El próximo 20 de agosto habrá una segunda vuelta de las elecciones presidenciales en Guatemala. Por un lado estará Sandra Torres, que conduce el partido UNE. Lejos de las inspiraciones social demócratas de tiempos pasados, Torres defiende ahora los valores de la familia tradicional y demanda más mercado y menos Estado en la sociedad. Enfrentará a Bernardo Arévalo, del Movimiento Semilla, cuya agenda va desde el desarrollo económico con justicia social hasta la reivindicación de los pueblos mayas y el reconocimiento de la diversidad de género.

Las primeras elecciones democráticas en Guatemala datan de diciembre de 1944. Esas elecciones libres con voto femenino fueron el resultado de la Revolución de Octubre de 1944, cuando un grupo de jóvenes oficiales derrocó a los sucesores del dictador Jorge Ubico, que gobernaba desde 1931. Entre esos militares destacaban el mayor Francisco Arana y el capitán Jacobo Arbenz. Propuesto por el Partido Renovación Nacional, el padre de Bernardo, Juan José Arévalo, ganó con el 85% de los votos.

Atrás dejaba una trayectoria de pedagogo y filósofo, que desarrolló en Argentina, donde obtuvo sus títulos universitarios y llegó a ser profesor de la Universidad de Tucumán, de Buenos Aires y Secretario de la Facultad de Humanidades de La Plata cuando el Decano era Alfredo Domingo Calcagno, mi abuelo. A ese Arévalo intelectual alto y macizo le tocaría lidiar con el poder.

Juan José Arévalo y Alfredo Domingo Calcagno en la UNLP, circa 1943

El poder en Guatemala -como en muchos otros países del caribe- se llamaba United Fruit Company, UNFCO, la frutera. De ella eran los puertos, los ferrocarriles, los correos, los gobiernos, las tierras para cultivar banano, los bananos, los campesinos, los gobiernos y las burguesías locales con sus diarios. Por eso Arévalo comenzó a hacer política. Cuando no se tiene el poder, se lo construye.

Con una nueva Constitución promulgada en 1945, Arévalo saneó las cuentas públicas, creó el Ministerio de Trabajo y el Instituto Guatemalteco de la Seguridad Social (IGSS), fundó escuelas, abrió la Universidad San Carlos a las humanidades, promulgó el Código del Trabajo, para que el campesino o el obrero no sean más esclavos de las corporaciones extranjeras, que hasta entonces podían usar de la policía o del ejército locales para reprimir huelgas y asegurar la disciplina del trabajo. Hubo derechos sociales y sindicatos, e incluso ideas de reforma agraria.

Por supuesto que los Estados Unidos usaron desde el soborno hasta la amenaza pasando por el proxenetismo, sin ningún resultado. Quedaba el golpe de Estado, al que apelaron cerca de treinta veces contra Arévalo. Contaba Juan José que cuando dejaba el despacho presidencial para ir a su habitación, ubicada en el mismo palacio, lo hacía revolver en mano. Si bien tenía el apoyo de los sectores medios y populares, con una parte del ejército, decidió pedir ayuda a la Argentina de Perón, que por un precio simbólico proveyó de armas a Guatemala, de modo legal y secreto. Fueron desembarcadas de noche y de a poco en Puerto Barrios. Primicia de Tiempo Argentino.

Dos personalidades buscaban la sucesión de Arévalo al terminar el mandato: Arana y Arbenz. Como el Presidente prefirió a Arbenz, Arana pasó del lado conservador. Apoyado por la oligarquía local, la frutera y la Embajada, desencadenó una rebelión militar que duró dos días, 18 y 19 de julio de 1949, con tanques en las calles (golpistas) y aviones en el aire (leales). Arana perdió la vida. El ya Coronel Arbenz, con apoyo del sector progresista de las Fuerzas Armadas y de grupos de civiles armados, logró sofocar la intentona. Para algo sirvieron los fusiles argentinos y el coraje guatemalteco.

En las siguientes elecciones de 1950, ganó Arbenz con el 66% de los votos. Por primera vez en la historia, un presidente electo le entregaba el poder a otro presidente electo. Arbenz continuó la política de Arévalo, y avanzó con el Decreto 900, que era la ley de Reforma Agraria de 1952. Sin tocar las pequeñas y medianas propiedades, esta Reforma expropiaba la tierra sin cultivar y pasaba el usufructo o arriendo al campesinado, comunidades mayas en su amplia mayoría. Para dimensionar el impacto, más de medio millón de personas fueron beneficiadas con esta medida, sobre una población de tres millones. La United Fruit perdió 156.000 hectáreas de las 220.000 que poseía. Fue resarcida con bonos del Estado al 3% de interés, acorde al valor fiscal declarado, en general veinte veces menor al valor real. Los ingresos de los campesinos triplicaron en poco tiempo. Era demasiado.

No sólo Estados Unidos veía con horror la entrada de Guatemala en la modernidad, también estaban los dictadores vecinos como Anastasio Somoza, Rafael Trujillo o Marcos Pérez Jiménez. Dwight Eisenhower, Presidente de los Estados Unidos, junto con su secretario de Estado John Dulles, encargaron a la CIA, dirigida por Allen Dulles, la concreción de un golpe de Estado que fuera decisivo en Guatemala: “no es posible tener una república soviética en Centroamérica”. Así financiaron y armaron una expedición al mando de Carlos Castillo Armas, un exoficial aranista en el exilio. La invasión y el golpe sucedieron del 18 al 27 de junio de 1954, con apoyo aéreo de la fuerza aérea norteamericana: Arbenz fue derrocado. Es que desde hacía muchos años, los hermanos Dulles estaban en la nómina de la United Fruit.

Constitución, leyes, códigos, Reforma Agraria: todos los avances fueron abolidos. Para Guatemala comenzaba una violencia generalizada que duró décadas, provocó al menos 200.000 muertos. Para saber lo ocurrido, consulte el informe de la Comisión para el Esclarecimiento Histórico, que fue creada bajo los auspicios de las Naciones Unidas a fines de los años noventa. Hiela la sangre.

Cuando el triunfo de Castillo Armas fue indiscutido, la Embajada Argentina avisó con rapidez a los compatriotas que participaban de la experiencia guatemalteca que vinieran a asilarse, ya que corrían riesgo de vida. A principios de los sesenta uno de esos asilados dirá, desde su lugar en el gobierno, que “Cuba no sería otra Guatemala”. Era Ernesto “Che” Guevara. Será pues tiempo de que germinen las semillas, a su modo, en la época, pero que germinen.