Son interesantes las circunstancias y gestiones que hoy anudan – ó tejen y destejen- las relaciones entre el gobierno argentino y la nueva administración de Joe Biden. El presidente norteamericano invitó a Alberto Fernández a la Cumbre (virtual) de Líderes sobre el Cambio Climático del próximo 22 de Abril, promovida por su gobierno, aun cuando todavía está en curso la gestión que lleva adelante el embajador argentino en EEUU, Jorge Argüello, para concretar una visita de AF a la Casa Blanca. Pero no son la misma cosa.

Parecido pero distinto. La invitación es una inclusión del encuentro virtual entre los dos presidentes en el marco de la estrategia de reingreso de la potencia del norte al Acuerdo de París, que pretende ser el eje diferenciador entre la presidencia de Donald Trump y la del demócrata.

La invitación, gestionada por Arguello, la Casa Blanca categoriza de manera diferente la agenda de la que busca la Argentina. No obstante lo cual es previsible que el tema FMI (vital para nuestra diplomacia en la coyuntura) encuentre un lugar. Por supuesto, el tema del cambio climático como componente del diálogo inter presidencial de ninguna manera es despreciable para el gobierno argentino y la invitación de Biden potencia el papel de nuestro gobierno en el ámbito internacional.

Por si quedaban dudas de que las preocupaciones norteamericanas por la situación y el papel de la Argentina andan por otro carril, dos visitas norteamericanas de alto nivel se precipitan, en la previa, con menos de una semana entre ellas. Hoy 8 de Abril está en Argentina el Almirante Craig Faller visitando al Ministro de Defensa Agustín Rossi y el miércoles 14 el secretario de Asuntos Hemisféricos Juan Senastián González, que reemplaza al inefable Mauricio Claver Carone, a quien Donald Trump le impuso al BID, visitará al Presidente argentino.

Cuasi una ofensiva diplomática, que hasta podría lograr hacernos sentir importantes. Creo que no se puede ignorar otra visita –non grata- producida en febrero: la del submarino nuclear en torno a la Isla Soledad en el archipiélago de Malvinas con soporte aéreo británico, con aviones del dispositivo de la OTAN en la base de la misma isla.

Corría febrero y la cancillería argentina hizo conocer de manera inmediata su molestia y disconformidad en un comunicado firmado por Felipe Solá, que sin ser una nota de protesta formal, señaló la ilegalidad del proceder de EEUU contrariando resoluciones de las Naciones Unidas.

Hoy, en un momento crucial de la negociación por el superpréstamo que el FMI le concedió a Mauricio Macri, Argentina necesita mantener las mejores relaciones posibles con los EEUU y hace los esfuerzos necesarios para ello, a la vez que se esfuerza por mantener la autonomía necesaria para desarrollar sus relaciones económicas y políticas con todo el mundo en función de los intereses nacionales.

No es una cuestión sencilla dada la creciente hostilidad norteamericana con China y Rusia, que no ha cambiado con la rotación política producida en el gobierno de EEUU. China se ha ido convirtiendo en los últimos años en nuestro principal socio comercial y en un aliado con acuerdos estratégicos en planos sustanciales. En la misma dirección han marchado las relaciones con la Rusia de Putin. Basta señalar el papel que en la lucha actual contra la pandemia han tenido las relaciones con ambos países.

El nuevo gobierno norteamericano ha multiplicado en los últimos días a través de Blinken, González y el mismo Biden, que busca frenar, detener, las relaciones de nuestros países con China, definido con claridad como su enemigo principal, dejando en claro que lo sustancial de la política exterior norteamericana es el continuismo y no el cambio, que el presunto progresismo de volver al Acuerdo de París esconde la esencia reaccionara de la política de presiones, bloqueos y sanciones, y hasta bombardeos, que ha sido su marca a lo largo de la historia.

El fondo de la cuestión

Dos asuntos de vital importancia se destacan: los acuerdos, no sólo financieros, que Macri nos legó con EEUU. La cesión de autorización en Tierra del Fuego para ir erigiendo bases de EEUU, particularmente en Tolhuin, tercera ciudad fueguina. Y un Centro de Alta Tecnología en Inteligencia para monitorear todo lo que sucede en el Atlántico Sur. Prerrogativa que EEUU ilegalmente se arroga y de la cual es responsable Craig Faller. Es decir, un monitoreo permanente y minucioso sobre Malvinas, Georgias, Sandwich y demás archipiélagos y la Región Antártica además del pasaje bioceániico por el estrecho de Hornos.

Según los crecientes debates sucedidos en los últimos meses en torno a la llamada Hidrovía, esto empalma con el inminente vencimiento de las concesiones dadas sobre nuestros puertos y el tránsito por los canales del Paraná y el Río de la Plata por el menemismo, que limitan la soberanía de nuestras vías navegables y comprometen nuestro comercio internacional.

El otro asunto es precisamente el tema de las condiciones en la renegociación de la deuda externa que se está llevando adelante por el Ministro Martín Guzmán. Negociaciones en una coyuntura de fragilidad para nuestro país, con plazos incompatibles con las necesidades de financiar la reactivación del aparato productivo y sacar a la mitad de su población que ya está por debajo de los índices de pobreza. Con intereses usurarios por una deuda de complicidad política del neoliberalismo globalizado con el macrismo. Está claro que no se negocia por separado deuda y soberanía. Deuda y autonomía para buscar nuestras propias vías de desarrollo, nuestros socios más empáticos y convenientes, empezando por la Patria Grande.

La presión para que aflojemos no gira tanto sobre plazos o intereses (en el escenario de la crisis económica internacional “post pandemia”, el FMI deberá hacer algunas concesiones cosméticas) sino sobre los condicionamientos que, en la disputa geopolítica con China y Rusia, los EEUU constituyeron su programa. Detener a China es su divisa. Y si Trump fracasó en su intento de seducir a Rusia, van tanto por Xi xing ping como por Putin. Previsible dura negociación más allá de los habituales gestos amables de nuestro presidente y seguramente también de su ministro de Defensa. Lo que nos piden es nuestra espalda y detrás sólo queda la pared. No hay casi espacio para conceder. Nuestros funcionarios pondrán su mejor cara, como corresponde en la vida diplomática entre naciones. Pero todo nos indica, en la experiencia con este gobierno, que lo cortés no quita lo valiente.