Mientras las fuerzas armadas de Bashar al Assad consiguen reforzar sus posiciones y están a punto de expulsar a los rebeldes yihadistas en Guta, en los alrededores de Damasco, el norte del país sigue envuelto en llamas y la ofensiva de las tropas turcas era arrolladora contra posiciones kurdas en Manbij. “En un principio el gobierno sirio parecía haber dejado las manos libres a Turquía –relata Sebastián Salgado, corresponsal de Hispan TV a Tiempo- pero ahora le resulta preocupante que todo el norte lo tiene invadido y no sabe cómo se desarrollarán los acontecimientos en el futuro”.

Es decir, no sabe de qué modo se irían los efectivos que Recep Tayyip Erdogan, el presidente turco, ordenó desplegar en el norte de Siria para combatir a los milicianos de las Unidades de Protección Popular (YPG), la agrupación nacionalista a la que Ankara califica como “banda terrorista”.

Los kurdos, la comunidad nacional más grande del mundo sin estado propio –son unos 40 millones de personas esparcidas en una región que va del norte de Irán, Irak y Siria y el sur de Turquía- reciben apoyo de Estados Unidos. De hecho, en Irak lograron una mayor autonomía gracias a su apoyo a la invasión de 2001 que derrotó a su gran enemigo, Saddam Hussein.

En toda esa región se fueron extendiendo en forma acelerada desde 2011 los grupos islámicos fundamentalistas de corte medieval, como Daesh o Estado Islámico y Al Nusra. En muy poco tempo y con apoyo evidente aunque no comprobable de Occidente (La UE y Estados Unidos durante la administración Barack Obama-Hillary Clinton) y de Arabia Saudita, Catar, Kuwait y los Emiratos Árabes Unidos, esos grupos llegaron a controlar una extensión de territorio similar al de Italia, unos 300 mil kilómetros cuadrados, hacia 2015.

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Pero curiosamente, desde el cambio de gobierno en Estados Unidos, y mediante el apoyo de soldados y armamento ruso, Al Assad fue desplazándolos a partir del levantamiento de 2011, en lo que fue la llamada Primavera Árabe, que se extendió desde el norte de África para finalizar su camino en Damasco.

Paralelamente, Donald Trump fue dejando de lado la estrategia de los demócratas y repentinamente también se fue alejando del apoyo irrestricto a Bagdad, con lo que los chiitas iraquíes fueron tomando territorios de EI. Así, en diciembre el primer ministro iraquí, Haider al-Abadi, anunció que habían sido expulsados totalmente. La agonía de los fundamentalistas es cada día más clara.

Pero Al.Abadi también da pelea a los kurdos, que se planteaban no solo extenderse por fuera de las gobernaciones de Duhok, Erbil, Halabja y Sulaymaniya, sino en avanzar hacia la creación de un estado propio.

Conviene recordar acá que en setiembre pasado, hubo un referéndum convocado por el presidente regional, Masud Barzani, que aprobó la independencia, pero la votación no fue reconocida por ninguno de los países circundantes ni por las potencias implicadas en la disputa.

En cuando a Estados Unidos, la política de Trump por momentos da la impresión de ser ambigua y por momentos recurre a violentas presiones para torcer el rumbo de los acontecimientos. Es así que su laxitud inicial permitió que Irak, Siria y Turquía asestaran duros golpes a los yihadistas, que fueron replegándose a distritos más amigables.

Guta, una región lindera con Damasco, era el último territorio importante en manos de EI y de Al Nusra luego de haber sido expulsados de Alepo, a fines de 2016. “Hubo una especie de acuerdo tácito entre Al Assad y Erdogan, por el cual los turcos entraron en Afrin, al norte de Siria, para combatir a los kurdos, y las quejas de Damasco fueron más bien retóricas”, señala Salgado.

Un análisis muy somero indicaría que luchar contra dos frentes al mismo tiempo sería una complicación para Damasco. Y si los kurdos iban recuperando territorios que tenían los yihadistas y avanzaba la posibilidad de que forzaran la independencia, tanto turcos como sirios, iraquíes e iraníes tenían mucho que perder.

Es esta “ensalada” el apoyo estadounidense a los kurdos, más que como una alianza por la constitución de un estado para ese pueblo milenario, debía pensarse en una estrategia para generar caos y del caos sacar ventaja para la maltrecha posición de Washington en esa región de mundo.

Es así que Erdogan, aliado de Occidente porque su nación forma parte de la OTAN, tuvo acercamientos con Vladimir Putin y no tiene inconvenientes en cruzar la frontera para atacar a los kurdos en Siria.

Y Trump, cada día más enfrascado en sus luchas internas y cediendo espacio ante la CIA y el Pentágono, tampoco se hace drama porque EEUU apoye a los kurdos mientras le palmea los hombros al hombre fuerte de Turquía. Que todavía no terminó de digerir el intento de golpe de Estado de julio de 2016, cuando todavía estaba Obama en el Salón Oval.

En el campo de batalla, en tanto, a ada momento se está a punto de un enfrentamiento entre aliados. «Todos los días (los turcos) amenazan con venir a Manjib, no sabemos cuándo deberemos huir y partir», dijo Alí al Sataf, un residente de esa localidad a Deli Souleiman, periodista de la agencia AFP. Y añade: «Nos tranquiliza cuando vemos aquí a los estadounidenses, nos decimos que no habrá bombardeos aéreos».

Mientras tanto, la ofensiva turca comienza a preocupar en Damasco, acota Salgado, que es argentino y está haciendo una cobertura para el canal iraní. (ver acá). De hecho, Erdogan se enorgulleció en estos días de haber tomado totalmente la ciudad de Afrin, que pertenece a la región siria de Alepo, aunque estaba en manos kurdas.

Erdogan comparó a esta ofensiva con esa batalla en la que tropas otomanas contra tropas francobritánicas que intentaban avanzar hacia Estambul, en la Primera Guerra Mundial. «Ayer dimos una lección en Galípoli a quienes querían aplastarnos, hoy haremos lo mismo a quienes intentan establecer un estado terrorista a lo largo de nuestras fronteras para atentar contra nuestra estabilidad y nuestro futuro», destacó. El héroe de esa batalla, Mustafá Kemal, sería luego fundador de la República de Turquía, en 1923, sobre las cenizas del imperio otomano. Y por tanto recibiría el apelativo de Ataturk, «Padre del pueblo turco».

Por esos antecedentes, hay preocupación en los europeos, que el lunes mantuvieron una reunión con Erdogan en Bulgaria para encauzar no solo el tema de los kurdos sino también la cuestión de Chipre, la isla en disputa entre comunidades turcas y griegas desde los años 70 del siglo pasado.

Antes de sumarse al encuentro con el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker y el titular del Consejo Europeo, Donald Tsuk, Erdogan insisitó en que entrar en la UE seguía siendo un «objetivo estratégico» para Turquía. Pero ese proceso se demora por décadas y son muy pocos tanto en el gobierno turco como en cualquier fuerza de la oposición que crea en un ingreso en un plazo previsible.