Miguel Ayoroa

Es un miércoles a la tarde, hay un niño jugando en la puerta, junto a él una niña que también está divirtiéndose.  “Son mis nietos”, cuenta Miguel Ayoroa, coronel que participó de la captura de Ernesto “Che” Guevara el 8 de octubre de 1967. De repente los niños se juntan para jugar con el abuelo y lejos de decirles que está ocupado en una entrevista, continúa haciéndole bromas a la jovencita. “Tengo varios nietos y hasta bisnietos pero muchos no viven acá. Les cuido los chicos a los padres y ellos la pasan muy bien acá”, agrega y se concentra en la entrevista.
Actualmente el nonagenario ex militar vive en Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, cerca de un centro que tienen los soldados retirados donde se reúnen a charlar, cobrar sus jubilaciones, aportar para la conmemoración de alguna fecha en particular y la recientemente iniciada construcción de una pared donde se exhibirán los nombres de los caídos en la lucha contra la guerrilla, entre otras cosas.
Una vez que lo capturan al Che en la Quebrada del Churo, el coronel Ayoroa, quien era Comandante del batallón, pudo verlo pero no habló con el guerrillero en ese momento, “cuando llegamos a La Higuera, dialogué con el Che, me preguntó qué íbamos a hacer con él, si lo íbamos a fusilar o no y le dije que eso no dependía de nosotros sino del alto mando”, afirma el ex Ministro del dictador de Bolivia Hugo Banzer.
En un rincón de su casa se pueden ver fotografías de una reunión de los “veteranos de Ñancahuasú”, los militares que combatieron a la guerrilla en el 67, además un retrato suyo con la clásica vestimenta militar, tradición típica entre los militares bolivianos.
Tras ser consultado por el reloj del guerrillero Tuma, que tanto militares como historiadores dicen que él había conservado, se desliga de la situación y afirma que se lo obsequió a un médico que operó a una familiar, y luego aclara que no se quedó con ninguna pertenencia de los guerrilleros.
El punto más llamativo es la versión que sostiene el coronel sobre el asesinato de Ernesto “Che” Guevara al día siguiente de su captura: “Llegó la orden del alto mando de no dejar a nadie con vida, cuando voy a charlar con el coronel Zenteno, él me informa que Mario Terán Salazar, quien disparó la ráfaga que terminó con la vida del Che, entró a la escuelita y terminó con la vida del Che y de Willy, alias de Simón Cubas, líder minero y guerrillero, como venganza de los soldados que habían muerto en su pelotón, pero había sido animado por el agente de la Agencia de la Central de Inteligencia (CIA), Félix Rodríguez”. Otra de las tantas versiones que tienen los militares sobre el asesinato del Che Guevara.
El coronel, que es muy querido por sus pares, está escribiendo un libro con su versión sobre los últimos momentos de la guerrilla.
Gary Prado Salmón
Durante su juventud, Gary Prado, capitán de la compañía que capturó a Ernesto “Che” Guevara, era fanático de la revolución cubana y de Fidel Castro según confiesa. «Yo me gradué el 2 de enero de 1959, al día siguiente que se consagrara el triunfo de la Revolución Cubana. Todos los jóvenes nos alegramos de que los barbudos guerrilleros hayan derrotado a Batista”, afirma Prado, quien destaca que durante su juventud tenía una afinidad con la ideología de izquierda, e incluso subraya los logros de Cuba en salud y educación, pero al mismo tiempo es muy crítico de Castro y del gobierno cubano desde que “adoptaron la ideología marxista – socialista”.
Prado hizo una destacada carrera militar llegando hasta el rango de General, con gran reconocimiento de los soldados que condujo. Según cuenta, el Che fue solamente un “enemigo más”. Explica que cuando fue abatido, el estado en el que estaba Guevara le daba pena y asegura que el “Che” levantó las manos y dijo, “no me maten, soy el Che Guevara, valgo más vivo que muerto”. Lo desmiente Alfredo Romero Ramos, uno de los cuatro soldados que capturó a Guevara, al decir que Prado estaba en ese momento a 70 metros, por lo cual era imposible que haya escuchado esa frase, incluso desmiente que el guerrillero haya levantado las manos al momento de ser atrapado. Según los historiadores cubanos Froilán González y Adys Cupull en su libro “La CIA contra el Che”, esta frase fue pensada por la CIA y reproducida por los militares para adjudicarle al argentino una supuesta cobardía al momento de la captura.
Desde hace varios años Prado se moviliza en silla de ruedas luego de recibir una ráfaga de tiros por la espalda en una acción de desalojo de un pozo petrolero. Hasta hace un tiempo estuvo con arresto domiciliario por una supuesta complicidad en un plan conspirativo contra Evo Morales, pero según afirma, “el Presidente me tiene preso por haber fusilado al Che Guevara y encima esto no fue así. Esto es una revancha por haber capturado a Guevara”.
El punto más contradictorio del también ex Embajador de Bolivia en México es cuando se refiere al accionar del gobierno de Barrientos y a la participación de la CIA y los Estados Unidos. Sobre la Agencia Central de Inteligencia dice que directamente no hubo ningún tipo de participación, pero él mismo admite haber viajado junto al agente Félix Rodríguez, aunque según Prado, Rodríguez estaba ahí únicamente en la misión de reconocer al cuerpo del Che. Según otros militares, Rodríguez le habría dado la orden a Mario Terán Salazar de asesinar al Che “del cuello para abajo para que parezca que murió en combate”.
La parte más controversial del relato de Prado es cuando dice que Barrientos ordenó el fusilamiento e incluso se hizo cargo de esta decisión, cuando según el gobierno y el propio Barrientos, el Che había muerto en combate como atestiguan los medios de la época. Pareciera que Prado únicamente estaría intentando desvalorizar la figura del Che y glorificar la imagen del ejército boliviano, cuando en verdad recibieron un apoyo armamentístico y logístico enorme por parte de los Estados Unidos, incluyendo el entrenamiento a sus militares.
Prado actualmente está a cargo de la construcción de un mural que recordará el nombre de cada uno de los militares caídos en batalla, incluso ellos mismos realizarán su propio homenaje a los soldados caídos con el lema “un soldado no muere en el campo de batalla sino cuando su patria lo ignora”.