Hillary Clinton fue la ganadora del debate presidencial de este lunes, pero eso aún no es suficiente para asegurarle una campaña tranquila hacia la Presidencia de Estados Unidos. Las repercusiones que aún continúan en Nueva York apuntan a una satisfacción general con el desempeño de la ex secretaria de Estado, aunque le marcan algunos errores puntuales. Donald Trump, candidato republicano, quedó opacado tras el encuentro, pero sus seguidores hoy siguen tan convencidos como ayer de que es el único que puede devolverle la grandeza al país, que creen perdida.

La ciudad de Nueva York, a 35 kilómetros de la Universidad de Hofstra en la que tuvo lugar el primer debate de esta campaña en Estados Unidos, tiene un sesgo. El estado en general responde a los demócratas antes que a los republicanos.

Horas después del debate, cuando ya está clara la percepción de que Clinton se impuso sobre Trump, los simpatizantes de la ex secretaria de Estado se dedican a analizar microscópicamente los errores que tuvo su candidata anoche.

Le reprochan que no haya sacado el tema de la inmigración contra el republicano, que ha hecho de la construcción de un muro en la frontera con México su principal bandera. Se consuelan pensando que el de ayer fue apenas el primer debate. Luego vendrá una asamblea vecinal en Saint Louis, Misuri, el 9 de octubre. El último encuentro será cara a cara en Las Vegas, diez días después. “Pero ese será sobre política exterior y, además, lo modera Fox. Va a ser terrible”, le decía hoy un muchacho de unos 25 años a un barista en un café de Manhattan, luego de pasar la mañana comentando la transmisión de anoche.

También le critican a Clinton la publicación detallada de su plan para luchar contra el Estado Islámico. Irónicamente, ese fue uno de los dardos utilizados por Trump en el debate para cuestionar el desempeño de la ex secretaria de Estado.

Los demócratas más convencidos por Clinton son un poco como ella: preparados, detallistas, precisos. Saben puntualmente por cuál de todas sus propuestas van a votarla y reconocen los errores que ha tenido. Así lo mostraban ayer en el campus de Hofstra, espacio indicado para que los universitarios destacaran la política educativa que plantea la candidata, en un país en el que las familias contraen altas deudas para pagar la educación superior de los hijos. “Va a invertir en la educación pública como necesitamos”, dijo una joven que sostenía un cartel con la frase «Stronger Together», el lema de campaña. No agregó otra razón para apoyarla.

Para los seguidores del magnate republicano, que ha dejado en el camino a todo el establishment del conservador partido estadounidense, el debate de anoche no ha cambiado nada. Continúan firmes en su creencia de que devolverá al país el esplendor que alguna vez supo tener y que, creen, ha perdido por culpa de políticos como Clinton.

Lo repiten como un mantra. Consultados sobre por qué lo apoyan, no pueden evitar incluirlo en algún momento de la explicación. «La seguridad nacional es una de sus prioridades. Va a aumentar la seguridad en nuestras fronteras y hacer que Estados Unidos sea grande otra vez», decía uno ayer en el set que la cadena Fox, pro-Trump por excelencia, había instalado en Hofstra. «Va a bajar los impuestos. Eso hará que las empresas reinviertan ese dinero en nuestra economía y creen puestos de trabajo. Vamos a hacer que Estados Unidos sea grande otra vez. Donald Trump va a hacerlo. Te lo prometo», agregaba otra, cubierta del merchandising electoral del empresario, gorra con lema de campaña incluida. Ellos siguen convencidos.

Los demócratas hoy observan comentarios así en las redes sociales casi con horror. «A veces deseo que gane Trump, que haya algún conflicto nuclear y que destruya alguna parte del mundo. Entonces les vamos a decir ‘Les avisamos que iba a ser así’ y ellos van a responder seguramente que es culpa de Clinton», se imaginaba uno de ellos esta mañana en el East Village de Manhattan.

El problema para los simpatizantes de Clinton es que, perfecta y todo en el debate, su candidata aún no conquista al electorado. «Es muy lindo lo que dice, pero le falta chispa», piensa un guardia de seguridad de una universidad neoyorquina. La campaña demócrata se ha centrado en explicar por qué no hay que votar a Trump, pero no deja mucho espacio para convencer por qué sí la ex secretaria de Estado es la mejor opción. Una jugada arriesgada en una elección peculiar en la que resuena un tercer candidato.

Gary Johnson, del Partido Libertario, probablemente no saque más del 10 por ciento el próximo 8 de noviembre, pero su presencia convence más al voto joven que la propia Clinton.

Precisamente, ese es el segmento que ella necesita para sacarla del virtual empate con Trump en el que está la campaña actualmente, según las encuestas.

Para ganar, Clinton también deberá convocar a votar a personas que usualmente no lo hacen, en un país en el que el sufragio es optativo. Con eso en mente, y mientras en Estados Unidos se lleva a cabo el Día Nacional de Registro de Votantes, la candidata comenzó hoy una campaña que la llevará por cuatro estados: Carolina del Norte, New Hampshire, Iowa y Florida. Esta semana, Bill Clinton irá a Ohio y Michelle Obama, a Pennsylvania. Todos distritos en los que aún no hay una tendencia clara para el 8 de noviembre y que definirán la elección.

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