Al cabo de la primera semana tras las elecciones en primera vuelta para definir quién será el próximo presidente del Brasil, dos cuestiones centrales van quedando claras. Una, que el favorito sigue siendo el expresidente Luis Inácio Lula Da Silva. Y dos, que el presidente y candidato derrotado el domingo pasado, Jair Bolsonaro, y por su intermedio una derecha revanchista y antidemocrática, concentrará un poder capaz de condicionar (y eventualmente tumbar) al próximo gobierno.

Si bien las encuestas fallaron en su predicción de que Lula podía ganar en primera vuelta y sacarle hasta 15 puntos a su contrincante, el 48,3% obtenido se acerca bastante al 50% pronosticado por la mayoría de las consultoras. Hoy, estas mismas encuestadoras están midiendo una victoria en el balotaje del candidato del Partido de los Trabajadores por 53% a 47%, en el caso de Datafolha. Eso, sumado a los apoyos que fue recibiendo Lula en los últimos días, lo acercan a lograr su tercera presidencia el domingo 30, tres días después de cumplir 77 años.

El más importante es el de la candidata del Movimiento Democrático Brasileño, Simone Tebet, quien obtuvo el tercer lugar en la elecciones con el 4,16%. En un encuentro del jueves, la senadora por el estado de Mato Grosso do Sul aseguró que, a pesar de mantener algunas críticas, “votaré por él (Lula) porque le reconozco su compromiso con la democracia y la Constitución, algo que desconozco en el actual presidente», y agregó: «mi apoyo no será por adhesión. Mi apoyo es por un Brasil que sueño para todos». El viernes, Lula insinuó que podría integrar a un eventual gabinete de coalición a Tebet, quien pertenece al partido de José Sarney y Michel Temer, este último pieza clave en la destitución de Dilma Roussef, de quien era vicepresidente.

Si bien los votos pertenecen a cada ciudadano y ciudadana, algunos análisis afirman que cerca del 90% de los votantes de Tebet se inclinarían por Lula. A la vez, los mismos análisis indican que el 3% de los votos del cuarto candidato, Ciro Gomes, se repartirán aproximadamente en partes iguales para la segunda vuelta. La tendencia podría revertirse ya que el propio Gomes, exministro de Lula entre 2003 y 2006, anunció que lo apoyará. Otro respaldo notable fue el pronunciado por el expresidente Fernando Henrique Cardoso. El histórico rival de Lula llamó a votarlo «por una historia de lucha por la democracia e inclusión social».

Más allá de que la victoria parezca irreversible, el candidato petista deberá cosechar la mayor cantidad de votos posible para darle legitimidad popular a su gobierno, ya que los números de la primera vuelta reconfiguraron el mapa parlamentario hacia un escenario de debilidad en caso de llegar a la presidencia. El Partido Liberal (PL) de Bolsonaro obtuvo la mayoría de representantes en el Congreso Nacional: 13 de los 81 escaños en el Senado Federal y 99 de los 513 en la Cámara de Diputados. El PT, por su parte, logró nueve escaños en el Senado Federal y 80 en la Cámara de Diputados. Sumándose a otros partidos de izquierda y centro-izquierda, Lula tendría el apoyo de 108 diputados, mientras que Bolsonaro contaría con 187, incluyendo los 47 del partido Progresistas —del actual presidente de la Cámara Baja, su aliado Arthur Lira— y los 41 de Republicanos. A ellos se sumarían los legisladores de La União, que formarán un único bloque con los Progresistas. Esto conforma un gran interbloque de derecha que en Brasil llaman «Centrão», con casi 250 diputados.

«El Congreso que surgió el domingo es menos rojo, es mas verdeamarillo, más de centroderecha, con proyectos que van a llevar a Brasil al primer mundo de verdad. El otro piloto será un fracaso, va a volcar en la primera o en la segunda curva si se sube a esta Ferrari llamada Brasil», aseguró Bolsonaro esta semana, anticipando un obstruccionismo semejante al que enfrenta desde el primer día el presidente peruano, Pedro Castillo. El PL podría sumar votos para ejercer control y bloquear las decisiones centrales del Gobierno, e incluso promover y hasta aprobar la destitución del presidente.  «

Peregrinos en Belém

La Iglesia Católica brasileña repudió la participación del presidente Jair Bolsonaro en la procesión del Cirio de Nazareth, la mayor celebración del culto católico en América Latina, donde se sumó en un barco de la Marina a la peregrinación que reunirá este fin de semana a 2,5 millones de personas en Belém, capital del estado de Pará.

«No permitimos ninguna utilización de carácter político o partidario de las actividades del Cirio», indicó en un comunicado el Obispado de Belém, organizador de la festividad, que incluye 13 procesiones fluviales y terrestres en la ciudad amazónica.

El presidente, sin haber dado información previa en su agenda oficial, embarcó en una lancha de la Marina para participar al lado de otras embarcaciones típicas llena de peregrinos llevando flores por los ríos amazónicos.

La Iglesia Católica aclaró que «no hubo ninguna invitación a autoridades» para evitar el uso político de la festividad. Por otro lado, Bolsonaro tiene lazos muy fuertes con las iglesias evangélicas pentecostales y suele ser crítico del papa Francisco. El expresidente Luiz Inácio Lula da Silva, en cambio, dijo que fue invitado a la peregrinación por el gobernador de Pará, Helder Barbalho, pero que desistió para «no mezclar religión con política».

Bolsonaro y sus aliados lanzaron acusaron de «satanismo» a Lula, que debió oficialmente desmentir ese tipo de prácticas y ratificar que es cristiano. «Ningún político puede apropiarse del Cirio, que es propiedad de los paraenses y de los creyentes del mundo», dijo el gobernador Barbalho, del Movimiento de la Democracia Brasileña (MDB), reelecto el domingo pasado y aliado de Lula.