Elon Musk volvió a remover el avispero, tal vez la ocupación que más le divierte, aparte de multiplicar su capital. En abril había sorprendido con el anuncio de la compra de la red social Twitter, una comedia de enredos que tuvo un nuevo capítulo este viernes, cuando se formalizó la operación por 44 mil millones de dólares, al filo de un juicio por negarse a cumplir el compromiso asumido con la empresa que había fundado Jack Dorsey en 2006. Y no tuvo mejor idea que viralizar su desembarco entrando a la sede central portando un lavatorio, en un video subido a su cuenta personal con el texto “let that sink in”. Un juego de palabras que puede traducirse como “dejen entrar el lavabo” y metafóricamente “tomen nota” de que estoy adentro.

Desde entonces, posteó frases breves pero determinantes, como “el pájaro está liberado”, en alusión a sus proclamas de desbloquear a los usuarios de la red del pajarito sancionados por sus publicaciones. A diez días de la elección de medio término en Estados Unidos, esa mención alegró a Donald Trump, el más famoso de los excluidos, bloqueado desde la toma del Capitolio el 6 de enero de 2021. «Estoy muy feliz de que Twitter ahora esté en buenas manos y ya no será dirigido por lunáticos y maníacos de la izquierda radical que realmente odian a nuestro país», escribió Trump estadounidense en su propia red, Truth Social.

Musk se apuró a aclarar que “no se tomarán decisiones de contenido importantes ni se restablecerán cuentas” antes de que se forme un Concejo de Moderación (“con puntos de vista muy diversos”, juró) que piensa poner en marcha a la brevedad. Un poco por las presiones del gobierno de Joe Biden y otro poco porque ante esta nueva perspectiva miles de tuiteros se lanzaron a probar nuevos límites en la red más identificada con mensajes de odio.

El ingreso del oligarca nacido en Sudáfrica llevó al despido de tres directivos que comandaron la empresa hasta ahora. Se trata del director Ejecutivo, Parag Agrawal; la directora jurídica Vilaya Gadde (ambos de origen indio) y el director financiero Ned Segal. Las indemnizaciones, se informó, treparían a un total de 187 millones de dólares, pero habrá que ver cuál es el arreglo final. Porque Musk los acusó de haberlo engañado a él y a los accionistas sobre la cantidad de cuentas falsas en la plataforma. Y Musk no es de bolsillo fácil.

Como signo de estos tiempos, hubo medios entrevistaron a dos hombres que salían del edificio de Twitter con cajas de cartón en sus manos. Icónica imagen de un despedido, afirmaron ser dos ingenieros expulsados por Musk. Uno dijo que no sabía cómo iría a pagar el coche Tesla que había comprado en cuotas y con una fotocopia de la tapa del libro de la esposa del expresidente Barack Obama, dijo que con Michelle eso no hubiera ocurrido. Se presentaron como Daniel Johnson y Rahul Ligma. Recién ahí los más despiertos cayeron en que Ligma es un anagrama usado en las redes para “lick my balls” (lame mis bolas). Musk, rápido, se sumó al sketch de los dos bromistas con un “se lo merecían”.

El propietario de la automotriz Tesla y de la aeroespacial SpaceX está en la mira del establishment estadounidense por las controversias que despierta pero básicamente porque es impredecible. La compra de Twitter estuvo precedida de cuatro meses de disputa con los accionistas, que tras aceptar la oferta de 54,20 dólares por acción se encontraron con la amenaza de echarse atrás porque no le precisaban algunos datos de la compañía. Cartas documento y recursos legales después, a principios de octubre una jueza de Delaware dio plazo hasta este viernes para concretar la compra o ir a juicio.

Musk también creó Starlink, proveedora de internet a través de los satélites de SpaceX. El 27 de febrero, liberó el servicio para que los militares de Ucrania pudieran estar conectados en el marco de la ofensiva rusa. Para Kiev era “un amigo de la casa”, igual que para el Pentágono.

Hasta que irritó a la alianza occidental cuando hace un mes lanzó una encuesta para que los usuarios de Twitter votaran un plan de paz para Ucrania. Debían decir si creían que se debía aceptar que Crimea es parte de Rusia, hacer nuevos referendos en el sur de ese país con supervisión de la ONU -y el respeto de Moscú y Kiev por los resultados- y el compromiso de no ingresar en la OTAN. Al mismo tiempo, propuso hacer de Taiwán una región administrativa especial como lo es Hong Kong desde 1997.

En septiembre, Musk avisó a la Casa Blanca que cerraría el servicio de Starlink para Ucrania por los altos costos. Hace seis días señaló que «antes de que el Pentágono envíe una respuesta, le dije a Mijail Fedorov (ministro de Transformación Digital ucraniano) que SpaceX no cerraría Starlink aunque el Departamento de Defensa de EE UU se niegue a proporcionar fondos». El miércoles, un editorial en The New York Times calificó a Musk de «agente del caos geopolítico”. Para los mayorcitos, hace recordar a Conrad von Siegfried, el enemigo del Superagente 86.