Las imágenes de dos helicópteros bombardeando un depósito de petróleo en Belgorod, a unos 40 kilómetros de la frontera con Ucrania pero en territorio ruso, elevaron las alarmas ante un nuevo encuentro entre ambos países en una mesa de negociaciones. El gobierno de Kiev dijo al principio que “no confirma ni niega” su responsabilidad, pero luego atribuyó el golpe, que provocó el estallido de los tanques de combustible –que terminaron envueltos en llamas– a un “atentado de bandera falsa” perpetrado por Moscú. En todo caso, el ataque amenazó con empiojar las conversaciones de paz, aunque con las horas el tema fue bajando de agenda a medida que la complicada evacuación de civiles de la ciudad de Mariupol le agregaba una dosis de dramatismo a la situación general en este conflicto bélico que ya lleva 38 días.

Mientras tropas rusas aparecían reagrupándose hacia el este del país, como parte de algunos acercamientos para hablar de un alto el fuego, el anuncio del presidente Vladimir Putin de que a partir de este viernes los países que quieran seguir comprando gas a Rusia deberán abonar en rublos generó otro tipo de rispideces.

El decreto firmado por Putin dice que, “si no se realizan estos pagos, lo consideraremos un incumplimiento de las obligaciones por parte del comprador, con todas las consecuencias que ello conlleva”, léase, cortar el envío del fluido. La respuesta fue que los contratos fueron hechos en euros o en dólares. Pero entre las sanciones establecidas a instancias de Estados Unidos –y que acataron casi en su totalidad los países europeos–, las que más impactan se relacionan con las suspensiones de bancos y, sobre todo, la incautación de reservas del Banco Central de Rusia en el exterior, que suman el equivalente a unos 300 mil millones de dólares.

Hace algunos días el canciller Sergei Lavrov había manifestado la sorpresa para Moscú, que evaluaba sanciones pero nunca una semejante, ya que atenta contra confianza en el resguardo de depósitos de los fondos de países soberanos. Por si no bastaba con los 1200 millones de dólares de oro que el Banco de Inglaterra se niega a devolver al gobierno de Nicolás Maduro, argumentando que el Reino Unido reconoce a Juan Guaidó como presidente de Venezuela, ahora se agrega la mitad de la reserva acumulada por Rusia durante años y confiada en la seguridad de que los depósitos de países soberanos son intangibles.

La maniobra de Moscú tampoco se la esperaban en Occidente y el grupo G7 dijo que era inadmisible porque representa “un incumplimiento unilateral y claro de los contratos existentes”, según el ministro de Economía germano, Robert Habeck. Más allá de discusiones técnicas y hasta morales, lo concreto es que el rublo, que en los primeros días tras la batería de sanciones había caído hasta mínimos históricos de 115 por euro, a poco del anuncio de Putin se recuperó hasta 94. La razón habría que buscarla en compras en secreto de empresas u organismos públicos europeos para cumplir con las nuevas disposiciones.

Si las sanciones esperaban destruir la economía rusa, luego del impacto inicial tal vez termine por golpear más a los países occidentales y hay quienes sostienen incluso que el dólar dejará en el camino jirones de su vigencia para ser una moneda más, con lo que puede eso significar para la fortaleza económica de Estados Unidos.

Por lo pronto, India ya anunció que las compras de gas ruso se harán en monedas locales –rupia y rublo– y mediante un sistema alternativo al de transferencia SIWFT del que se eliminó a Rusia, lo que despertó amenazas de la Casa Blanca contra un país al que consideraban amigo de Washington. El Banco Central de Brasil, además, cuadruplicó sus reservas en yuanes –la moneda china– y redujo su exposición en dólares y euros. “El motivo es que ahora hay mayor incentivo al yuan después de que EE UU bloqueara aplicaciones en dólares a Rusia”, dice un comunicado del BCB, que preside desde la llegada de Jair Bolsonaro al Planalto el economista liberal Roberto Campos Neto.

Otra liberal, Elvira Nabiullina, ocupó los medios especializados estas semanas. A cargo del Banco Central de Rusia desde 2013 y considerada desde 2014 por la revista Forbes como una de las mujeres más poderosas del mundo, esta mujer de origen tártaro nacida en la República de Baskortostán tiene mandato hasta el 24 de junio y Putin ya adelantó que va a proponerla para un nuevo período.

Nabiullina fue muy criticada tras el bloqueo de las cuentas del BCR. Muchos la acusan de que con su consistente fe en los mercados, expuso al país a perder la mitad de sus ahorros. Pero al mismo tiempo, es una garantía para los mercados de que buscará que no se le desmadren las variables financieras. En 2014, tras la reincorporación de Crimea, había tenido que enfrentar un cimbronazo parecido y estabilizó el rublo incrementando las tasas bancarias del 9 al 17%, para luego volver al valor inicial. Ahora, elevó la tasa de referencia del 9,5% al 20% y frenó una posible corrida, que era el objetivo confeso de las medidas punitivas contra Moscú.

El premio Nobel de Economía Paul Krugman publicó una columna en el New York Times donde acota que “Rusia ha logrado defender con bastante eficacia el valor de su moneda” y, tras reconocer la importancia de haber impuesto severos controles de cambio, elucubra que una de las razones de Moscú para elevar las tasas es sostener al rublo como una estrategia de propaganda. El británico Financial Times fue más lejos y entrevistó a la subdirectora gerenta del Fondo Monetario Internacional, Gita Gopinath, quien dijo que “las sanciones financieras impuestas a Rusia amenazan con debilitar el dominio del dólar estadounidense y podrían resultar en un sistema monetario internacional más fragmentado”.

Los países occidentales, a su vez, ya están sufriendo en carne propia las consecuencias de guerra y las represalias. En Alemania sacaron del menú en los bares las papas fritas porque el aceite de girasol aumentó un 500%. El combustible también se disparó y la liberación de un millón de barriles de las reservas de petróleo que anunció Joe Biden no dio el resultado esperado.

«Ayuda» para prevenir conflictos en otros países

La Casa Blanca anunció un plan de diez años de prevención de conflictos a poner en marcha en Haití, Libia, Mozambique, Papúa Nueva Guinea y la costa occidental de África para «promover la estabilidad y favorecer el desarrollo económico». La nueva estrategia del gobierno demócrata se implementará «a través de la acción colectiva y la asociación», y se sustenta en la Ley Global de Fragilidad aprobada por el Congreso, informa la agencia AFP.

Entre los países que formarán parte de este esquema figuran también Benín, Costa de Marfil, Ghana, Guinea y Togo, y de acuerdo con lo que afirma Washington, se contemplan medidas para «prevenir conflictos, fomentar la resiliencia y la estabilidad y promover el desarrollo económico».

Para el gobierno de EE UU, es «más necesario que nunca» prevenir y estabilizar conflictos y «mirar más allá de las crisis urgentes y las necesidades a corto plazo» para centrarse en objetivos estratégicos a largo plazo. El gobierno afirma que se enfocará en fortalecer las instituciones democráticas, «por ejemplo, en las áreas del estado de derecho, anticorrupción, aplicación de la ley y transparencia fiscal», y en promover los Derechos Humanos y la igualdad de género.

El Congreso de Estados Unidos autorizó hasta 200 millones de dólares anuales para este tipo de estrategias y asignó 125 millones de dólares en el año fiscal 2022 para el Fondo de Prevención y Estabilización. En algunos de esos países, la intervención de Estados Unidos fue clave para crear las condiciones de su inestabilidad, como ocurre en Haití desde hace décadas y en Libia desde 2011.