Raúl Pont es un histórico dirigente del Partido dos Trabalhadores. Fue uno de sus fundadores. Además ocupó cargos de diputado estadual y federal y gobernó la ciudad de Porto Alegre. Muy cercano a Lula, se le asignan muchas posibilidades de integrar el gabinete, tras un eventual triunfo de PT el 2 de octubre.

–¿Cómo ves la elección a sólo dos semanas?

–Si bien el de Bolsonaro es un gobierno que está mal, aún tiene fuerzas para disputar. Lula lidera todas las encuestas con un promedio de 13 puntos de ventaja y con situaciones muy consolidadas, con un gran márgen de mayoría en toda la región del Nordeste; en San Pablo; en Río Grande Do Sul y hay empate en Río de Janeiro. En otros estados, como Santa Catarina, lidera Bolsonaro. O en Paraná donde suma la candidatura de Roberto Requião, que ya estuvo como gobernador durante dos mandatos y se ha venido al PT por disidencias en el Movimiento Democrático Brasileño. El PT está sumando muchos votos en los distritos más poblados del país. No obstante, todavía el cuadro electoral es muy difícil.

–¿Qué posibilidades tienen las Fuerzas Armadas de hacer un golpe?

–Es difícil afirmarlo. Estamos trabajando con la idea de que no hay condiciones subjetivas en la opinión pública, como tuvimos en 1964, cuando había grandes manifestaciones populares, muchas de ellas encabezadas por la Iglesia Católica, a favor de un golpe contra João Goulart. Hoy no hay eso. Incluso, algunos grandes medios como la Rede Globo hacen clara la defensa de la democracia, critican mucho el comportamiento y acciones antidemocráticas o contra las mujeres que hace Bolsonaro. Aunque no hay correlación entre eso y la política económica: no atacan la política neoliberal del ministro Guedes.

–El bloque evangélico influye también.

–Si bien no es algo sólo de Brasil, lo cierto es que también se suma la creciente influencia de los cultos religiosos, como los pentecostales. Una media docena de ellos se ha transformado en partidos políticos con vinculación profunda con la estructura y capilaridad de las Iglesias en todo el país. Con la complicidad de los pastores y predicadores que repiten las acusaciones durante los actos religiosos, algo que es claramente inconstitucional, pero que el Tribunal Superior Electoral no suprime.

–Bolsonaro rechaza la integración sudamericana.

–Una de las cuestiones más claras que Lula impuso en la campaña es la necesidad de retomar la integración regional. Está muy claro en todas las manifestaciones del PT. Bolsonaro tiene una posición muy clara de subordinación al imperialismo norteamericano. Por lo tanto, no le interesa el Mercosur o cualquier forma que pueda propiciar que en América Latina se cree un gran bloque para enfrentar los grandes temas que atañen a la humanidad. Completamente opuesto a lo que fue el gobierno de Lula, con los gobiernos latinoamericanos. De todas las iniciativas que fueron tomadas en ese período hoy se vive lo contrario. Todo el intento de unidad realizado no sólo fue discontinuado por Bolsonaro, sino que además lo rechaza, está en contra. Esperamos revertir eso en el próximo gobierno de Lula.

–¿Cómo se expresa el caso de Marielle Franco en estas elecciones?

-Quiero comentar que si dependiera de las mujeres, Lula ya sería presidente en el primer turno. Las mujeres, en todas las encuestas, están mayoritariamente con Lula. El caso de Marielle Franco, y otros feminicidios que ocurren en diversos estados de Brasil, es un problema muy serio, muy grave. Los asesinos de Marielle están presos hace ya mucho tiempo, pero hasta ahora no fueron juzgados y, peor que eso, es que hasta ahora la fiscalía del Ministerio Público no esclareció sobre quiénes fueron los autores intelectuales. Ese es un problema gravísimo. El esclarecimiento es lo que toda la nación brasileña espera, pero hasta ahora no se conoce quiénes contrataron a esos asesinos, milicianos de alquiler, que por «coincidencia» eran vecinos del presidente Bolsonaro. A pesar de todo eso, el Ministerio Público, hasta hoy no presentó a los responsables directos de ese asesinato.

–La Justicia marcha a paso de tortuga para la derecha pero a otro ritmo para la izquierda. Lo mismo ocurre en varios de los países de la región.

–Los procedimientos caen en la lentitud misma de la Justicia brasileña, especialmente desde el ascenso de Michel Temer, y quedan en un gran misterio. Se ha restringido el acceso a documentos oficiales por un siglo a través de un decreto. Ese fue el accionar de Bolsonaro ante las acusaciones sobre sus funcionarios. El último ministro que salió por corrupción fue, en el área de salud pública, el general Eduardo Pazzuelo. Prácticamente estamos en la antesala de una dictadura abierta de la que hay que salir.

–Las fake news alientan ese accionar.

–Se hace un uso muy grande, aunque la Suprema Corte por primera vez lo está enfrentando con fuerza. Hace dos semanas, un grupo de grandes billonarios, grandes empresarios brasileños, en una red de Whatsapp hablaban abiertamente sobre la necesidad de un golpe militar. Y decían con todas las letras que ellos prefieren un golpe a una victoria de Lula. Con eso que tienen las redes, que se filtran las informaciones, acabó siendo una confrontación directa entre la Suprema Corte y Bolsonaro por los vínculos directos con las elecciones. Si bien ha disminuido un poco el poder y la penetración de esos grupos, como así la contratación empresarial que Bolsonaro utilizó en 2018 para la difusión de esas ideas, continúa ahora con lo que llamamos el Gabinete del Odio, que genera en las redes sociales millares de informaciones falsas, en forma industrial, en forma robótica, inundándose con consignas y palabras que generan odio, intolerancia o discriminación.  «