Tras un largo derrotero, Luiz Inácio Lula Da Silva vuelve a ser el presidente de Brasil. Su regreso lo coloca como protagonista insoslayable de la historia brasileña de las últimas décadas, en especial de esta fase democrática abierta desde la década del ’80, principalmente en la lucha por la ampliación de derechos en ese país. Regresa luego de padecer una feroz persecución judicial que, sin pruebas y con sólo convicciones de los poderes fácticos, lo llevó a prisión por 580 días y lo proscribió para ser presidente en 2018 siendo totalmente inocente como siempre proclamó. Retornó construyendo una “Unidad Nacional” contra el neofascismo bolsonarista que logró contener a un amplio espectro político, que incluso consigue incluir a referentes de la oposición que encabezaron el golpe de Estado contra Dilma Rousseff en 2016 y hoy revierten su error.

A una semana del inicio de su nuevo gobierno, Lula procura recuperar los despojos provocados por el despotismo del gobierno de Michel Temer y la tiranía de la administración de Jair Bolsonaro a la mayoría popular de la ciudadanía brasileña a ganancia de un establishment que aún no se resigna a aceptar el poder de la democracia, cuya respuesta se reflejó en la caída del índice del BOVESPA (Bolsa de Valores de San Pablo) y la devaluación del Real, mostrando claramente que hay un cambio en Brasil.

Un establishment que llegó a financiar caravanas de micros de San Pablo a Brasilia para instar a Bolsonaro para que se convierta en un dictador, apoyado por militares y empresarios que pretendían mantener esos privilegios.

Por eso, las primeras medidas económicas de Lula van directo a supurar al bolsonarismo del Estado Brasileño, sin implicar una persecusión ideológica sino un cambio de rumbo político de Brasil, en temas que son centrales como la portación de armas, el desmonte del Amazonas o el secreto de documentos estatales. Restringir la portación de armas, generar un nuevo registro y propiciar el desarme como política de convivencia democrática revierte el neofascismo de sectores violentos que descreen de la igualdad y la democracia. Recuperar el Fondo Amazonas promueve la preservación del corazón verde del mundo. En tanto que abrir los archivos públicos permite avanzar sobre casos de corrupción, medida que quizás explique la huida de Bolsonaro a Estados Unidos.

Y hablar de huida no es irónico, más bien bien concreto. Es que Bolsonaro deja de tener fueros presidenciales, por ende los casos que tenía el Supremo Tribunal Federal pasarán a la Justicia ordinaria. Así, la divulgación de fake-news sobre la ineficiencia de las vacunas del Covid-19 o del sistema de urnas electrónicas, incluida la divulgación de un falso ataque al TSE; así como la interferencia en asuntos policiales, podrían complicar la libertad del ex mandatario.

Pero no se trata solo de desbolsonarizar sino también de lulizar a Brasil. Por eso, el gabinete tiene la combinación de buscar gobernabilidad, conteniendo una diversidad de partidos políticos, pero que logra integrar divergencias con la convergencia programática. Así, por ejemplo, Marina Silva se encargará de Ambiente y Simone Tebet de Presupuesto. Incluso el mismo Geraldo Alckmin se arremanga las manos y se pone al hombro propiciar el Desarrollo de Brasil, clave para el éxito de la política inclusiva de Lula.

Incluir a los excluidos es el eje central del programa lulista. En tal sentido, se retomó el plan Bolsa Familia, con una revalorización de los montos y el formato de aplicación, teniendo ya un impacto de millones de personas. A su vez, se está dando asistencia para el desendeudamiento de 80 millones de brasileños, a fin de mejorar su situación económica. Incluso, tal como comentó a Tiempo Argentino la Ministra de Ciencia y Tecnología, Luciana Santos, se están restableciendo los programas de becas y subsidios en investigación, que beneficiará en términos sociales y económicos a Brasil.

Y la impronta lulista se refleja también en una política exterior americanista y multilateralismo. Por eso, su primer viaje al exterior será a un aliado estratégico, Argentina, para provocar el reingreso de Brasil a un espacio impulsado por el mismo Lula en 2010, la CELAC (Comunidad Económica de Latinoamérica y el Caribe), donde 33 países del continente avanzan en cooperación y asistencia para el desarrollo. Un evento que tiene la expectativa de participación tanto del presidente de EE UU, Jose Biden, como de China, Xi, Jinping, cuyas participaciones marcarían un giro geopolítico global.

Tal como lo expuso en su discurso de asunción ante la Asamblea Legislativa, Lula buscará un nuevo protagonismo en el mundo, centrado en la “integración sudamericana” y el “diálogo elevado y activo» con Estados Unidos, la Unión Europea y China. Queda claro que en tan solo seis días de gobierno, Lula recuperó seis años de desgobierno y va por más.  «