«El destino de la Patria Grande lo van a decidir los pueblos, no presidentes o cancilleres tibios”. La frase, en clara referencia a Alberto Fernández y a Felipe Solá, fue pronunciada por Diosdado Cabello, presidente de la Asamblea Nacional Constituyente venezolana en su programa Con el mazo dando, tras la votación que condenó violaciones a los DD HH denunciadas en el informe elaborado por la alta comisionada Michelle Bachelet. La expresión refleja la posición de la cúpula chavista, y también de las bases. “Se ha considerado un error, una traición, o una claudicación”, aseguró un cuadro medio del chavismo a Tiempo. Si bien Maduro no hizo declaraciones, en su cuenta de Twitter compartió algunos posteos de terceros críticos con la decisión argentina, entre ellos del intelectual Atilio Borón, que recordó que Argentina “votó en contra de la doctrina Drago de la no intervención, votó a favor de mantener la injerencia de los EE UU en Venezuela”. Días después del voto, el canciller argentino presentó una suerte de explicación. Incluso hubo un plan de presidencia de llamar a Maduro, que se canceló. Según contó un dirigente muy cercano al chavismo, el venezolano no estaba dispuesto a aceptar ese llamado si antes no había un gesto de rectificación que nunca llegó.

La furia se fue diluyendo, al menos en las manifestaciones públicas. Incluso en un gesto de recomponer relaciones, Cabello dijo el viernes en un zoom organizado por la nueva encargada diplomática de Venezuela en Buenos Aires, Stella Lugo, que sería “un honor” que la Argentina enviara “a su embajador a Venezuela pronto. Para nosotros sería un honor, un grandísimo honor, que se regularizara esa situación”. En la embajada argentina en Caracas todavía está el encargado de negocios Eduardo Porretti, nombrado por Mauricio Macri