Un simple llamado telefónico, el de Luiz Inácio Lula da Silva al papa Francisco, no sólo ordena la agenda de sus visitas. El mandatario brasileño está gestionando una audiencia en el Vaticano para junio o julio. A su vez  el Sumo Pontífice aceptó evaluar la alternativa de pasar por Brasil en 2024, tal vez coordinando con la visita que tiene prometida para Argentina. En tanto que la conversación entre ambos además pretende instalar el diálogo como mecanismo para dar paz al conflicto bélico entre Rusia y Ucrania.

Mientras que la estrategia norteamericana y europea, encabezadas por el presidente de los Estados Unidos, Joe Biden y su homólogo francés, Emmanuel Macron, es apoyar y sostener militarmente a Ucrania financiando a su par, Volodimir Zelenski, contra el avance impulsado por el mandatario ruso, Vladimir Putin; el lider brasileño intenta dar una salida a una guerra –que lleva más de un año– a través de un marco de diálogo y acuerdo, encontrando en el Papa Francisco, a un aliado para la paz mundial.

Es claro que Lula coloca a Brasil como un actor global con una mirada distinta para la política internacional, priorizando el combate a la pobreza y promoviendo la paz. De hecho, para la guerra entre Rusia y Ucrania impulsa la formación de un grupo de países neutrales que establezca un nexo de diálogo que logré arribar a un acuerdo de cese del conflicto bélico. Sumar al Vaticano podría ser un buen paso para concretar un proyecto idealista frente a la propuesta realista de la paz armada.

Por eso, Lula remarcó el saludo y reconoció a Francisco por los esfuerzos realizados en la promoción de la paz y por su lucha contra la pobreza. Además, agradeció los gestos por la defensa de la democracia en Brasil. Cabe recordar el reconocimiento inmediato a su victoria electoral y el repudio a la intentona golpista del 8 de enero pasado, que el bolsonarismo desplegó para evitar que el líder petista se consolidara como el nuevo presidente de Brasil. Incluso con el reconocimiento explícito del apoyo de la Iglesia Católica a la preservación del Amazonas.

Es más, así como los evangelistas son un eje de apoyo político de Jair Bolsonaro, la Iglesia Católica se posiciona como un factor de poder para el mandatario brasileño. De hecho, la Conferencia Nacional de Obispos de Brasil inmediatamente reconoció la victoria de Lula, el 30 e octubre del año pasado, y llamó a una reconciliación y apertura de un nuevo ciclo en Brasil. En esa oportunidad, los obispos sostuvieron: «Ahora todos, sin distinción, debemos acompañar, exigir y fiscalizar a quienes han logrado el éxito en las urnas. El ejercicio de la ciudadanía no termina con el fin del proceso electoral».

Es que en Brasil, la Iglesia Católica tiene un tinte progresista y de hecho los Núcleos Cristianos de Base fueron parte constitutiva del Partido dos Trabalhadores. Incluso, cabe citar que el Primer Foro Social Mundial, impulsado por el PT en 2001 contra la Conferencia de Davos, fue organizado con epicentro en la Pontificia Universidad Católica de Río Grande Do Sul en Porto Alegre.

No sería la primera vez que Jorge Bergoglio visite Brasil y a un gobierno petista, ya lo hizo durante la gestión de Dilma Rousseff en 2013, apenas cuatro meses después de ser consagrado Sumo Pontífice. Ya como Papa Francisco visitó el país latinoamericano para participar de la Jornada Mundial de la Juventud en Río de Janeiro. No obstante, su eventual presencia en 2024 reforzaría las líneas progresistas tanto de ese país como de la región. «