No sólo de Ucrania vive la muerte. Es que los medios dominantes nos pasan de la intrascendencia en la noticia al choque de civilizaciones, sin escalas intermedias. Aunque eso sí, siempre con el mismo nivel de mediocridad. Y de aburrimiento.

Tranquilos, el mar Mediterráneo aún funciona como cementerio de  emigrantes árabes o africanos en búsqueda de una Europa que pregona lo que no puede brindar. La política de Marruecos, por ejemplo, consistente en abrir o cerrar la canilla de personas que cuelgan de los alambrados en los enclaves coloniales de Ceuta y Melilla. Así convenció al gobierno de un Partido que hace tiempo que dejó de ser Socialista, Obrero o Español, para desconocer las resoluciones de Naciones Unidas y abandonar la neutralidad en el tema del Sahara Occidental. Gana Marruecos.

Tranquilos. En Nigeria, Níger y Chad continúa la actividad de Boko Haram, una organización fundamentalista especializada en matanzas y secuestros, en particular de adolescentes y niñas. Además de la ablación del clítoris y la sumisión a toda  forma de esclavitud, las niñas son usadas como escudos humanos. Desde 2004, ACNUR consigna 27.000 muertos, 7 millones de desplazados, 300.000 refugiados. Pero son negros. ¿A quién le importa?

A Boris Johnson. Ha logrado monetizar los flujos migratorios. Es que en ese mercado hay sobreoferta estacional de ucranianos, que son blancos, rubios y cristianos. Nada que ver con aquellos en situación irregular en el Reino Unido, en particular los que cruzan el canal de la Mancha (nunca tan bien llamado). De modo que por sólo 144 millones de euros el gobierno británico dispondrá de un depósito de indeseables en Ruanda. Dinamarca también prevé externalizar ese tipo de problemas, así como Australia. Tranquilos.

La derrota y posterior huida occidental de Afganistán ha dejado ese país en manos de los talibanes. Después de una guerra de veinte años, las mujeres tienen la misma importancia y derechos que las cabras. Una de ellas señaló: “es como vivir en la jaula del tigre”. Tranquilos. Como bajaron las tierras arables y faltan semillas, existe una hambruna que afecta a 24 millones de personas –media población- con lo que el 97% de los afganos, según las Naciones Unidas, entran abajo del umbral de la pobreza –menos de dos dólares por día.

Tranquilos, de Sierra Leone a Etiopía ya han comenzado las revueltas por hambre. Es que entre la guerra y las sanciones rusófobas impuestas por occidente, ya no llega el trigo eslavo como antes. Los precios suben, como corresponde a las leyes del mercado, para que los africanos puedan elegir entre la desnutrición y el hambre. Algunas naciones, de Uganda a Sudáfrica, comienzan a repartir ayudas y regular precios, en violación de los principios liberales.

La intranquilidad proviene de algunos gobiernos, como el de López Obrador en México, que busca recuperar la gestión pública de la electricidad, y amenaza con nacionalizar el litio. Inquietante, el desarrollo del comercio internacional sin el dólar, como entre Arabia Saudita y China, Armenia y Rusia, Rusia y China. Los Estados Unidos manifiestan su preocupación por la situación de los derechos humanos en la India, a lo que la India respondió que estaba preocupada por los derechos humanos en Estados Unidos.

Hay intranquilidad en la construcción de un nuevo orden mundial que no sea la paz de los cementerios: “nada se parece más a una forja que un mundo que se derrumba”, decía Yrigoyen.