Como viene ocurriendo desde hace 29 veces, la Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas (ONU) condenó el bloqueo que Estados Unidos impuso a Cuba hace casi seis décadas. El resultado fue nuevamente abrumador: 187 votos a favor de la posición de Cuba, tres abstenciones y apenas dos votos en contra: EEUU e Israel. Las abstenciones de Ucrania y Colombia forman parte de la cercanía de ambos gobiernos con Washington. La de Brasil es todo un mensaje.

Esta vez, a diferencia de la última votación, en 2019, cuando el gobierno de Jair Bolsonaro acompañó a la administración de Donald Trump en un solitario trío anticubano con Israel, Brasil eligió un camino del medio: al ultraderechista ocupante del Palacio de Planalto no le da para apoyar al proceso revolucionario de la isla, pero tampoco iba a acomodarse al calor de Joe Biden y los demócratas a cambio de nada. Las diferencias entre el ex capitán del ejército brasileño y el mandatario demócrata son tan marcadas como para, el menos en esta etapa, pensar que podría dar semejante salto en el aire.

Es cierto que EEUU pierde siempre esta votación y que con el tiempo se fueron sumando las voces en contra del bloqueo, que según estimaciones cubanas, causó perjuicios por cerca de 150 mil millones de dólares, además de los obstáculos para el ingreso de alimentos, medicamentos e insumos imprescindibles. Pero no es menos cierto que la Casa Blanca tiene el récord de sordera acerca de la voluntad del resto casi absoluto del planeta de terminar con esa rémora de la Guerra Fría.

la última vez que un gobierno estadounidense quiso poner n poco de racionalidad a Ese despropósito fue durante la gestión de Barack Obama, siendo vicepresidente Biden. Hubo encuentros con el entonces presidente cubano, Raúl Castro, se reanudaron las relaciones diplomáticas y todo indicaba de de triunfar los demócratas en 2016, estaba tapizado el camino hacia el fin de las restricciones impuestas en 1962.

El sendero hacia a la normalización había partido de la certeza, enunciada por el propio Obama, de que en lugar de aislar a la revolución cubana, el bloqueo había aislado a EEUU del resto de América Latina.

La votación en la ONU de 2016 fue también paradigmática. Fueron 191 votos a favor de Cuba, dos abstenciones y ninguno en contra. Las abstenciones fueron de EEUU e Israel. Era lo más que podía ir Obama.

Trump dio vuelta esa política 180 grados. Llegó al poder en gran medida por el voto empecinado de la comunidad cubana de Florida y solo se limitó a agrandar esa brecha. Bolsonaro estaba en su salsa. Las otras dos abstenciones, Colombia y UIcrania, puede explicarse por la necesidad de ambos gobiernos del apoyo estadounidense para poder mantenerse.

En el caso ucraniano, para sostener a un régimen instaurado tras el golpe contra Viktor Yanukovich, en 2014, ante la resistencia de sectores de la población prorrusos. En cuanto al país latinoamericano, desde el Plan Colombia de 1999 el apoyo en dinero, armamento y logística es fundamental para sostener en su momento la lucha contra la guerrilla por el Ejército y actualmente a un gobierno que enfrenta al rechazo popular en las calles a sangre y fuego.

“Una vez más, desde Naciones Unidas #el mundo dice no a la agresión y a las políticas fracasadas de EEUU contra Cuba. Es una gran victoria del pueblo cubano, de la justicia y de la verdad”, tuiteó el canciller cubano, Bruno Rodríguez Parrilla.

«Como el virus, el bloqueo asfixia y mata y debe cesar. ¡Patria o muerte! ¡Venceremos!», proclamó Rodríguez Padilla en un discurso presencial de 30 minutos en la Asamblea General. La embajada cubana en Buenos Aires celebró con un grupo de dirigentes locales este nuevo acontecimiento.

«Estados Unidos está con todos en la defensa de la libertad de Cuba. Los cubanos, como todas las personas, merecen el derecho a libertad de expresión, reunión, cultura», argumentó el coordinador político de la misión estadounidense ante la ONU, Rodney Hunter. Una explicación liviana para lo que aparece como una gran contradicción de Biden contra su misma posición hace 5 años. Y que además no toma en cuenta la postura de los países latinoamericanos y de sus aliados de la OTAN, totalmente contraria.

Analistas consideran que mientras el nuevo mandatario no pueda avanzar con ala ambiciosa agenda “rooseveltiana” que se propone, para la que necesitará votos en el Congreso de demócratas del ala derecha, nada va a cambiar sobre el riumbo que fijó Trump en muchos aspectos de la política exterior. Y este es uno de ellos.