Ante la crisis de los partidos políticos de derecha en el continente, las élites latinoamericanas recurren a incluir a personajes “outsiders” de las estructuras electorales. El esquema cierra si esa figura responde a los designios del poder, como el caso de Mauricio Macri-Argentina o Luis Lacalle Pou-Uruguay. Sin embargo, entran en tensión cuando toman autonomía relativa como en Brasil, o se enfrentan al poder como en Haití o El Salvador.

De hecho, el magnicidio del presidente Jovenel Moise en Haití interroga hasta dónde condicionan los poderes fácticos a los gobiernos, no solo los denominados populistas, sino también, a quienes quieran mantener juego propio. Esta media isla, donde se dio el primer grito de independencia del continente y hoy es el país más pobre de la región, está subsumida en la pobreza e indigencia, castigada por la inclemencia climática y las consecuencias de la pandemia, por lo que vive de crisis política permanente, y se podría afirmar que el asesinato del presidente sería algo esperable, sin embargo, es conveniente indagar su motivo.

Justamente, Moise fue elegido desde su perfil de empresario, siendo un ignoto en la política de ese país hasta que el exmandatario Michel Martelly lo bendijo como candidato de un partido, que él mismo fundó en 2012. Pero, tras sortear un complejo proceso electoral que culminó con su consagración, el complot constante, acompañado por las protestas ante la crisis económica y las acusaciones de corrupción, presionó para que dejara el mandato lo antes posible. La oposición articulada en el Parlamento llevó a Moise a disolverlo y gobernar por decreto, tocando algunos intereses del establishment y que esta muerte permitirá volver a reestablecerlos.

Un caso que también pone en tensión a un establishment local es el de El Salvador, bajo la presidencia de Bukele. Un joven millennial de 39 años, quien se impuso como una superación del bipartidismo salvadoreño, especialmente superando la gestión del FMLN (Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional) y dejándolo como una nueva derecha.

Sin embargo, el incremento de su popularidad le permite sumar expresiones de izquierda, como la exguerrillera disidente María Ofelia Navarrate, por lo que hoy está bajo la lupa del poder fáctico de ese país y el conflicto está latente y en puerta. «