La región viene atravesando por escenarios de mucha agitación. Y esto tiene que ver con lo que venimos sosteniendo: el actual es un momento de fuerte disputa. No hay una tendencia clara de cómo evolucionara la confrontación de los modelos antagónicos que expresan entre la derecha y los movimientos populares. Vivimos momentos virtuosos en los 2000 y cuando triunfo Macri en la Ar-gentina ese proceso se detuvo, al poco tiempo fue destituida Dilma Rousseff. Pero la derecha no puede instalar una ola conservadora irreversible.

Tuvo sus logros, pero no pudieron imponer la idea de que lo vivido en la época de gobiernos populares, que articulaban y trabajan de manera conjunta, había sido una excepción y que «todo volvería a ser como siempre».  Lo evitó la resistencia de nuestros pueblos a las medidas neoliberales y el reagrupamiento de fuerzas. Se ganaron las elecciones en México, Argentina, Bolivia y Perú y hay un proceso constituyente revolucionario en Chile. Pero la derecha también corrige sus tácticas: logró las presidenciales en Ecuador y, por sobre todo, ataca con ferocidad desde el primer día a los gobiernos populares. Lo vemos en nuestro país, los renovados intentos de golpe al presidente Arce y la despiadada ofensiva contra el presidente Castillo y su gobierno aun antes de que asumiera.

En noviembre se realizaran elecciones claves en la región. Se vota en Argentina, Venezuela y  Chile. Tendrá influencia en sus países y también en la región. En la Argentina, Frente de Todos sufrió una derrota en la las primarias, de manos de una derecha que logró o una herramienta electoral y política muy eficiente: Juntos por el Cambio, que obtuvo un 38% como piso y que a pesar de la derrota en las últimas presidenciales mantuvo su unidad. Fue fundamental en el resultado la desastrosa situación económica y social heredada; la insoportable deuda externa contraída por el gobierno de Macri, con la complicidad del FMI y las consecuencias nefastas de la pan-demia del COVID 19. También los errores cometidos: un armado electoral muy achicado,  que no permitió competencia de listas de candidatos con matices con el oficialismo, restando potencialidad electoral y dejando resquemores; falta de eficiencia en la gestión, sobreactuación en temas que preocupan a una parte menor de la sociedad; incapacidad para controlar los precios; poca audacia en medias distributivas y falta de decisión en enfrentar a los sectores más concentrados de la economía. A pesar de los aciertos, no al-canzó a transmitir una adhesión al gobierno de la mayoría de la población. En noviembre será difícil revertir el resultado pero podrá tomar nota de lo que haya que corregir y seguir manteniendo la unidad política en vistas de la determinante presidencial del 2023.

El 21 de noviembre se realizara la primera vuelta de las presidenciales en Chile. Luego de la masiva protesta que logró conmocionar el sistema político y, lo que parecía imposible, modificar la Constitución: había tenido 18 enmiendas pero que no cambiaba la matriz de la Carta Magna impuesta por el dictador Pinochet, ni siquiera durante los gobiernos socialistas. La elecciones de los constituyen de-mostró el sentimiento de la población haciendo que la derecha sacara su peor resultado en su historia y que accedieran a la Asamblea representantes genuinos del clamor y del hartazgo popular. Representante de esa expresión, Gabriel Boric, de Apruebo Dignidad, tiene las posibilidades de ingresar a la segunda vuelta (19 de diciembre). Seguramente competirá con un representante de la derecha, que puede ser el oficialista Sebastian Sichel, muy golpeado últimamente por las denuncias sobre escándalos financieros y de fuga de capitales. O José Kast un ultraderechista confeso que no tiene problema en reivindicarse pinochetista y admirador de Bolsonaro. Si contara con el respalde de las otras fuerzas de centro izquierda es muy posible que Boric obtenga el triunfo y sea el nuevo presidente: se viviría un momento extraordinario con una Constitución reformada y un mandatario de izquierda.

También el 21 de noviembre se vota en Venezuela. Se elegirán 23 gobernadores, legisladores y autoridades de 335 municipios. La gran novedad es que después de años, participará la mayoría de las expresiones de la oposición, que se habían negado en las últimas contiendas. Sólo se autoexcluyen las que son descaradas intervencionistas y llaman, sin disimulo, a la invasión norteamericana. Se logró luego de la mesa de negociación en México, que a pesar de estar ahora paralizada cumplió el objetivo de llegar a acuerdos para que se realicen las elecciones. La derecha venezolana participa divida en estas elecciones: sin embargo es posible que aumente la cantidad de estados donde gobierne. Participaran como veedores electorales la Unión Europea, el Observatorio de la Democracia del Parlasur, la ONU enviara especialistas, y es posible que se sume el Centro Carter: estará garantizada la trasparencia de la elección y difícilmente pueda ser cuestionada.  Podría ser el comienzo de la regularización de la situación en Venezuela y el fin del terrible blo-queo, o al menos su achicamiento.

Momentos de disputa. Confrontación de proyectos. Elecciones importantes. A menos de un año de una de las más trascendente: se elige presidente en Brasil y están dadas todas las condiciones para que Lula da Silva vuelva a la primera magistratura, cuestión que sí cambiaria situación y la correlación de fuerzas en nuestra región.