Dejar la neutralidad y entrar en una alianza militar implica adoptar los objetivos de la conducción de esa alianza, que pueden no ser importantes para el interés nacional, sino más bien contraproducentes. Veamos nuestra historia.

La dictadura cívico-militar envió asesores a América Central para proveer técnicas de tortura y desaparición a las diferentes tiranías locales, con tal de contener la revolución nicaragüense. A cambio, Galtieri esperó el apoyo norteamericano en Malvinas. Pero Roma no paga traidores.

Es el caso de la participación argentina en la primera guerra del Golfo, ya en democracia. No queda muy claro cuáles fueron las ventajas que obtuvimos, por costos que conocemos demasiado bien. Tampoco quedan muy claras las ventajas de proveer de armas a Ecuador en su conflicto con Perú, en contra de la historia común con los peruanos y en violación de las obligaciones hacia Lima. También está la provisión de armas a Croacia en la guerra de los Balcanes… Río Tercero sabe algo de eso.

Por supuesto, está la cuestión moral. En el caso eslavo, habría que determinar si la guerra que comentamos comenzó en 2014 o en 2022. Tampoco parece que Occidente, en el plano moral, tenga antecedentes que sustenten su argumentación; basta con decir: Belgrado, 1999. De una extensa colección. Ah, pero Putin.
Importar conflictos internacionales donde buenos y malos vienen determinados por embajadas y medios de comunicación hace que sea el plano internacional el que defina la política local. ¿Cuánto costará esta nueva complacencia? La guerra no es gratis.

En otros tiempos, ciertos conservadores, radicales y peronistas decidieron la neutralidad, aunque no la indiferencia. Ni aplicar sanciones o embargos; la Argentina fue un proveedor confiable de trigo y carne para el Reino Unido durante la Segunda Guerra Mundial, que sostuvo la posición de “neutralidad benevolente” que adoptamos entonces. En cambio, Estados Unidos nos aplicó un bloqueo desde 1942 hasta 1949. Hoy seguimos con sanciones del Reino Unido en materia militar.

Argentina rompió el bloqueo a Cuba en 1974; Illia no envió tropas a Santo Domingo en 1965 para no convalidar una intervención extranjera en un país soberano; cuando lo presionaron, Yrigoyen puso a disposición el transporte para los que quisieran pelear en las trincheras. Las doctrinas Drago (1902) y Calvo (1910) impusieron límites a ambiciones imperiales en materia de deudas externas y de jurisdicciones.

Decía Perón que la política internacional es la más importante de las políticas; una frase más repetida que practicada. Asumamos la neutralidad, que es lo que siempre hicimos para ejercer la soberanía.